El HOMBRE LIBERADO Y JESÚS.
PETICIÓN Y MISIÓN.
18 Mientras subía a la barca, el antes endemoniado le regaba que le permitiese estar con Él,.
19 pero no lo dejó, sino que le dijo: márchate a tu casa con los tuyos y cuéntales cuanto ha hecho el Señor por ti, mostrándote su misericordia.
20 Se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis cuanto había hecho Jesús por él y todos se sorprendían.
18 Mientras subía a la barca, el antes endemoniado le regaba que le permitiese estar con Él,
19 pero no lo dejó, sino que le dijo: márchate a tu casa con los tuyos y cuéntales cuanto ha hecho el Señor por ti, mostrándote su misericordia
Marcos, no señala reacción subjetiva de Jesús a la petición de que abandone el territorio. No dice que asienta o ceda, sólo indica que no ofrece resistencia y sube a la barca. De hecho, en esta perícopa Jesús habla solamente con el poseído, destinatario de su mensaje y de su acción. La ausencia de diálogo con los demás personajes muestra que el evangelista no está describiendo un viaje real de Jesús a Gerasa, sino anticipando los efectos de su mensaje en territorio pagano. Es probable que en la época del evangelista, la región de los gerasenos fuese terreno de misión[1].
Con la ida de Jesús a Gerasa se responde a las multitudes paganas que habían acudido a Él atraídas por las noticias de su actividad (3,8) y se les muestra el camino para su liberación[2].
Mientras los opresores quieren alejar a Jesús, el hombre liberado manifiesta su deseo de vivir en su compañía. El contenido de su petición, “estar con Él”, corresponde a 3,14 “para que estuvieran con Él”, referido a los Doce y a 4,36 “estaban con Él”, referido a los ocupantes de las barcas. El antes poseído por el espíritu inmundo cree que su adhesión incondicional a Jesús le exige integrarse en el mundo judío[3].
Sin embargo, Jesús no permite que lo acompañe en su viaje de vuelta, con lo que el evangelista afirma que al abrazar la fe en Cristo, los paganos no han de integrarse en Israel. La invitación de Jesús “márchate a tu casa”, está en paralelo con la hecha al paralítico, prototipo del pagano[4] y, como en ella, “tu casa” se opone a “la casa” de Israel (2,1). Además, este hombre tiene una misión que cumplir: dar la noticia “a los suyos”. “Los suyos”, por tanto, no forman parte del grupo que ha ido a informarse sobre el incidente de los cerdos, es decir, no pertenecen a la clase opresora. Son los oprimidos como él, que ansían la liberación. Es misión suya notificarles “cuanto ha hecho el Señor por ti, mostrándole su misericordia”. Jesús se va, pero su mensaje se queda.
El hombre ha de comenzar la misión dentro de su sociedad; no tiene que salir de ella para ser liberado de la esclavitud; basta crear en su interior una alternativa. Debe mostrar a sus compañeros de opresión un nuevo camino hacia la libertad.
Los porquerizos habían dado a los opresores una mala noticia, la del desastre de los cerdos, ruina del sistema económico explotador. Pero debido precisamente a esa ruina, este hombre va a dar a los oprimidos la buena noticia de su propia liberación.
Según su idea del Dios Altísimo, el hombre había creído al principio que la misión de Jesús, Hijo de ese Dios (v7), era la de acaudillar la rebelión violenta de los esclavos. Pero Jesús le ha mostrado que Dios no actúa de esa manera. Ahora Jesús atribuye toda su acción a Dios, pero no lo llama “el Dios Altísimo”, denominación de rango absoluto que lo aleja del hombre, sino “Señor”, el liberador por excelencia que quiere hacer libres a los seres humanos.
En efecto, la frase “cuanto ha hecho por ti” se usa con frecuencia para designar las sucesivas acciones liberadores del Señor/Yahvé a favor de Israel, en particular la que lo liberó de la esclavitud de Egipto. Ahora Dios “muestra su misericordia” a los paganos como en otro tiempo a Israel y los libera como liberó a aquel pueblo. Dios no discrimina entre los hombres, la humanidad entera es su pueblo escogido. Así se realiza el universalismo del mensaje.
Sin embargo, el modo como se efectúa esta liberación difiere del antiguo. No se hace cambiando de país -salida de Egipto- ni por la violencia contra el opresor -matanza de los primogénitos, destrucción del ejército del faraón- sino por la emancipación del oprimido y la calidad humana que le confiere Jesús. Es esto lo que causa la ruina del sistema opresor.
Son precisamente la misericordia y el amor de Dios al ser humano los que resultan insoportables para los opresores. Ellos, que no han manifestado amor alguno al esclavo ni en tiempo de su dolor ni después de su liberación, se oponen a que Jesús siga manifestando la misericordia de Dios en su territorio.
20 Se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis cuanto había hecho Jesús por él; y todos se sorprendían.
Los destinatarios de la buena noticia, incluidos antes en “tu casa”, se identifican ahora con los habitantes de la Decápolis, región que incluía el país de Gerasa[5]. La opresión existía en todo el territorio pagano.
La ausencia corporal de Jesús queda compensada por la presencia y actividad del hombre liberado. “Proclamar” significa anunciar la buena noticia, la cercanía del reinado de Dios (1,14), el fin de la discriminación; ahora, de la que afectaba a los pueblos ajenos a Israel. Se difunde el mensaje del amor universal de Dios.
Jesús, con la afirmación “cuanto ha hecho el Señor por ti”, ha identificado su acción con la de Dios. El hombre identifica la acción de Dios con la de Jesús al decir el evangelista “cuanto había hecho Jesús por él”. No atribuye su estado al Señor, sino a Jesús mismo. Ya no separa a Jesús del Dios Altísimo, ni pretende oponer sus modos de proceder. Ha comprendido que Jesús realiza la presencia y la acción de Dios en la tierra, que “el Hijo de Dios” se comporta como Dios mismo.
La proclamación alcanza a todos y produce admiración y sorpresa. El Dios de los judíos, que en la Ley y en la institución judía había aparecido como exclusivista y marginador de los paganos, se revela como un Dios universal que acoge a toda la humanidad y actúa a favor de todas las personas. El Dios que había liberado a los judíos de la esclavitud de Egipto, ofrece su liberación a todos los pueblos.
La reacción de sorpresa por parte de los habitantes de la Decápolis hace resaltar la novedad que significa en su mundo el universalismo del mensaje de Jesús, la supresión de las barreras entre los pueblos y la idea de un Dios cuyo amor abraza a toda la humanidad [6].
[1] El relato debía tener la intención de mostrar un ejemplo de Jesús para la actividad misionera. La transmisión de este relato presupone que la labor misionera había empezado ya al este de Galilea y que ya existían allí comunidades cristianas primitivas. La afirmación “empezó a proclamar” pone en evidencia el comienzo del anuncio de la buena noticia de Jesús en tierra pagana.
[2] De 7,24 a 8,10 se describirá otra visita de Jesús a territorio pagano, donde, en compañía de sus discípulos completará su actividad liberadora. En la visita a Gerasa ha quitado el obstáculo que impedía a los esclavos encontrar su verdadera libertad. Más tarde, hará su propuesta a la clase dirigente (7,24) y, finalmente, con el segundo episodio de los panes, explicará su alternativa como solución a la miseria (8,1-9).
[3] Para él, su forma de estar con Jesús es anunciarlo a los de su casa. Algunos autores afirman que con esta decisión en boca de Jesús, Marcos, quiere mantener la separación histórica entre la vida de Jesús y la misión en territorio pagano.
[4] 2,11: “Levántate, carga con tu camilla y márchate a tu casa”
[5] La Decápolis era una especie de confederación de diez ciudades griegas situadas todas ellas, excepto Escitópolis, al este del lago de Galilea. Según Plinicio, la Decápolis comprendía Damasco, Filadelfia, Rafana, Escitópolis, Gadara, Hipo, Dión, Pela, Gerasa y Canata, pero esa lista no concuerda con la de los escritores posteriores. El núcleo de la Decápolis se componía de ciudades conquistadas por Alejandro Jamneo, a las que Pompeyo separó del dominio judío y devolvió la libertad. Josefo enumera las ciudades liberadas por Pompeyo que hubieron de reconocer la supremacía romana, pero su lista no es competa
[6] El geraseno hace más de lo que Jesús le ha encargado. No anunció sólo a su familia, sino a toda la Decápolis. No solamente “cuenta” lo sucedido, sino que lo “proclama”; en vez de hablar de lo que Dios ha hecho por él, habla de la acción de Jesús en su vida.