Marcos 5, 11-17

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LOS CERDOS.
LIBERACIÓN DEL ENDEMONIADO.
REACCIÓN NEGATIVA DE LOS HABITANTES DEL PAÍS.

11 Había allí, en la falda del monte, una gran piara de cerdos hozando.

12 Los espíritus le rogaron: mándanos a los cerdos para que nos metamos en ellos.

13 Él se lo permitió. Salieron los espíritus inmundos y se metieron en los cerdos; y la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar, unos dos mil, y se fueron ahogando en el mar.

14 Los porquerizos salieron huyendo, lo contaron en la ciudad y en las fincas, y fueron a ver qué significaba lo ocurrido.

15 Llegaron adonde estaba Jesús, contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su juicio, al mismo que había tenido la legión, y les entró miedo.

16 Los que lo había visto les refirieron lo ocurrido con el endemoniado y también lo de los cerdos.

17 Entonces se pusieron a rogarle que se marchase de su territorio.


11 Había allí, en la falda del monte, una gran piara de cerdos hozando.

Los cerdos están “allí”, en la comarca pagana, pues en territorio judío estaba prohibido criarlos por ser animales impuros[1]. Era algo propio de los idólatras comer carne de cerdo.

La mención de “el monte” continúa la de “los montes” donde el poseído transcurría su vida gritando y destrozándose con piedras. Como se ha dicho, “el monte” o “los montes” se consideraban morada o lugar de manifestación de divinidades (3,13).

La localización “en la falda del monte” indica cercanía al monte mismo, y puede ser figura de la protección de una divinidad o sistema religioso, a cuyo amparo se encuentra la piara hozando tranquila, sin ser turbada.

El cerdo, animal impuro, era para los judíos el símbolo del poder extranjero opresor de Israel, el pueblo escogido[2]. En la época de Jesús los judíos aplicaban esta figura despectiva al poder romano[3]. Al emplear Marcos, la imagen de los cerdos en contexto pagano, indica que cualquier poder opresor es inaceptable para Dios (“inmundo”) y que toda la humanidad es pueblo elegido.

El colectivo “piara” está en paralelo con el colectivo “legión”, que es también una totalidad formada por muchos individuos. La “gran piara” representa una gran riqueza acumulada. El poder opresor romano denotado por los cerdos se encarna en la sociedad, organizada sobre el poder del dinero. Los cerdos representan la ecuación riqueza-poder, legitimada y protegida por la religión pagana (“junto al monte”). Es una nueva denuncia de la dominación romana en cuanto crea una organización social basada en la explotación económica, que lleva a los oprimidos a la desesperación.

12 Los espíritus le rogaron: mándanos a los cerdos para que nos metamos en ellos.
13a Él se lo permitió.

El ruego de los espíritus muestra la superioridad de Jesús, portador del Espíritu de Dios.

Existe afinidad entre los espíritus inmundos y los cerdos, animales inmundos. El deseo de los espíritus de meterse en los cerdos indica que la violencia de los oprimidos (“legión”), reacción a la violencia de la sociedad, es del mismo género que la de los opresores. Muestra también que los cerdos, es decir, el poder opresor, es, en la comarca, el lugar impuro por excelencia. El hombre había hecho suyas las categorías violentas del sistema de poder-dinero y así participaba de su impureza.

Esta es la única vez que Marcos, señala el lugar de destino de los espíritus expulsados por Jesús. Es claramente un recurso narrativo del evangelista para conectar la destrucción de los cerdos con la salud del hombre. Indica con ellos las consecuencias que van a tener para el sistema opresor, representado por la piara, la nueva libertad y la renuncia a la violencia de los oprimidos.

La descripción que hace Marcos, tiene dos aspectos. Señala, en primer lugar, que la destrucción que va a seguirse no es fortuita, sino consecuencia de la acción de Jesús y de su mensaje sobre el ser humano. Para ello, hace que los espíritus reconozcan no poder entrar en los cerdos por iniciativa propia, sino solamente si Jesús los envía. Pero, en segundo lugar, hace notar que Jesús no los envía, sino que simplemente no se opone; deja a los espíritus cumplir su deseo y entrar en los animales. De este modo, el evangelista expresa que la ruina de los opresores no va a ser efecto pretendido por Jesús, sino consecuencia inevitable de la eficacia de su mensaje en todo tiempo.

La estrategia de Jesús frente al poder opresor no consiste, pues, en enfrentarse violentamente con él, sino de comunicar al oprimido una libertad y autonomía que lo hacen independiente de las estructuras injustas del sistema.

Existe un paralelo entre este pasaje y 3,27, respecto a la institución religiosa judía. El propósito de Jesús era dejarla vacía, sacando de ella a sus adictos, es decir, quitarle la base popular. Ahora se propone quitar la base al poder económico. La liberación definitiva de cualquier sistema opresor pasa por la libertad personal y la maduración humana de los oprimidos. La liberación va a efectuarse sin salir de Gerasa, como lo pedía el hombre. Jesús no crea su alternativa fuera de la sociedad sino dentro de ella.

13b Salieron los espíritus inmundos y se metieron en los cerdos; y la piara se precipitó acantilado abajo hasta el mar, unos dos mil, y se fueron ahogando en el mar.

Se cumple la orden de Jesús: “sal de este hombre”. Los espíritus entran en los cerdos y éstos se precipitan en el mar.

El hombre ha renunciado a la violencia, pero sin someterse. El poder económico de los opresores cae. Mientras el esclavo era violento (“poseído”), profesando los mismos valores del sistema, éste seguía floreciente, la piara se alimentaba tranquila, porque para el esclavo no había más alternativa que la muerte. Si los oprimidos aceptasen la alternativa de libertad y vida que les propone Jesús, la sociedad opresora se quedará sin la base social que es objeto de su dominio, y desaparecería.
Al no poder someter ni explotar, cesaría el poder de la riqueza. Marcos, describe la ruina como total (“la piara”), de gran magnitud[4] (“unos dos mil”) e irreversible (“se fueron ahogando en el mar”).

La explicitación “y se fueron ahogando en el mar”, alude al ejército del faraón, el opresor de Israel, ahogado en el mar Rojo[5]. Vuelve así, la imagen del éxodo, equiparando la esclavitud de los pueblos paganos a la del pueblo escogido y reafirmando la validez universal del mensaje de Jesús.

Pero hay que notar una importante diferencia respecto al antiguo éxodo de los hebreos. En el relato de aquel éxodo se afirma repetidamente que fue Dios quien arrojó o ahogó en el mar al ejército del faraón[6]. En el caso del geraseno, la ruina del opresor no es presentada como efecto de una intervención divina. Ésta sucede cuando el oprimido acepta el mensaje de Jesús. La sociedad alternativa “el reino de Dios” no se construye sin la colaboración humana (1,15).

Evidentemente, la mera renuncia de los esclavos a la rebelión violenta y, como se verá a continuación, su promoción humana no produce un efecto social inmediato. Marcos, no se ocupa de las etapas intermedias. Con la ruina de los cerdos describe el efecto final del mensaje de Jesús, que permitirá una liberación efectiva y plena: la ruina del sistema de dinero-poder basado en un régimen de explotación y esclavitud.

14 Los porquerizos salieron huyendo, lo contaron en la ciudad y en las fincas, y fueron a ver qué significaba lo ocurrido.

Los encargados de guardar y apacentar la piara, siervos al servicio del sistema, “salieron huyendo”. Se indica así el miedo que les ha causado el inesperado desastre.

Los que reciben la noticia no se designan como personas, sino como una sociedad urbana (“ciudad”) y rural (“fincas”), que se contrapone a la figura del hombre liberado. La “ciudad” y “las fincas” engloban a los dueños de los cerdos. La piara aparece así como una propiedad común a muchos. Es la sociedad la propietaria de los cerdos cuidados por los porquerizos. La noticia interesa a todos, pues se desploma la estructura económica.

Los porquerizos no han sido testigos de la liberación del poseído, ni saben la verdadera causa de la pérdida de los cerdos; ellos van simplemente a anunciar el desastre. No acude una multitud movida por la curiosidad, sino gente de la ciudad y de las fincas, a la que han avisado. Son, por tanto, los que detentan el poder económico, y se ven afectados por la destrucción de los cerdos, quienes buscan una explicación a lo ocurrido.

15 Llegaron adonde estaba Jesús, contemplaron al endemoniado sentado, vestido y en su juicio, al mismo que había tenido la legión, y les entró miedo.

Para situar la reacción de los que llegan, Marcos, usa el presente histórico (“llegan”, “contemplan”), poniéndola en primer plano respecto a la reacción de los porquerizos. Son hechos que siguen sucediendo. En tiempo de Marcos, está en curso la misión entre los paganos y la consiguiente liberación de los esclavos y oprimidos.

Llegados al lugar donde había estado la piara, se encuentran con Jesús y “el endemoniado”. Esta denominación, que se utiliza aún después de la liberación del hombre, indica que su violencia era públicamente conocida en la comarca (1,32).

El aspecto que ofrece el antes endemoniado es completamente inesperado para los visitantes. El que antes se comportaba como una fiera salvaje, y al que habían intentado someter sin éxito, ha vuelto a la normalidad. En lugar de vagar errante por los montes y entre los sepulcros, “está sentado”, mostrando con su postura su sosiego y la estabilidad de su nueva condición. El “vestido” indica su dignidad y su identidad recuperada. Está “en su juicio”, es decir, es patente su equilibrio psíquico y el dominio de sí, en lugar de sus gritos y sus intentos de autodestrucción. Ahora no teme a sus antiguos opresores; no huye de ellos cuando se acercan; se siente libre y seguro.

Lo que contemplan los que han acudido es el efecto de la liberación efectuada por Jesús, cuya magnitud está acentuada por el inciso “el que había tenido la legión”, que subraya la violencia que había animado al hombre y que lo privaba de su humanidad. Aquel desecho humano se ha convertido en una persona.

La reacción de los que han llegado no es de alegría, sino de miedo. La condición humana del individuo al que habían tenido esclavizado y al que habían intentado reprimir por todos los medios es para ellos una amenaza. El hombre liberado no muestra, sin embargo, la menor hostilidad contra sus antiguos opresores; él ha renunciado a la violencia y ellos ya no son una amenaza para su estado presente.

La rebelión ineficaz y dispersa no ofrecía ninguna alternativa. En consecuencia, ponía en peligro el poder económico. La liberación y maduración personal que efectúa Jesús en este hombre, abre en cambio, una alternativa que cuestiona la legitimidad del poder que le oprimía.

La comparación con la escena del paralítico (2,1-13), que exponía la salvación ofrecida a los paganos, ilumina el nuevo estado de este hombre. Tanto el paralítico como el poseído se encontraban en un estado de muerte. Ambos aceptan el mensaje de Jesús y se adhieren a su programa. En respuesta, Jesús liberó al paralítico de un estado -tus pecados- que lo separaba de Dios, comunicándole así la vida/Espíritu (2,10).

En este caso, el geraseno es liberado de la violencia fanática y destructora que también lo separaba de Dios (“espíritu inmundo”) y ahora aparece libre y normal, recuperadas su humanidad y su dignidad. La nueva situación que contrasta con el estado anterior de muerte, es también aquí efecto de la vida/Espíritu comunicada por Jesús.

16 Los que lo había visto les refirieron lo ocurrido con el endemoniado y también lo de los cerdos.

17 Entonces se pusieron a rogarle que se marchase de su territorio.

Anónimos e inesperados testigos presenciales (los discípulos están ausentes en toda la perícopa), cuentan a los propietarios de los cerdos la manera como el endemoniado había sido liberado por Jesús y la conexión de esta liberación con la muerte de los animales. Los propietarios descubren así la razón del desastre que habían ido a investigar. La vuelta del esclavo a la condición humana es lo que ha destruido su enorme capital.
La presencia de estos testigos no había sido mencionada. Según el relato, Jesús estaba solo con el hombre. Ellos, en la narración sirven para conectar los dos hechos: la liberación y la ruina.

La reacción de los propietarios es inmediata. Como antes el endemoniado y los espíritus, también éstos se dan cuenta de la superioridad de Jesús, pero al mismo tiempo ven en su acción un peligro para ellos. No usan la violencia para expulsarlo de la comarca, pero “se pusieron a rogarle” que se marchara “de su territorio”, donde se asienta su sociedad. Pretenden impedir su actividad en aquella tierra, porque valoran negativamente sus efectos. No quieren la liberación de los oprimidos. Marcos, describe una situación en la que no hay persecución, pero si un esfuerzo de la clase dominante de la sociedad pagana para impedir la difusión del mensaje cristiano. Se comprende que un mensaje de libertad e igualdad es inaceptable para los dirigentes de una sociedad esclavista.

De hecho, ante el mensaje de Jesús, la clase dominante se enfrenta con un dilema: optar por la libertad y plenitud del hombre, renunciando al propio capital/poder, o bien anteponer el capital/poder al bien del ser humano. Después de la primera sorpresa y el miedo ante el hombre rehabilitado, cuando descubren la conexión de su cambio con la ruina del sistema económico, su opción es clara: están por el dinero y no por la persona. Jesús y ellos son incompatibles.

El paralelo con la escena en la segunda sinagoga (3,1-7) es patente. En aquella ocasión, los fariseos, entre la conservación de su poder religioso y la rehabilitación del hombre, habían optado por la primera. En el país pagano, entre el poder económico y la liberación de los oprimidos, eligen el primero. Los poderes de cualquier signo anteponen su propio interés al del ser humano. Sin embargo, según el evangelista, los dirigentes del sistema religioso judío reaccionan con mucha mayor violencia ante el mensaje de Jesús y deciden “acabar con Él” (3,6), mientras que los de la sociedad pagana sólo “se pusieron a rogarle que se marchase de su territorio” (5,17).

En esta perícopa se expone con figuras el éxodo de Jesús, en sus puntos inicial y final. Empieza con la liberación del oprimido, haciéndolo renunciar al fanatismo de la violencia que lo despersonaliza y lo destruye. Termina con el nuevo estado del hombre, en su plena dignidad y dominio de sí. Es esta calidad humana la que cambia la sociedad.



[1] Lev. 11,7

[2] Se puede consultar el Sal. 80/79, 13ss., en donde aparece la viña, figura de Israel, pisoteada por el cerdo salvaje o jabalí.

[3] En tiempo de los rabinos “cerdo” es una designación corriente para los pueblos paganos en general. La aplicación particular de la figura del cerdo a los poderes paganos opresores y, en esta época a Roma, se basaba en el Sal. 80,13-14, donde aparece la viña pisoteado por el cerdo salvaje. A ello contribuía la figura de jabalí que decoraba los estandartes de la Legión X Fretensis, que pertenecía al ejército de Siria, al menos desde el VI DC, y que estuvo estacionada en Palestina. El poder pagano opresor era considerado por los judíos como particularmente impuro. Mc., traslada el mismo concepto a todo poder opresor, también al ejercitado sobre los paganos, mostrando que Dios equipara toda la humanidad al antiguo pueblo elegido.

[4] El número es simbólico y expresa la fuerza del poder económico

[5] Ex. 14,27

[6] Ex. 14,27; 15, 1.4

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