NUEVA VIDA PARA EL ISRAEL
SOMETIDO A LA INSTITUCIÓN
35 Aún estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -Tu hija ha muerto- ¿Para qué molestar al maestro?
36 Pero Jesús, sin hacer caso del mensaje que transmitían, le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas, ten fe y basta-
37 No dejó que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegaron a la casa del jefe de la sinagoga y contempló el alboroto de los que lloraban gritando sin parar.
39 Luego entró y les dijo: -¿Qué alboroto y que llantos son estos?- la chiquilla no ha muerto, está durmiendo
40 Ellos se reían de Él. Pero Él, después de echarlos fuera a todos, se llevó consigo al padre de la chiquilla, a la madre y a los que habían ido con Él y fue adonde estaba la chiquilla.
41 Cogió a la chiquilla de la mano y le dijo: -Talitha, qum- (que significa -muchacha a ti te digo, levántate-)
42 Inmediatamente se puso en pie la muchacha y echó a andar (tenía doce años). Se quedaron viendo visiones.
43 Les advirtió con insistencia que nadie se enterase y encargó que se le diera de comer.
6,1a Y salió de aquel lugar.
35 Aún estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: “Tu hija ha muerto ¿Para qué molestar al maestro?”
La introducción “aún estaba hablando” muestra la conexión de esta escena con la anterior, en la que Jesús se dirigía a la mujer curada (5,34). Mientras Jesús habla a la mujer de salvación y salud, llegan emisarios de casa del jefe de la sinagoga, anunciando la muerte de la hija a la que Jesús iba a curar.
Otra conexión con el episodio anterior la efectúa la palabra “hija”. A la mujer con flujos, figura del Israel marginado, Jesús la ha llamado “hija”, señalando su nueva relación con Dios (“la salvación”) que ha establecido a través de Él. En esta escena se habla, en cambio, de la hija del jefe de la sinagoga (“tu hija”), mostrando que el Israel integrado en la institución aún no se relaciona con el Dios dador de vida, sino con el sistema religioso e institucional del que depende y que lo está llevando lenta pero claramente a la muerte.
La llegada de los emisarios sucede cuando aún estaba hablando Jesús. Se yuxtaponen así, el discurso de vida y el discurso de muerte; el primero procede de Jesús, el segundo, del ámbito de la institución. El lugar de procedencia de los emisarios no se designa como “la casa de Jairo”, persona particular, sino como “la casa del jefe de la sinagoga”, haciendo resaltar el aspecto institucional. También el término “hija” queda determinado por la misma denominación. No es llamada “hija” (querida) por y en relación con el hombre Jairo, sino hija del funcionario, la que depende de su autoridad. Dentro de la institución, la relación dirigente-pueblo se concibe como posesión, dominio y dependencia.
Con la noticia sobre la muerte de la hija, los que llegan indican un final irreversible, la supresión de toda esperanza. Muestran con esto que la institución es incapaz de comunicar vida al pueblo y ni siquiera de mantenerla.
Los emisarios no se limitan a comunicar la noticia, sacan una consecuencia para ellos evidente: “¿Para qué molestar ya al maestro?”. El apelativo “el maestro” muestra que en el ambiente del jefe de la sinagoga se consideraba a Jesús como tal, a pesar de la existencia de los letrados, maestros oficiales. Como en la sinagoga de Cafarnaúm (1,22), se ha reconocido la autoridad de Jesús. Así lo ha manifestado Jairo al ir a encontrarlo y pedirle que salve a su hija.
Pero al mismo tiempo, la pregunta delata que los emisarios no tienen fe en Jesús como dador de vida (1). Habían puesto cierta esperanza en Él, pero ante la muerte, estiman que ni siquiera de Él se puede esperar solución. Para ellos, Jesús habría podido fortalecer una vida agonizante, la del pueblo dentro de las antiguas instituciones, pero no puede restituir la vida donde ya no existe, ni hacer posible un nuevo comienzo sin conexión ni continuidad con el pasado.
36 Pero Jesús, sin hacer caso del mensaje que transmitían, le dijo al jefe de la sinagoga: -No temas, ten fe y basta-
Para Jesús no cuenta la noticia que transmiten los emisarios, pero quiere prevenir los efectos que pueda tener en el ánimo del jefe de la sinagoga. Su recomendación es doble: no ceder al miedo y continuar en su actitud de fe-confianza en Él.
De hecho, la frase “el mensaje que transmitían” equivale a la que usa Marcos, para la actividad de Jesús (2,2 y 4,33). Pero como se ha dicho se trata de dos mensajes contrarios: uno de vida y otro de muerte. El mensaje de vida suscita la fe; el de muerte, el temor. El jefe de la sinagoga, a pesar de la institución había optado por el mensaje de vida. Jesús le ayuda con sus palabras a no echarse para atrás.
Jesús se dirige al “jefe de la sinagoga”, es decir, al hombre en cuanto investido de un cargo oficial. De hecho, su pertenencia a la institución podía pesar sobre él ante la noticia que la institución misma le comunica.
Como en el caso de la mujer con flujo de sangre, la fe aparece como la única condición necesaria para que la hija del jefe de la sinagoga “se salve y viva”. Jairo ha estado presente en la escena de la mujer y ha sido testigo de la fuerza de vida de Jesús. Esto debe mantener viva su confianza. Sin embargo, no debe limitarla a lo que ha visto en el caso de la mujer con flujos, que Jesús puede detener la pérdida de vida y comunicar una vitalidad nueva donde ésta se va extinguiendo. Ahora, ha de creer también que puede comunicar vida donde ya no existe. Su fe ha de alcanzar un grado superior.
Con su exhortación a la fe, Jesús muestra su amor a Israel y su deseo de salvarlo. La mujer tenía que superar el obstáculo de la Ley; el jefe de la sinagoga debe superar el obstáculo de la muerte. La fe consiste en la adhesión a Jesús y una confianza en Él que lo reconoce sin reservas como dador de vida. Los emisarios habían aconsejado la resignación ante un hecho irreversible. Jesús indica que ninguna situación es irreversible para Él, ni para quien cree en Él. La fe o adhesión a Jesús nunca lleva al fracaso, pues ella crea el vínculo que permite recibir la fuerza de vida que Jesús da gratuitamente. Esto es todo lo que Jairo necesita.
37 No dejó que lo acompañara nadie más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Continúan el camino a la casa del jefe de la sinagoga; éste ha escuchado la recomendación de Jesús.
En el episodio anterior, Jesús quiso que se hiciera público el cambio de situación de la mujer/pueblo. Ahora, en cambio, no quiere que la multitud que lo sigue asista a lo que está por hacer. La multitud estaba compuesta por los seguidores de Jesús no vinculados a la institución judía. Y es que los problemas que afectan a los integrados en la institución no son los suyos, ni Jesús quiere que éstos afecten a ese grupo de seguidores (2).
En cambio, hace que lo acompañen Pedro, Santiago y Juan, los tres primeros de la lista de los Doce, a los que había puesto un sobrenombre. Estos forman una unidad (3). Los sobrenombres subrayan sus actitudes: “Piedra”, la obstinación; “Hijos del trueno”, el autoritarismo. Esas características los hacen especialmente refractarios al mensaje. La identificación de Juan como “el hermano de Santiago”, con la innecesaria repetición del nombre de éste, pone de relieve la postura común de los hijos del Zebedeo.
Estos discípulos deben ser testigos de la muerte que produce la institución y de la potencia de vida de Jesús. El ideal de los discípulos es reformista; han de comprender qué bajo el dominio de la institución religiosa, el pueblo sometido no tiene salida. No basta con una reforma, hace falta el cambio radical expresado antes cuando a Jesús se le llama “el Esposo”, expresión que implica una alianza nueva y la superación de las instituciones de Israel (2,18-22) (4).
Jesús quiere mostrarles que el reinado de Dios conlleva la ruptura con el pasado. El grupo de discípulos representa al nuevo Israel que va a ser testigo del estado de muerte del antiguo y de la vida que constituye al nuevo. Vida que procede directamente de Jesús.
Al comenzar el trayecto, Jairo aparecía a la cabeza (“Y Jesús se marchó con él” 5,24), seguido de la multitud. Una vez llegados a la frontera de la muerte, el jefe de la sinagoga queda en la sombra: Jesús toma la iniciativa y decide quien va a acompañarlo.
38 Llegaron a la casa del jefe de la sinagoga y contempló el alboroto de los que lloraban gritando sin parar.
Jesús y sus acompañantes llegan a la casa del jefe de la sinagoga. Cada vez que se habla de muerte o se alude a ella, aparece la denominación “el jefe de la sinagoga”. La mención del cargo en vez del nombre propio, da a esta casa un carácter especial; no es la casa de una familia, sino el lugar de la institución religiosa oficial.
Continúa así el lenguaje figurado de Mc. Esta casa se contrapone a la nueva “casa de Israel” (3,20), fundada por Jesús al constituir a los Doce. Desde ese momento, en que el antiguo pueblo elegido ha dejado de existir como tal, la antigua casa de Israel (2,1) no es más que “la casa del jefe de la sinagoga”, una institución dominadora donde el pueblo muere.
Es la casa del duelo. La conexión de los verbos “llegaron” y “contempló”, muestra que el alboroto es el único rasgo que destaca en esa casa. A los ojos de Jesús se ofrece el espectáculo de los que se lamentan y gritan. El duelo supone que todos están al corriente de la muerte de la niña.
Para los que llenan la casa, la muerte es un hecho irreversible, sin remedio, cuya única respuesta es el llanto sin esperanza (“sin parar”). El vacío que deja la niña muerta lo llenan ellos con el llanto y los gritos; no saben reaccionar de otra manera. Están persuadidos de que esta muerte es definitiva, pues la institución a la que pertenecen no puede aportar solución alguna.
Este alboroto es lo opuesto a la paz que Jesús ha ofrecido a la mujer curada (5,34). La gente que se lamenta es el mismo pueblo judío que carece de esperanza. En su sistema religioso no encuentran consuelo para su dolor.
39 Luego entró y les dijo: “¿Qué alboroto y que llantos son estos?; la chiquilla no ha muerto, está durmiendo”
40a Ellos se reían de Él.
Jesús ha contemplado el alboroto desde fuera. Ahora entra en la casa donde se llora y se grita. Entra para rectificar la interpretación de la muerte que dan los presentes con su duelo. Se dirige a ellos para reprocharles su demostración de dolor, proponiéndoles implícitamente que revisen su actitud. Sus palabras hacen vislumbrar una esperanza.
A continuación, Jesús les propone cómo deben interpretar el hecho: “la chiquilla no ha muerto, está dormida”. El primer miembro de la frase se opone frontalmente a la afirmación hecha antes por los emisarios llegados de la casa del jefe de la sinagoga: “tu hija ha muerto”, noticia que anticipaba el duelo que se manifiesta ruidosamente en la casa. Entonces Jesús desmintió la afirmación de los emisarios, exhortando a la fe al jefe de la sinagoga. Ahora en la casa desmiente la necesidad de duelo con una rotunda negación de la muerte.
Para designar a la niña, Jesús usa el término “chiquilla” que aparecerá otras tres veces en el relato que sigue. No se le volverá a llamar “hija”, denominación que indicaba su dependencia respecto al jefe de la sinagoga. Jesús reconoce la minoría de edad (“chiquilla”) pero no acepta la dependencia.
Al decir que está durmiendo, Jesús quita a la muerte su carácter definitivo. Desde el momento en que Él está presente, se produce un cambio. Lo que antes se consideraba irreversible, deja de serlo porque Jesús propone una alternativa que antes no existía y que permite superar esta muerte.
El verbo dormir, conectado con la subsiguiente interpelación de Jesús a la niña, parece aludir al único pasaje del Cantar de los Cantares, donde el dormir de la esposa está en relación con la voz del Esposo (5). La escena que sigue confirmará el sentido nupcial del relato. La reacción de los presentes es de total escepticismo. No aceptan la esperanza que les abre Jesús. Para ellos, lo que ha dicho es absurdo. Constatan que en la institución el pueblo muere y se limitan a desahogar su dolor.
Las palabras de Jesús eran una invitación implícita a confiar en Él, una invitación a la fe. Su invitación es rechazada. Los que están integrados en la institución no admiten la existencia de una alternativa fuera de ella. Ante la evidencia del hecho de la muerte, la afirmación de Jesús les suena a despropósito, de ahí su reacción. Del llanto han pasado a la risa; se ríen del que pretende ofrecer una salida al misterio de la muerte.
40b Pero Él, después de echarlos fuera a todos, se llevó consigo al padre de la chiquilla, a la madre y a los que habían ido con Él y fue adonde estaba la chiquilla.
Ante la reacción de burla de la gente, Jesús actúa con autoridad. En la casa del jefe de la sinagoga, es Él quien toma las decisiones. Expulsa sin más a los que hacían duelo y designa a los que han de presenciar su encuentro con la niña. No va actuar en un ambiente de incredulidad hostil.
Toma consigo al padre y a la madre de la niña y a los discípulos que habían ido con Él. A quien llaman “jefe de la sinagoga” ahora se le llama “padre”; se cambia la función oficial por el hecho humano. Al estar unido con la madre no representa una figura de autoridad, sino de vida. La presencia de la madre indica también el sentido nupcial de la escena (6); el padre y la madre han de entregar a la esposa. Los discípulos que habían ido con Jesús son “los amigos del Esposo” que lo acompañan en la boda y hacen de testigos. Ya no se mencionan sus nombres, sólo importa la función que desempeñan.
La escena remite al 2,19 del evangelio, donde Jesús se presenta como el novio/Esposo. Esto equivale a anunciar la instauración de una nueva alianza (7), utilizando el simbolismo nupcial propio de los profetas en vez del jurídico establecido por el Pentateuco.
La nueva alianza no se hace con Dios, sino con Jesús, Hijo de Dios, presencia suya en la tierra. El sentido nupcial de la escena significa que Jesús comunica nueva vida al pueblo, integrándolo en una nueva relación con Él, que equivale a la nueva relación con Dios. Es la relación de amor y fidelidad mutuos, simbolizada por el vínculo nupcial. Esta es la alternativa que Él propone, la única que puede dar vida al pueblo muerto.
Jesús no va a actuar en el ámbito de las antiguas instituciones, ni de la Ley, ni va a revitalizar al pueblo dentro de ellas; va a comenzar la nueva comunidad humana, el Reino de Dios, del cual el nuevo Israel forma parte, junto con los seguidores que no proceden de la institución judía.
41 Cogió a la chiquilla de la mano y le dijo: “Talitha, qum” (que significa “muchacha a ti te digo, levántate”).
Como en el caso de la suegra de Pedro (1,31) Jesús toma a la niña de la mano. Este gesto, que se menciona solamente cuando los individuos pertenecen al pueblo judío (1,31; 5,41; 9,27), puede indicar que el episodio refleja una actividad histórica de Jesús.
Jairo le había pedido que aplicase la mano a su hija enferma. Ahora Jesús toca a la muerta, contra la severa prohibición de la Ley (8). Como en el caso del leproso (1,40) y el de la mujer con flujos (5,27), Jesús no respeta la Ley de lo impuro que, apelando a una supuesta voluntad divina, le habría impedido dar vida a ese pueblo. Para Jesús, estas prohibiciones no sólo no tienen validez, sino que son contrarias al designio de Dios. El único criterio para juzgar de lo bueno y lo malo es el bien del ser humano (3,4)
La acción va acompañada de la palabra. Cuando Marcos, pone en boca de Jesús palabras en arameo (“Talitha, qum”) quiere decir que el personaje, circunstancia o lugar a que se refieren pertenece o tiene relación con el pueblo judío. Esto confirma el carácter representativo de la niña, figura del pueblo integrado en la institución religiosa.
Marcos, traduce las palabras arameas (“a ti te digo”). Para designar a la niña, Jesús ya no utiliza el término “chiquilla”; ahora la llama “muchacha”, es decir, “jovencita casadera”, designación que anuncia vida y fecundidad. Es el momento de comparar las diferentes denominaciones utilizadas en este episodio para designar a la niña.
5,23 | Jairo | “mi.hijita” | Indica posesión y ternura, minoría de edad y dependencia. |
5,35 | Emisarios | “tu.hija” | Subrayan la posesión y la dependencia. |
5,39 | Jesús | “la.chiquilla” | Señala su condición de menor, pero elimina la idea de posesión y de dependencia. |
5,41.42 | Jesús | “la.muchacha” | Designa a una joven madura ya lista para el matrimonio, y que, en consecuencia, va a hacerse independiente de sus padres. |
“Hija” e “hijita” hacen referencia a una condición presente basada en un hecho del pasado, que puede ser la generación o el origen. En cambio, el término “chiquilla” sólo hace referencia a una condición de presente, mientras que “muchacha” subraya una condición futura, que generalmente será el matrimonio.
Con estas figuras, Marcos, afirma que la acción de Jesús libera a la persona de la dependencia y tutela de los dirigentes a los israelitas que, mediante ella, han sido mantenidos en la minoría de edad. Les abre un nuevo horizonte de vida autónoma y fecunda.
Las palabras de Jesús dirigidas a la niña denotan su autoridad. El contacto físico transmite la fuerza (5,30). A la suegra de Pedro la levantó (1,31). Aquí, como en el caso del paralítico (2,11) la niña debe levantarse por sí misma; se le ha comunicado una vida que la capacita para actuar por su propia iniciativa. Esta fue la petición de Jairo (“para que se salve y viva” 5,23) y Jesús la ha realizado.
42 Inmediatamente se puso en pie la muchacha y echó a andar (tenía doce años). Se quedaron viendo visiones.
El efecto de la orden de Jesús es inmediato. Andar es la demostración de la vida y fuerza comunicadas. La conexión entre la orden de Jesús y el andar de la muchacha recuerda de nuevo la escena del paralítico (2,10: “a ti te digo; levántate y echa a andar”). La identidad de orden y efecto indica que la acción de Jesús es la misma en los dos casos. Igual que lo anunció para los paganos (paralítico), Jesús da vida a este pueblo comunicándole el Espíritu (9).
En un paréntesis Marcos, informa la edad de la niña. Esta era la edad precisa para los esponsales de una joven. Continúa el simbolismo nupcial. Al mismo tiempo, sin embargo, como en el caso de la mujer de flujos que llevaba ya doce años sufriendo este padecimiento, el número alude al pueblo de Israel.
Volviendo al sentido profundo del texto, la muerte de la niña significa que este sector del pueblo, por la opresión que sobre él ejerce la institución religiosa, queda reducido a un estado equiparable a la muerte, carente de la mínima vitalidad y de toda capacidad de reacción. La sinagoga, como institución religiosa, no sólo impide el desarrollo humano (3,1-7: el hombre del brazo atrofiado dentro de la sinagoga), sino que destruye a la persona de modo irreversible.
Jesús no se desentiende de este pueblo; quiere acercarse a él para sacarlo de su estado de muerte y ofrecerle la vida. La figura del novio/Esposo que Jesús representa en este episodio (2,19) significa que la salvación para este pueblo que muere no está en volver a la alianza antigua, sino en entrar en la nueva, fundada en la adhesión a Jesús. La nueva alianza es la formulación para Israel del Reino de Dios, integrándose en la extensión universal de este reino que abarca también a los paganos.
La reacción de los presentes coincide con la de la multitud judía que presenció la curación del paralítico (2,12), pero más intensa aún: “se quedaron viendo visiones”. Dado que la vida comunicada, el Espíritu, es la misma en ambos casos, tiene que haber un motivo adicional que cause el mayor grado de sorpresa. Se trata, sin duda, de la consecuencia que comporta para los judíos el Reinado de Dios, el fin de la antigua alianza. No podían imaginarse la posibilidad de vida fuera de las antiguas instituciones ni que tuvieran que salir de ellas para entrar en una alianza nueva; el asombro refleja lo inesperado de la abolición de la antigua alianza.
43 Les advirtió con insistencia que nadie se enterase y encargó que se le diera de comer.
Considerada desde el punto de vista histórico, la encarecida recomendación de Jesús sobre la discreción y el silencio es inexplicable. No habría sido posible ocultar la vuelta a la vida de la hija del jefe de la sinagoga, personaje de todos conocido. La muerte de la niña había sido patente y había provocado incluso un duelo público. La magnitud de esta incongruencia narrativa obliga a concluir que el evangelista pretende llevar al lector a interpretar el episodio en una clave que sobrepasa el sentido literal e histórico. Es el clímax de la serie de indicios que ha ido sembrando a lo largo del texto para dar a entender el sentido profundo de su relato.
Para interpretar esta advertencia hay que ponerla en relación con la siguiente. La vida obtenida necesita crecer, y comer, es la condición para ello. A lo largo de toda la narración, la niña ha sido designada con diminutivos. Contrasta esta figura infantil con la adulta de la mujer con flujos que podía decidir por sí misma. La niña aparece como una menor, figura del pueblo dominado por una institución que ha impedido su desarrollo.
Como le dice Jesús, la niña se levanta ella sola, pero además se pone a caminar. Al igual que en el caso del paralítico, esto significa que ahora ella es dueña de su vida y de su itinerario. Los padres la habían acercado a Jesús, pero ahora ella toma en su mano la vida que Jesús le ha ofrecido y de Él ha recibido.
Pero este pueblo está infantilizado e inmaduro (chiquilla) y si se hiciera pública su adhesión a Jesús, no podría resistir la oposición del sistema judío, de ahí el secreto. Es el caso contrario de la mujer con flujos. Los marginados querían mantener en secreto su adhesión a Jesús, pero Él prácticamente les obliga a manifestarla. Por no haber estado sometidos a la institución han madurado lo suficiente (mujer adulta) para poder afrontar las consecuencias de su decisión. La niña, en cambio, ha de crecer y desarrollarse, lo que hasta ahora le han impedido; solamente entonces podrá manifestar abiertamente su ruptura con las instituciones del pasado y su adhesión a Jesús, y será capaz de afrontar las consecuencias de su opción. Esta nota del evangelista muestra su realismo.
Se entiende la razón de que la edad de la niña se mencione antes de los encargos de Jesús. La muchacha/pueblo infantil, aún ha de madurar para llegar a ser mujer/pueblo adulto. El don del Espíritu no suple la falta de desarrollo humano.
No se indica quien ha de alimentar a la jovencita. El encargo de Jesús es genérico. Lo único evidente es que habrá que ayudar a este pueblo a pasar del estadio infantil al adulto y madurar su decisión de seguir a Jesús. Todo ello, dándole de comer, alimentándolo, es decir, proponiéndole el mensaje para que lo haga suyo. Los padres, ahora discípulos, no han podido salvarla de la muerte, pero si pueden ayudarla a que la vida crezca. Quizá por eso no se dirige Jesús a ellos, porque ya no actúan en función de padres, sino en cuanto miembros del grupo de Jesús. Los lazos de familia se integran en el vínculo superior de la adhesión.
Los padres representaban el antiguo Israel de donde procedía la niña. Al recurrir a Jesús, han roto con la institución judía que lo rechaza. Los discípulos, que encabezaban la lista de los Doce, representan el nuevo Israel donde han de integrarse. La nueva vida de la niña/pueblo viene de Jesús, no de los padres, y crece en la comunidad.
Se crea así una nueva relación de iguales que asume la antigua relación padre-madre en la independencia y libertad del nuevo miembro. No se devuelve la niña a los padres, porque ya no es “su hija”; el vínculo con Jesús la independiza de su origen y vive para el futuro.
6-1a Y salió de aquel lugar.
Marcos, no menciona el nombre del lugar donde ha actuado Jesús. Como en la introducción al tríptico (5,21). Esto significa que las situaciones descritas en él y las respuestas que da Jesús a ellas son válidas para toda Galilea y, por extensión, para todo el país judío.
[1] De hecho, la denominación “el maestro” es también limitativa. En el lenguaje del judaísmo, “maestro” era el que exponía un mensaje partiendo del Antiguo Testamento, y esto ven los emisarios en Jesús. Piensan que con sus enseñanzas habría podido sanar la situación del pueblo, pero no creen que pueda producir una vida donde no hay más que muerte. Jairo, en cambio, no había acudido a Jesús como maestro, sino como dador de vida al decirle “para que se salve y viva”, mostrando así su fe en él.
[2] En 9,25 se dará un caso del mismo género. Al ver Jesús que se acerca la multitud de estos seguidores, acelera el proceso de liberación del poseído, figura del pueblo que depende de la institución
[3] Para los tres nombres hay un solo artículo subrayando la unidad de los que forman el primer grupo de los Doce (3,15)
[4] La cercanía de las expresiones sobre el temor y la fe encontradas en 4,40 y en la exhortación de Jesús a Jairo indica que la perícopa va a responder a la pregunta que se hicieron los discípulos ante la figura de Jesús, capaz de imponerse a los elementos adversos: “¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?” Los discípulos no habían comprendido el sentido de la potencia de Jesús. Por eso, su reacción había sido el miedo extremo (4,41). Ahora tendrán ocasión de ver cómo esa potencia no se ejerce en la venganza, sino en la comunicación de vida.
[5] “Estaba durmiendo… cuando oigo a mi amado que me llama” Cant. 5,2
[6] “En la casa de mi madre” Cant. 3,4
[7] Jer. 31 y 38,31
[8] “El que toque un muerto, un cadáver humano, quedará impuro por siete días… el que toque un cadáver humano y no se purifique, contamina la morada del Señor y será excluido de Israel” Num. 19,11-13
[9] “Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego” Mc. 1,8