Marcos 6, 14-16

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OPINIONES SOBRE LA IDENTIDAD DE JESÚS.
INQUIETUD DE HERODES

14 Como su fama se había extendido, llegó a oídos del rey Herodes que se decía: “Juan, el que bautizaba, ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas actúan por su medio”.

15 Otros, en cambio, opinaban: “Es un profeta como uno de los antiguos”.

16 Pero Herodes, al oírlo decía: “Aquel Juan, al que yo le corté la cabeza, ése ha resucitado”.


14 Como su fama se había extendido, llegó a oídos del rey Herodes que se decía: Juan, el que bauizaba, ha resucitado de entre los muertos, y por eso las fuerzas actúan por su medio.

La extensión de la fama de Jesús se debe a la actividad de los Doce, quienes con su actuación, han dado a conocer su persona y han caracterizado erróneamente su mensaje, como van a reflejarlo las opiniones que se dan sobre Él. Los Doce se han presentado como enviados y mensajeros de Jesús y, en consecuencia, la actividad que realizan (predicación de la enmienda, expulsión de los demonios y curación de los postrados), se han considerado encargadas por él.

La fama de Jesús ha suscitado en el pueblo la pregunta sobre su identidad [1]. Corren tres opiniones, de las que algunas reflejan el mensaje propuesto por los Doce y que llegan a oidos de Herodes.

Se menciona por primera vez a Herodes Antipas [2]. El texto hace resaltar primero el título (“rey”) que es impropio, pues Herodes no era rey sino Tetrarca de Galilea y Perea, pero que hace de él la figura del máximo poder político. Sólo después menciona el nombre de la persona (Herodes [3]). Únicamente asocia aquí Marcos título y nombre; en adelante utilizará solamente el nombre, y a partir de 6,22, solamente el título, pero éste, mencionado aquí en primer lugar, conforma siempre la personalidad de Herodes. Por otra parte, el título “rey” pone a Herodes como antagonista de Dios, el Rey de Israel por excelencia, y del Mesías, por cuyo medio Dios había de reinar definitivamente. Herodes, de origen extranjero [4], no podía ser reconocido por los judíos como rey de Israel.

Herodes escucha las opiniones sobre Jesús. Éste era conocido de los herodianos (3,6), judíos partidarios del régimen de Herodes y de los círculos religiosos de Jerusalén (3,22). Ahora, a través de la gente, su fama alcanza a la máxima autoridad política de Galilea.

Se exponen a continuación tres opiniones populares sobre la identidad de Jesús. La primera identifica a Jesús con el bautista, indicando que una parte del pueblo ve una continuidad entre la obra del bautista y la de Jesús. Esta impresión se debe a que los Doce, enviados por Jesús, han proclamado la enmienda, como lo hizo Juan (6,12).

También, la predicación de los discípulos estaba asociada con la expulsión de los demonios (6,13), actividad ajena a Juan, pero que había servido para tachar a Jesús de ser agente de Satanás (3,22). Por eso, para este sector del pueblo, Jesús, a quien identifcan con el bautista, no reproduce simplemente la figura de aquél, sino que ejerce ahora una actividad nefasta. Como resucitado ha pasado por la muerte, ha tenido contacto con el mundo de ultratumba y ahora es instrumento de “las fuerzas” [5]. Se ha levantado de entre los muertos investido de poderes oscuros y es utilizado por esas fuerzas malignas.

Los que expresan esta opinion sobre Jesús comparten la expresada antes por los letrados, que Jesús es un agente de Belcebú (3,22) y de la mayoría de la gente que Jesús ha encontrado en su patria (6,2). Muestra también el impacto causado por la figura de Juan y el temor de algunos a que su carrera no hubiese terminado [6].

En esta opinión se unen, por tanto, dos ideas: Jesús es Juan porque sus discípulos, como Juan, predican la enmienda. Pero al mismo tiempo es agente de las fuerzas del mal porque sus discípulos también expulsan demonios (3,22). Juan, resucitado en Jesús, continúa su obra, pero apoyado por fuerzas demoníacas. Los que así opinan son gente que no había visto en Juan un enviado de Dios. Por eso han adoptado el juicio de los letrados de la institución. Jesús/Juan pone en cuestión la institución religiosa, y ellos son partidarios de ésta.

15 Otros, en cambio, opinaban: Es un profeta como uno de los antiguos.

Las dos opiniones restantes muestra un concepto favorable de Jesús. Para unos, Jesús es Elías, es decir, el profeta que había de retornar antes del Día del Señor (Eclo. 48,10); el que tenía que preceder al Mesías (Mal. 3,23). Notan que el reinado de Dios está cerca pero no llegan a identificar a Jesús con el Mesías, pues no responde a su idea de un Mesías que pretenda asumir el poder político y vencer a los enemigos de Israel. La misión de Elías había de ser la reconciliación entre hijos y padres, instaurar la paz en el pueblo y, lleno de celo por la Ley, dar solución a todas las cuestiones controvertidas en la interpretación de la Escritura y el derecho. Este sector espera un cambio de época, pero no por obra de Jesús mismo, por Él no es más que un precursor.

También esta opinión puede encontrar apoyo en la actividad de los Doce, quienes con su llamada a la enmienda, a la renovación del pueblo judío, han despertado la esperanza de la restauración de Israel. Los que así opinan, ciertamente no conocen a Jesús, que ha violado la Ley (1,41), que no comparte la teología oficial (2,5-6), que se junta con gente de mala fama (2,15-17), que no se atiene a la ascética tradicional (2,18-22) ni a la interpretación farisea de la Ley (2,37-3,7), que no respeta los lazos de la sangre (3,31-35), que no es violento ni nacionalista ni quiere escalar el poder. Ha sido Juan quien se ha presentado como precursor, anunciando al que llegaba detrás de él, pero no han captado su mensaje. La enmienda proclamada por Juan miraba al Mesías dador del Espíritu (1,8); éstos ven en la predicación de los Doce la promesa de un Mesías triunfador.

La tercera opinión sostiene que Jesús continúa la antigua tradición profética. Corresponde a la declaración hecha por Jesús en su tierra (6,4). Estos reconocen que Jesús es un enviado de Dios y que su mensaje procede de Él; a la manera de los profetas denuncia la injusticia. En la predicación de los Doce, centrada en la enmienda, no ven el anuncio de un cambio de época, sino solamente una invitación al cambio de conducta del pueblo, una ayuda para vivir la fidelidad a Dios. Con Jesús había revivido el espíritu profético, desde hacía tanto tiempo desaparecido en Israel.

Las tres opiniones reflejan, pues, tres sectores dentro de la sociedad judía:

La primera corresponde a los adictos a la institución religiosa que han identificado a Jesús con un agente de Belcebú. Su argumento para difamar a Jesús es la expulsión de los demonios, es decir, la eliminación de los fanatismos y de la violencia que generará el sistema judío.

La segunda opinión, consecuencia de la actividad de los Doce, es propia de los reformistas influidos por ella. Jesús es Elías, el profeta que había de volver para preparar la era mesiánica, poniéndolo todo en orden (9,12), por medio de la predicación de la enimenda y suscitando la esperanza de la restauración de Israel.

La tercera es la de los judíos fieles a la alianza, que ven en Jesús un profeta como los antiguos. Su opinión se basa en la predicación de la enmienda hecha por los Doce, que exhortaba a renunciar a la injusticia.

Como se ve, las opiniones sobre Jesús lo asimilan a figuras del pasado, sin comprender la novedad de su mensaje ni la calidad de su persona. De hecho, nadie entre el pueblo tenía a Jesús por el Mesías, ya que su actuación no correspondía a la idea popular que se tenía de ésta importante figura.  Ante la actividad de los Doce, cada grupo reacciona proyectando en Jesús sus propios temores o esperanzas. Los partidarios de la institución reaccionan con miedo, porque ya Juan había actuado frente a ella. Por eso hacen de Jesús un agente de Satanás. Los descontentos, deseosos de un cambio radical lo identifican con Elías, el precursor esperado. Los piadosos ven en Él un profeta comparable a los antiguos.

En todo caso, la actividad de los Doce ha bloqueado la labor de Jesús, borrando toda traza del universalismo de su mensaje. Según ellos, la misión de Jesús se circunscribe a Israel.

16 Pero Herodes, al oírlo decía: Aquel Juan, al que yo le corté la cabeza, ése ha resucitado.

Oídas las tres opiniones, Herodes llega a una conclusión personal. Elige, aunque con matices, la primera, la más desfavorable para él, pues denuncia su implicación en la muerte de Juan. Tenía conciencia de haberle quitado la vida injustamente.

El pronombre “yo” indica que Herodes se atribuye toda la responsabilidad de la muerte de Juan, pues habría podido impedirla. En boca de Herodes, la frase “Juan ha resucitado” que no va especificada por “de entre los muertos” ni comentada por la alusión a “las fuerzas” no expresa una opinión peyorativa de Jesús/Juan resucitado. Pero el hecho preocupa a Herodes porque pone en entredicho su autoridad: no es señor absoluto de la vida de sus súbditos. Al decapitar a Juan, había pretendido acabar definitivamente con él. Y que Juan/Jesús haya resucitado, es una acusación permanente de su injusticia y un fracaso de su poder.


[1] El espíritu inmundo de la sinagoga, para tentar a Jesús lo había identificado con “el Consagrado por Dios”, es decir, con el Mesías de la expectación popular (Mc. 1,24). Ciertos espíritus inmundos lo habían identificado con “el Hijo de Dios” también en el sentido de liberador violento (Mc. 3,11). La pregunta sobre la identidad había sido hecha por sus discípulos en la travesía a Gerasa (4,41). Sus paisanos han pretendido definirlo por su origen familiar y por su oficio (6,3)

[2] Herodes Antipas había repudiado a su primera mujer, hija del rey nabateo Aretas IV para casarse, hacia el año 27, con Herodías, mujer de su hermanastro Herodes Filipo, que residía en Roma. Herodes Antipas nunca llegó a tener el título de rey. Augusto, al ratificar la herencia de Herodes el Grande, concedió a su hijo Herodes Antipas, que tenía dieciséis años, el gobierno de Galilea y Perea (4-39 DC), pero no le otorgó el título de rey que el padre había querido para él, sino sólo el de Tetrarca. Herodes Antipas fundó la ciudad de Tiberíades, adonde trasladó la capital, que anteriormente era Séforis. Cuando en el año 39 DC pidió al Emperador el título de rey, Herodes Agripa I lo acusó de traición y rebelión, por lo que fue depuesto y exiliado por Calígula.

[3] Algunos autores opinan que en Palestina, probablemente se daba a Antipas y a otros hijos de Herodes el Grande, el título de rey.

[4] Herodes el Grande era hijo de Antípatro, príncipe Idumeo y de Cypros, princesa Árabe. Herodes Antipas, el que hizo decapitar a Juan Bautista, era hijo de Herodes el Grande y de su cuarta mujer, la samaritana Maltace.

[5] Término peyorativo usado para las obras de Jesús en su patria (6,2) que las asimilaba a magia

[6] Aquí se entiende la resurrección como una vuelta a la vida y no con el sentido cristiano del término.

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