PRISIÓN DE JUAN BAUTISTA POR SU DENUNCIA DE HERODES
17 Porque él, Herodes, había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado.
18 Porque Juan le decía a Herodes: No te está permitido tener la mujer de tu hermano.
19 Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería darle muerte, pero no podía
20 porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.
17 Porque él, Herodes, había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado, debido a Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado18 Porque Juan le decía a Herodes: No te está permitido tener la mujer de tu hermano.
Marcos vuelve atrás en el tiempo para describir la prisión y la muerte de Juan Bautista. Enlaza así con 1,14 donde no se explicaba el motivo de su muerte.
Herodes priva de la libertad a Juan impidiéndole continuar con su actividad. La mención de Juan va cargada de todo lo que se ha dicho de él en la sección introductoria del evangelio (1,2-8), en particular, de su axhortación al cambio de vida y de la respuesta masiva de la población judía. La medida de Herodes no hace caso de la opinión del pueblo, que veía en Juan un enviado divino.
Sin embargo, aunque es Herodes quien da la orden de detención y encarcelamiento, hay otra persona que ha instigado esta medida: Herodías, la mujer de su hermano Filipo, a quien Herodes había tomado por esposa.
Juan no es parcial con los poderosos y denuncia esta injusticia; cada uno tiene que enmendarse de su mala conducta. Hay que notar el contenido de la denuncia de Juan: No reprocha a Herodes su divorcio ni su poligamia, sino el haberse casado con la mujer de su hermano. La frase respectiva apela a la Ley que prohibe ese matrimonio y lo tacha de impuro. De hecho en Lev. 18,16 y 20,21 se condena como inmundo el tener relaciones con la propia cuñada, porque es carne del hermano (Gen. 2,24). El evangelista no dice “la mujer de otro”, lo que sería un adulterio, sino que en dos ocasiones afirma: “la mujer de tu hermano”, que según el Levítico es prácticamente un incesto. El texto parece mostrar a Juan en diálogo con Herodes, acusándolo personalmente de su injusticia, pero esto puede interpretarse que la denuncia, hecha pública y repetidamente, llegó a oídos de Herodes.
La más sensible a esta denuncia es Herodias, la mujer que ha abandonado a su marido para unirse a Herodes. La denuncia de Juan desacredita ante el pueblo el poder político y podría crear una fuerte opinión popular contraria a Herodes, con dos consecuencias posibles: o provocar una revuelta, que podría ocasionar una intervención romana, o bien, que Herodes, para evitar la protesta y congraciarse con el pueblo, despidiese a Herodías. Ambas posibilidades alarman a Herodías, que quiere asegurar su ventajoso matrimonio. Ella teme por su posición y su poder, ligados al de Herodes y Juan es una amenaza para ella.
De hecho, la acusación de incesto, inaceptable para el sentimiento popular judío, expresaba el sentir de muchos; podía quitarle a Herodes el respeto de la gente piadosa e incluso ponerla en contra de él.
19 Herodías, por su parte, se la tenía guardada a Juan y quería darle muerte, pero no podía, 20 porque Herodes sentía temor de Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía protegido. Cuando lo escuchaba quedaba muy indeciso, pero le gustaba escucharlo.
El rencor y la hostilidad de Herodías contra Juan no disminuyen. Mientras Juan esté vivo será un peligro para ella. Por eso quiere quitarle la vida, pero hay un obstáculo a su propósito: el temor que siente Herodes por Juan.
La conciencia de Herodes no está tranquila. Para él, Juan es un hombre justo que observa la Ley y es santo, consagrado por Dios, es un profeta. Saber que Juan goza del favor de Dios y que es enviado suyo infunde temor a Herodes. Conociendo la hostilidad de Herodías protege a Juan de sus maquinaciones. Bajo el influjo de Herodías ha impedido la actividad de Juan, pero no consiente en darle muerte; se detiene ante el temor divino. Herodías no siente ese temor y ha provocado su detención.
La estima que siente Herodes por Juan, no sólo lo lleva a protegerlo de las insidias de Herodías; se siente antraído por él y escucha sus recomendaciones, que no pueden ser otras que las expresadas en su denuncia anterior: tiene que dejar a Herodías. Herodes no sabe que hacer. Por un lado el influjo de Herodías lo incita a dejar la situación como está. Por otra parte, los argumentos de Juan lo convencen de que su matrimonio es inadmisible. El discurso de Juan no lo irrita, antes bien, le agrada, pero no se decide a pasar a la acción.
La actitud de Juan, enviado divino, no es la de un fanático; no está movido por el rencor ni por el odio al que lo ha encarcelado. Tampoco desprecia a Herodes, que vive y gobierna al modo pagano, ni se niega a conversar con él. Al contrario, muestra su interés por la persona del Tetrarca, intentando hacerle comprender para que rectifique. No le exige que deje sus costumbres paganas y practique la religión judía, sólo que renuncie a una unión incestuosa, abominable tanto para judíos como para paganos. Así, Juan ejerce un influjo sobre él, opuesto al de Herodías.
Contrapone Marcos la figura de Juan, al que ha descrito con los rasgos de Elías (1,6) a la del antiguo Elías, el reformador violento, que se opuso frontalmente al rey Acab y a su esposa idólatra Jezabel, hasta provocar su destrucción (1Re. 19-21)
La situación es extremadamente peligrosa para Herodías: el peligro es continuo; cualquier día, Herodes puede dejarse convencer por Juan y verse privada de la posición social que disfruta. Si Herodes hace caso a Juan, la que pierde es ella. Herodes reconocía la calidad de Juan y lo respetaba. Herodías no lo respeta, ella es el prototipo de la impiedad.
A los discípulos que, como Juan, habían predicado la enmienda, Mc., pretende mostrarles que el verdadero profetismo no se encierra en los límites del pueblo judío, ni se ejerce con la intolerancia y el desprecio, sino intentando rescatar a todos los que yerran. Por otra parte, el enviado de Dios no puede ir animado por un espíritu de odio ni de revancha, su severidad tiene que estar inspirada por el amor.