Marcos 6, 21-29

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MUERTE DE JUAN BAUTISTA

21 Llegó el día propicio cuando Herodes, por su aniversario, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a los nobles de Galilea.

22 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó, gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: “pídeme lo que quieras, que te lo daré”.

23 Y le juró repetidas veces: “Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino”.

24 Salió ella y le preguntó a su madre: “¿Qué le pido?”. La madre le contestó: “La cabeza de Juan el que bautizaba”

25 Ella entró en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”

26 El rey se entristeció mucho, pero debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairarla.

27 El rey mandó inmediatamente una guardia personal, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel,

28 llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha; y la muchacha se la dio a su madre.

29 Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.


21 Llegó el día propicio cuando Herodes, por su aniversario, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a los nobles de Galilea.

El día propicio” es una frase que representa la ocasión oportuna para que Herodías cumpla su designio de matar a Juan, y, al mismo tiempo remite a la frase anterior “se la tenía guardada a Juan” (6,19). Herodías no ha cejado en su voluntad de eliminarlo. Todo lo que sigue está, por tanto, preparado por ella.

El banquete de cumpleaños se menciona en el Antiguo Testamento en relación al Faraón de Egipto (Gn. 40,20). Para los judíos, esta era una costumbre pagana. Se celebra la vida de Herodes, el poder absoluto, y con él, la celebran los representantes de todos los poderes.

Probablemente “los magnates” son los gobernadores de los diez distritos en que se dividía la tetrarquía y representan el poder político asociado y dependiente del de Herodes. Los oficiales son los jefes de las cohortes [1], y expresan que tanto el poder militar como la violencia están al servicio del rey. Los notables de Galilea son los miembros de la aristocracia judía, la oligarquía que detenta el poder económico aliado con Herodes. Ellos han aceptado a un rey ilegítimo, renunciando a la línea davídica. Son, sin duda, los Herodianos, con quienes los fariseos se habían puesto de acuerdo para acabar con Jesús (3,6).

Asisten todos, no hay disidencias. No han estado ni están de parte de Juan, pues no han aceptado su mensaje de cambio de vida ni han protestado por su encarcelamiento. Evidentemente no lo habían reconocido como profeta (11,31-32). A ninguno de los tres grupos le importa la injusticia que ha cometido Herodes encarcelando a Juan ni el parecer del pueblo.

22 Entró la hija de la dicha Herodías y danzó,gustando mucho a Herodes y a sus comensales. El rey le dijo a la muchacha: “pídeme lo que quieras, que te lo daré”.

23 Y le juró repetidas veces: “Te daré cualquier cosa que me pidas, incluso la mitad de mi reino”.

Entró”, es una acción que la hija realiza por iniciativa propia, con el acuerdo de su madre. Es importante y significativo destacar que el oficio de bailarina en un banquete era una acción propia de prostitutas. La hija de Herodías, ahora princesa, se presta a actuar como una de ellas. “Danzó” para divertir a Herodes y a sus invitados; humillante adulación al poder. “La muchacha” está en edad de casarse[2]. Mc., no menciona su nombre, no le concede personalidad propia, sino que su identidad se define por su madre.

A Herodes “le gustó mucho” (Est. 2,9); pierde la cabeza y, con sus juramentos, se compromete solemnemente a dar un premio a la muchacha, dejándolo a su arbitrio; el superior se subordina al inferior. Herodes se atribuye la posibilidad de satisfacer cualquier deseo de la joven; se considera dueño de todo y con poder para todo. Subraya la certeza de su promesa que repite varias veces.

Incluso la mitad de mi reino” es una frase inspirada en la promesa del rey Asuero a Ester (Est 5,3), y explica el alcance de la promesa anterior. Herodes sigue comportándose como un rey pagano. Es un gesto irreflexivo y desmesurado que refleja la arbitrariedad propia del tirano.

24 Salió ella y le preguntó a su madre: ¿Qué le pido?. La madre le contestó: “La cabeza de Juan el que bautizaba”.

25 Ella entró en seguida, a toda prisa, adonde estaba el rey, y le pidió: “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.

La muchacha no contesta palabra, va a preguntar a su madre que ha urdido toda la trama y ha prostituido a su hija. Esta, aunque en edad de casarse, por sí misma no sabe decidir, no conoce sus propios deseos o mejor dicho, no tiene voluntad propia. Depende absolutamente de su madre. Su inmadurez y su dependencia son totales; sólo su madre cree saber lo que a ella le conviene.

A partir de v22b desaparecen del relato los nombres propios de Herodes y de Herodías. Él es “el rey”, término utilizado en el Libro de Esther (183 veces); ella, “la madre” de la muchacha tampoco tiene nombre. De esta forma el evangelista insinúa un sentido figurado de la narración.

La promesa se hizo en beneficio de la hija, pero la que va a decidir es la madre. Ésta no estaba presente en el banquete pero se encuentra al corriente de todo. La hija no le informa, consciente de que su madre sabe lo que está sucediendo. Sólo le pregunta ¿qué le pido?.  La respuesta es inmediata. Pero la madre no busca el interés de su hija, sino el suyo propio; se sirve de la joven como instrumento para lograr sus planes y asegurar su posición. Su relación ilegítima, que la hace participar del poder, es el máximo valor para ella, incluso por encima de la vida del enviado de Dios. Su situación es contraria a Dios y, para asegurarla, sigue actuando contra él.

Los personajes van cediendo su poder hasta que Herodías se hace dueña de la situación. El rey se somete a la joven, pero ésta, a su vez, se somete a la madre, quien, por medio de ella, somete a Herodes. La seguridad de la hija es depender de su madre; la de Herodías estar con Herodes. Ella no quiere la mitad del reino, quiere el reino entero.

En sus instrucciones, la madre añade al nombre de Juan, el recuerdo de su actividad, que había sido una amenaza para ella.

Se subraya la inmadurez de la joven: entra “en seguida, a toda prisa”, sin criticar ni juzgar la petición de la madre y sin considerar si era en su interés o no. El deseo de la madre es para ella un mandato. No tiene respeto por la vida humana; lo que hace la madre está bien, lo que pide es lo mejor. Así ella aparece como una esclava, sin voluntad propia.

Así, la hija hace suyo el deseo de la madre. Exige que se cumpla su deseo, añadiendo la urgencia “ahora mismo” y el macabro detalle de la bandeja. Ella es la que manda y pide para sí misma, pero sólo está actuando como marioneta de la madre. La joven no llama a Juan “el que bautizaba”, sino el bautista, como un título, lo que indica que a ella no le afecta la actividad de Juan.

El poder arbitrario le va a servir a la joven y a la madre, que no han participado en el banquete oficial, un manjar: “en una bandeja la cabeza de Juan”. El banquete de aniversario, celebración de vida, se convierte en banquete y celebración de muerte.

26 El rey se entristeció mucho, pero debido a los juramentos hechos ante los convidados, no quiso desairarla.

27 El rey mandó inmediatamente una guardia personal, con orden de que le llevara la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel,

28 llevó la cabeza en una bandeja y se la dio a la muchacha; y la muchacha se la dio a su madre.

En el poder civil, representado por el rey, hay algo de humanidad. Tiene sentimientos ya demostrados en el trato que tenía antes con Juan (6,20). Estimaba a Juan y sentía temor de él, sabiendo que era hombre justo y santo, por eso lo tenía protegido de las insidias de Herodías. Sabe que lo que pide no es sólo una injusticia, sino un desprecio de Dios. Ha fracasado su protección. Herodías, en cambio, es insensible.

Herodes, por los juramentos pronunciados ante los convidados, no quiere desairar a la joven; un rey no puede quedar en mal lugar porque perdería su prestigio[3]. Por encima de los sentimientos personales como hombre, están sus intereses como rey. Si quisiera podría retractarse de su juramento, pero quiere mantener el prestigio del poder, máximo valor, aunque traicione su propia conciencia. La vida del justo pasa a segundo término. Lo que establece el rey, aunque sea un capricho, se debe cumplir. Hay que mantener la fachada de la omnipotencia. No hay ninguna reacción por parte de los invitados; hay sumisión total. Al rey le está permitido todo, incluso matar. Él es dueño de la vida de los súbditos[4].

El rey da la orden y un subordinado la ejecuta. Obediencia muda del guardia. Juan sigue en la cárcel, donde estaba desde el principio (6,17). Allí es decapitado. La cabeza pasa a la joven, destinataria de la promesa-juramento. La orden se ha cumplido tal como ella la exigió, pero la hija es sólo intermediaria. El relato se precipita: ya no dice que la joven salga con la bandeja a encontrar a la madre. Da la cabeza a la madre quedándose sin nada. Herodías consigue su propósito.

29 Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.

La noticia llega a los oídos de los discípulos de Juan. Ellos actúan como notarios de la muerte, entierran su cuerpo privado de cabeza. Con ello dan fe de que ha terminado el movimiento popular suscitado por el bautista. Recogen el cadaver; muerto Juan, ya no tiene realidad, ni vida, todo ha terminado. Incluso para sus discípulos no puede haber continuación. Los que se empeñan en seguir siendo discípulos de Juan no tienen en realidad a quien seguir. Como no siguen a Jesús sólo pueden dar testimonio del fin de su maestro. La supuesta resurrección de Juan no es una realidad, ni su misión admite sucesores. No tiene sentido que los Doce, al ser enviados por Jesús hayan pretendido continuar la obra del bautista.

OTRO PLANO DE LECTURA.

El comentario hecho anteriormente de esta perícopa ha seguido el sentido obvio del texto. Ahora podemos ofrecer otro plano de lectura y de interpretación, siguiendo algunas marcas propuestas por el evangelista.

Hay que notar, en primer lugar, el paralelo entre la hija de Herodías y la hija de Jairo, señalado por el uso, en ambos pasajes, de los términos “hija” (5,35 / 6,22) y “muchacha” (5,41 / 6,28), y la carencia en ambos casos de un nombre propio. Esto hace ver que las figuras correlativas de la madre (Herodías) y de la hija representan, como en el episodio de Jairo, las del padre y la hija, a una clase dirigente y al pueblo sometido a ella. La sumisión será repetidamente subrayada. Pero a diferencia de Jairo, que deseaba la vida de su hija, Herodías sólo quiere utilizar a su hija para su propósito de  muerte.

La hija, como muchacha casadera, representa también aquí a una parte de Israel que está destinada al verdadero esposo, el Mesías. La madre, a su vez, a una clase dirigente judía, que es infiel a la alianza o, figuradamente, que es adúltera, por haber dejado a su verdadero esposo, Dios o el Mesías, para aliarse con un poder bastardo. Esos dirigentes aseguran la sumisión del pueblo a ese poder, separándolo de Dios y de su plan. Nótese que desde el v22b no vuelven a mencionarse los nombres de Herodes y Herodías, solamente se dice “el rey” que representa al poder y “la madre”. Así se ha pasado ya al sentido figurado.

Se tienen así tres personajes representativos:

  • Herodes, rey extranjero, no davídico, que se comporta como un rey pagano y despótico (como el Faraón en Egipto: Gn 40,20, o como el rey Asuero: Est. 5,3-6). Representa el poder político ilegítimo, contrario a las promesas de Dios.
  • Herodías, que para conservar su poder, se alía con el rey ilegítimo en perjuicio del pueblo. Ella representa a la clase dirigente judía que es infiel a Dios. Representa también a los notables de Galilea, el poder económico que se sienta a la mesa con Herodes, sin la menor objeción a la conducta de éste y sin ningún escrúpulo por contaminarse de su impureza. El banquete de estilo pagano no les causa dificultad. Han dejado al verdadero Dios por la idolatría del dinero y del poder.
  • Hija, sin nombre ni voluntad propia, ni personalidad, representa al pueblo sometido a esa clase y manipulado por ella.

La aristocracia judía representada por Herodías es mucho más implacable que el poder político y tiene menos respeto a Dios. No vacila en prostituir al pueblo ni se ocupa de él más que para utilizarlo. Lo tiene sometido, al servicio del capricho del poder absoluto y de los poderes subordinados a él. La imagen de la hija muestra a un pueblo cuyo esfuerzo se pone en agradar a los poderosos, renunciando a su dignidad. Evidentemente esta actitud del pueblo complace a los dirigentes que ven así reforzado su poder. La muerte de Juan, el predicador del cambio de vida, se debió pues, según Marcos, a la denuncia de la unión ilegítima de Herodes y Herodías, pero ésta sirve de trasfondo a la infidelidad de los dirigentes judíos a Dios. Los notables de Galilea están en el banquete de Herodes, perseguidor de Juan, reconociéndolo como rey ilegítimo. Juan no ha denunciado solamente la inmoralidad personal de Herodes, sino el connubio entre los dirigentes judíos y el poder del tirano. Tanto la prisión de Juan como su muerte se han hecho por instigación del poder judío (Herodías); el poder político sólo ha sido su instrumento. La decapitación de Juan es obra de Herodías. Es decir, el movimiento suscitado por Juan queda truncado por los dirigentes judíos.

La perícopa completa así, varios datos del relato anterior de Marcos, en ella aparece que la presión político-económica de los notables de Galilea manipula al pueblo y lo tiene sometido a Herodes, lo que supone el fracaso del movimiento popular comenzado por Juan. Después de la detención de éste (1,14) ha habido tiempo para deshacer su obra. El pueblo que había respondido unánimemente a su llamada (1,5), ha vuelto a ser dominado por el sistema. Los que al principio estaban con Juan se han puesto después contra él. No ha habido cambio de vida en Israel. La muerte de Juan puso el sello. Sus discípulos, que privados de él, no se adhirieron a Jesús, se asimilaron a la espiritualidad farisea (2,18)

En este contexto comenzó la actividad de Jesús, que recogió el mensaje del bautista sobre el cambio de vida, aunque como presupuesto para la buena noticia que es la cercanía del reinado de Dios. Cuando Jesús se propone dar libertad e iniciativa al pueblo anquilosado y se enfrenta por ello con los fariseos, éstos, alarmados, van a ponerse de acuerdo con los herodianos para eliminar a Jesús (3,6). Evidentemente la promoción del pueblo que tienen sometido se opone a sus intereses. La actividad de los Doce, enfocada como restauración de Israel incorporando el mensaje del bautista, tiene gran éxito. Es decir, suscita un movimiento popular parecido al que en otro tiempo había suscitado Juan. De ahí el miedo de Herodes a que se repita el conflicto. Lo sucedido con Juan anticipa lo que va a ocurrir con Jesús: el instigador de su prendimiento será el poder judío, que se servirá del pueblo para forzar a Pilato a darle muerte (15,11). Pilato, por su parte, aunque convencido de que Jesús es inocente, traicionará su conciencia plegándose a la exigencia de los dirigentes judíos (15,15).


[1] Cuerpo de infantería del ejército de la antigua Roma, compuesto por varias centurias: cohorte pretoriana; la legión al completo estaba formada por diez cohortes de 600 soldados

[2] Los términos “korasion” (muchacha casadera) y “tbygater” (hija) crean un paralelo con el episodio de la hija de Jairo (5,21-42) que será explicado más adelante.

[3] En un banquete real no podía negarse ninguna petición.

[4] Incluso para los pueblos paganos, el aniversario de un gobernante debía ser ocasión para actos de clemencia, sin embargo, en esta ocasión sucede lo contrario.

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