Marcos 6, 7-13

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ENVÍO DE LOS DOCE


7 Entonces convocó a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

8 Les ordenó que no cogieran nada para el camino, excepto sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni monedas en la faja;

9 Eso sí, con las sandalias calzadas, pero que no se pusieran dos túnicas.

10 Además les dijo: Dondequiera que se alojen en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de allí.

11 Y si un lugar no los acoge ni les hace caso, márchense de allí y sacudan el polvo de los pies como prueba contra ellos.

12 Ellos se fueron y se pusieron a predicar que se enmendaran;

13 expulsaban muchos demonios y, además, daban unturas con aceite a muchos postrados y los curaban.


7 Entonces convocó a los Doce y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos.

En 3,13, Jesús había convocado a los discípulos para constituir el grupo de los Doce o el Israel mesiánico. El objetivo de la constitución del grupo era doble: uno, de presente, que estuviesen con Él. El otro, de futuro, para enviarlos a una misión, en principio universal, para proclamar el mensaje.

El primer objetivo no se ha cumplido del todo. El sentido de “estar con Él” no era la mera proximidad física a Jesús, sino la plena aceptación de su persona y de su mensaje universalista, expuesto tanto antes de la constitución del grupo, en su actividad en Cafarnaún (2,1-13), como después de ella, en el discurso en parábolas (4,1-34). Sin embargo, los Doce, mencionados con ocasión de este discurso (4,10), mostraron una profunda incomprensión respecto a las parábolas, hasta el punto de que Jesús tuvo que explicárselas en privado. Tampoco esa explicación surtió efecto, pues cuando debían afrontar la misión entre los paganos, seguían aferrados a la idea de la superioridad judía (4,35-5-1). De ahí que Jesús apareciese solo, sin la compañía de los discípulos, en territorio pagano (5,2-20). Por último, aunque lo habían seguido a su tierra (6,1), no se mencionan con Jesús cuando éste es rechazado en la sinagoga (6,3) ni cuando enseñaba en las aldeas de alrededor.

De hecho, los Doce no entienden o no aceptan la universalidad del reinado de Dios; siguen aferrados a los principios e ideales del judaísmo, en primer lugar a la superioridad del pueblo judío y a la restauración de la gloria de Israel. El nuevo Israel mesiánico, destinado a una misión universal poniéndose al servicio de la humanidad entera, no podrá realizarla si no cambia de actitud y no abandona esos ideales y prejuicios.

Ahora Jesús convoca al grupo antes formado que ha sido testigo de su actividad y de su enseñanza. En 3,13, el verbo “convocar” expresaba la autoridad de Jesús y, por esa convocación, los discípulos se acercaron a Él. En este pasaje, además de expresar la autoridad, insinúa que los Doce se encontraban distanciados de Jesús. De hecho, Jesús es consciente de que los Doce no hacen suyo el mensaje del Reino y, en estas condiciones, no puede enviarlos a la misión proyectada en 3,14, pues toda labor de proclamación hecha por ellos, falsearía el mensaje de Jesús.

De ahí las divergencias entre la perícopa de la constitución de los Doce y ésta del envío. Contrastan, en primer lugar, porque Jesús no les encarga “proclamar”, como sería esencial en la misión; no les da “autoridad para expulser a los demonios”, elemento que debería acompañarles en la misión (3,14). Lo que les confiere para este envío es “autoridad sobre los espíritus inmundos. El contraste entre las dos perícopas pone de manifiesto el fracaso de Jesús con los discípulos y su impotencia para llevar a cabo su programa, debido a la resistencia de ellos al mensaje universalista.

Jesús los envía “de dos en dos”, como había llamado a las dos parejas de hermanos, significando precisamente la igualdad de todos ante el reinado de Dios. Este modo de enviarlos implica, en primer lugar, la afirmación de la igualdad y excluye la subordinación de uno a otro, además de ser testimonio de ayuda y solidaridad mutuas. Por otra parte, era costumbre judía enviar a los mensajeros por parejas: el portavoz debía tener a su lado a un compañero, como confrmación de la autenticidad del mensaje. Como en este envío no habrá mensaje verbal, será la identidad de conducta de los dos enviados la que quedará patente. Ellos deberán dar testimonio común de que confían en la solidaridad humana. También se requerían al menos dos testigos para un juicio [1]. Los que entren en contacto con los enviados van a juzgarse a sí mismos según la actitud que adopten con ellos; los enviados serán testigos de la opción que las personas hagan (v. 11)

En la convocación de los Doce se hablaba de “autoridad para expulsar a los demonios” (3,15). En este envío se habla de “autoridad sobre los espíritus inmundos”, lo cual no implica su expulsión. Se concede a los Doce un dominio sobre ellos, pero no se dice que sean los que agitan a otras personas [2].

Bajo la figura del torbellino de viento en la tempestad calmada (4,37), el relato evangélico ha presentado a los discípulos como portadores de un mal espíritu, que consistía precisamente en el convencimiento de la superioridad judía que negaba la igualdad entre los pueblos e impedía con ello la misión entre los paganos. Para que tenga éxito el envío y se dejen transformar por la experiencia, han de reprimir en ellos mismos toda manifestación que proceda de ese mal espíritu. El texto no habla de expulsar los malos espíritus que existan en los demás; se deduce de esto que se trata de neutralizar los propios. Es decir, Jesús da a los discípulos la posibilidad de autocontrol (“autoridad sobre los espíritus inmundos), para que no sean vencidos por la mentalidad del pasado y quede frustrada la finalidad del envío.

No hay que perder de vista que Jesús no les ancarga predicar o proclamar, ni siquiera exhortar a los hombres al cambio de vida. Le interesa más que los Doce aprendan de otras personas y no que las instruyan. Jesús quiere provocar más el cambio en los suyos que en los demás. Tampoco les dice que curen a los enfermos o que expulsan demonios.

No les indica el tiempo que han de estar fuera ni adónde deben ir; no les señala objetivo, pero no menciona la sinagoga ni algún rasgo cultural o religioso judío que pudiera ser restrictivo para el ámbito del viaje. Como colectivos humanos mencionará solamente “el lugar” y la casa/familia, mismos que pueden encontrarse en cualquier país y en cualquier comunidad humana. El territorio adónde han de dirigirse no queda, por tanto, circunscrito al territorio judío, sino que puede extenderse a cualquier país y pueblo. Como la misión anunciada en 3,14, este envío, que pretende crear las condiciones para una posible misión, tiene un horizonte en principio universal, aunque no es necesario suponer que el evangelista piensa en un viaje a país extranjero, pues Galilea era una región de población mezclada, judía y pagana, donde el encargo de Jesús podía realizarse plenamente.

El único objetivo es que los Doce se abran al trato con toda clase de gente. Como, respecto a los discípulos, tanto la enseñanza pública a las multitudes como la privada a ellos solos se han demostrado inútiles, Jesús intenta cambiar la mentalidad del Israel mesiánico a través de una fuerte y dura experiencia. Quiere que conozcan y aprendan a estimar a cualquier persona, sin hacer diferencias, rompiendo con la discriminación y el exclusivismo judíos.

De la doctrina oficial de Israel, los Doce han aprendido a rechazar la igualdad con los no judíos y la idea de que los paganos, a menos que se conviertan al judaísmo están condenados a la destrucción. Ahora, por el contacto humano con cualquier persona sin importar su raza o credo religioso, han de aprender la apertura de espíritu, la tolerancia, la pluralidad y la humanidad que podrán encontrar en otros lugares y culturas.

El uso del presente histórico y la mención de un envío progresivo (“empezó a enviarlos) puede significar que Marcos, ve ese envío como actual en su tiempo. Así estaría subrayando la necesidad de un contacto sin prejuicios con toda clase de gente que, para evitar encerrarse en sí mismo, el nuevo Israel debe seguir practicando.

8 Les ordenó que no cogieran nada para el camino, excepto sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni monedas en la faja;

9 Eso sí, con las sandalias calzadas, pero que no se pusieran dos túnicas.

En el proyecto de misión (3,14), Jesús había sugerido a los Doce que el nuevo Israel había de ponerse al servicio de la humanidad entera. En vista de la resistencia que presentan, ahora quiere que conozcan a esa humanidad, deponiendo sus prejuicios, y que sean capaces de presentarse ante toda clase de gente sin pretensiones de superioridad. A la magnitud de la dificultad que ellos sienten, corresponde la situación-límite en la que va a ponerlos Jesús. De ahí el uso (única vez con los discípulos) del verbo “ordenar”, que no admite réplica, así como la minuciosidad de las instrucciones.

Los envía sin provisiones de ningún tipo. Las instrucciones de Jesús son contundentes: para el camino no deben proveerse de nada. La subsistencia de los discípulos estará en función de la buena voluntad de la gente. Han de tener, por tanto, una actitud favorable hacia la humanidad, darle un voto de confianza. Esto es lo que puede llamarse fe en el ser humano.

No van a ser autosuficientes, van a depender de las demás personas: Van a presentarse como iguales y solidarios (de dos en dos) y han de confiar en la solidaridad. Ellos necesitan más de los otros que los otros de ellos; van a recibir antes que a dar. No podrían proclamar en el futuro un mensaje de igualdad y solidaridad sin antes haberlas practicado y experimentado.

El envío no requiere preparativos; basta ponerse en camino. No han de llevar “pan”, es decir, alimento, pero tampoco “alforja” para recibir limosna, pues no se presentan como mendigos. No deben aceptar dádivas ni recibir provisiones para continuar el camino, sino mostrar absoluto desinterés. Deben hacer patente que no buscan su propia ventaja ni pretenden aprovecharse de nadie. No van a confiar sólo en algunos hombres, sino en todos.

Tampoco han de llevar dinero, ni siquiera monedas de bronce, que era la morralla que llevarían los pobres [3]. Al indicarles Jesús que vayan más desprovistos que los pobres mismos, muestra que no pretende, en primer lugar, que den ejemplo de pobreza, sino que hagan visible la confianza en la gente, Ellos que han sido educados en ideas o principios de discriminación dentro de Israel y de superioridad respecto a los otros pueblos, tienen que transmitir el mensaje opuesto. Jesús no les encarga enseñar ninguna doctrina religiosa, solamente mostrar con su conducta un mensaje humano, el de la igualdad, fraternidad y solidaridad entre todos los hombres, por encima de las diferencias de cultura o religión, de idologías, ritos y creencias [4]. Lo único que deben llevar es lo que sirve para caminar y lo que los define como itinerantes, no sedentarios: bastón y sandalias, elementos indispensables para los viajes largos [5]. No deben llevar puestas dos túnicas. Eso era propio de la gente rica [6]. El vestido refleja la clase social a la que se pertenece, y ellos han de estar al nivel de la gente modesta, y no al de la clase pudiente.

Si el verbo “enviar” (“apostello”) implica que los enviados son representantes cualificados del que envía, se retrata en las instrucciones a los Doce, cuál es la actitud de Jesús ante toda la humanidad, conforme al contenido del secreto del reinado de Dios: que Dios desea llevar a la plenitud de vida a todo ser humano sin ningún tipo de distinción; que Él quiere ser Padre de la humanidad entera y que su amor suprime toda discriminación (4,11)

Después de encargarles lo que tienen que hacer (v.7) y de darles las indicaciones sobre cómo han de presentarse (vv. 8-9), Jesús va a mostrarles cuál ha de ser su reacción, según la acogida que reciban (vv. 10-11)

10 Además les dijo: “Dondequiera que se alojen en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de allí.

11 Y si un lugar no los acoge ni les hace caso, márchense de allí y sacudan el polvo de los pies como prueba contra ellos”.

Cuando un judío viajaba, se hospedaba siempre en casa de otros judíos. Lo que han de hacer los enviados se opone frontalmente a esa práctica. Ahora, los Doce tendrán que practicar cosas que para un buen judío eran absolutamente impensables: entrar en cualquier casa[7], especialmente si se trata de una casa de paganos, despreciados y considerados impuros por los judíos; depender de ellos para la supervivencia; no observar las normas alimentarias propias del judaísmo. Esto les llevará a constatar que hay gente humana y acogedora por encima de las ideologías o religiones. Jesús les había expuesto el mensaje completo y no ha servido. Con palabras ha sido inútil. Ahora intenta que sea el contacto con la realidad humana lo que los convenza. Esta es una nueva prueba de su solicitud por ellos.

Respecto al contacto con la gente que van a encontrar, han de aceptar la hospitalidad que les ofrezcan, sin cambiar alojamiento, para no desairar la buena voluntad ni afrentar la hospitalidad ofrecida. No tienen que informarse o investigar sobre quien los acoge. Simplemente deben aceptar a las personas y lo que ellas les ofrecen, haciéndose iguales a todos, sin exigencias ni remilgos y sin mostrarse reacios a los usos del lugar. No les dice que curen a los enfermos ni que expulsen a los demonios o espíritus inmundos. La solidaridad que pide no debe basarse en el agradecimiento o en reconocimiento de hechos extraordinarios, sino solamente en que son seres humanos sin recursos.

Los enviados han de dar un testimonio múltiple: de igualdad entre ellos y con todos; de desinterés, no queriendo acaparar alimento ni dinero; de dignidad, por no presentarse como mendigos; de pobreza, por la calidad de su vestido; de confianza en la solidaridad de todos; de sencillez y gratitud, aceptando todo tipo de condiciones de alojamiento que les ofrezcan. Y al depender de la buena voluntad de los demás, se elimina toda pretensión de superioridad.

La gente que los acoja estará acogiendo a extraños. Contrariamente a la xenofobia judía, hay en todas partes personas dispuestas a ayudar hasta a los más desprovistos. Esto ha de enseñar a los Doce a derribar las barreras que ha erigido la religión judía, cuando vean que otros no las establecen respecto a ellos. Los parámetros deben cambiar cuando experimenten que gente extraña se abre al que no tiene nada y de quien no esperan nada. La acogida de los pobres es la prueba del amor desinteresado.

Pero hay que contar con la posibilidad del rechazo, como le ocurrió a Jesús. Donde no los acepten a ellos o no les hagan caso, deben abandonar ese lugar. Puede haber gente que no se conmueva ante la necesidad ajena, e ideologías nacionalistas que no admitan la igualdad de todos los pueblos. Quienes rechazan la solidaridad y la hermandad carecen de humanidad y fomentan la injusticia.

Para quedarse en un lugar, basta que una casa/familia los acoja; para marcharse hace falta que el rechazo provenga de toda la colectividad (“un lugar”). Es decir, deben aprovechar la mínima ocasión que se ofrezca para entablar contacto con la gente.

No han de imponer su presencia a nadie, pero tampoco perder tiempo. No harán proselitismo, respetarán la libertad, pero señalando la responsabilidad de las opciones humanas que no son indiferentes. Van a mostrar un modo de actuar que invita a corregir todo lo que en cada ambiente se oponga a él. Sin embargo, no deben detenerse a polemizar con los que los rechacen, aunque si les cierran las puertas, deben denunciar esa actitud.

Sacudirse el polvo” de las sandalias era un gesto que hacían los judíos al volver de territorio pagano. Con este signo se indicaba que no se quería contacto alguno con los que no conocían ni daban culto al verdadero Dios, considerados como impuros. El gesto de los enviados acusa a los habitantes del lugar que los rechaza, de que, por su culpa no hay diálogo posible. El mensaje de Jesús, que es el de Dios, incluye el deseo activo del bien de todos los hombres, de la solidaridad, de la paz; en una palabra, del amor. El alejamiento de Dios se debe al rechazo de este mensaje y es responsabilidad del ser humano (7,15).

El pasaje define así quiénes son los verdaderos paganos, es decir, quienes no conocen o se oponen al verdadero Dios. Para Israel, eran los que no profesaban su religión. Para Jesús, los que, sean o no judíos, se muestran inhumanos con el prójimo y se niegan a prestarle ayuda. El conocimiento del verdadero Dios no depende de las creencias, sino del modo de actuar. Quien no refleja en su conducta el amor universal de Dios es un pagano, independientemente de sus creencias religiosas.

En estas instrucciones de Jesús, Marcos expone las condiciones que han de cumplirse en toda misión futura, poniendo de relieve los obstáculos que impiden la de los Doce o del Israel mesiánico. Lo más importante, sin embargo, no es atenerse a la letra de las instrucciones sino adoptar las actitudes que ellas reflejan: un enviado de Jesús no ha de presentarse con pretensiones de superioridad ni actuar con atisbo de codicia, sino con sencillez y desprendimiento. No debe discriminar sino tratar a todos como iguales. Ha de inspirar confianza y, en principio confiar en todos. Antes de dar tiene que estar dispuesto a recibir. Tiene también que denunciar las actitudes y comportamientos inhumanos o insolidarios ahí donde se produzcan.

Puede haber en el pasaje una crítica a la actitud de los judaizantes del tiempo de Marcos en su trato con los paganos.

12 Ellos se fueron y se pusieron a predicar que se enmendaran;

13 expulsaban muchos demonios y, además, daban unturas con aceite a muchos postrados y los curaban.

Recibidas las instrucciones, los Doce se ponen en marcha y comienzan a actuar por cuenta propia. No se precisa a donde van ni cuanto durará su labor. Pero en todo caso, la actividad que desarrollan no coincide en absoluto con el encargo recibido de Jesús.

En primer lugar, predican exhortando a la enmienda. Además expulsan demonios, y por último, curan con unturas de aceite. Ninguna de estas tres actividades había sido mencionada por Jesús. En su itinerario, los enviados no se atienen en nada a las instrucciones recibidas. El arrepentimiento o enmienda expresado con el símbolo del bautismo en el río, había sido el pregón del bautista para Israel y obtiene el perdón de los pecados, en previsión del paso definitivo, el bautismo con el Espíritu, que había de ser realizado por el Mesías. En Galilea antes de revelar la universalidad del Reino de Dios, Jesús había hecho suya la exhortación a la enmienda como condición preparatoria o paso previo para el Reinado de Dios. En cambio, cuando se ha referido a los paganos, la condición para el perdón no se ha propuesto en términos de arrepentimiento/enmienda, sino de fe en Jesús.

Para su actividad, los Doce se inspiran en la proclama inicial de Jesús que anunciaba la proximidad del Reino de Dios, y al predicar la enmienda, muestran que han circunscrito su labor a los judíos. Se deduce de esto que su interpretación del reinado de Dios no coincide con la de Jesús. Éste, según lo había anunciado antes Juan el Bautista, lo concibe como la renovación del hombre por la infusión del Espíritu, que va a ser ofrecida a la humanidad entera. Los Doce, en cambio, que se mueven dentro de las categorías judías, identifican el Reinado de Dios con la renovación de Israel y la restauración de la gloria nacional.

Las dos actividades que ejercen, la expulsión de los demonios y las curaciones, están en paralelo con las ejercidas por Jesús en Cafarnaún y por toda Galilea, antes de proponer su programa universal. Quieren resucitar en Israel el entusiasmo logrado en Cafarnaún por la actividad de Jesús, sin tener en cuenta que Él rechazó aquella popularidad. Para ellos, Jesús desaprovechó entonces la ocasión de constituirse en lider popular reformista.

Es decir, siguen en su mentalidad exclusivista de siempre. A pesar de la insistencia de Jesús, no comprenden o no aceptan que el amor de Dios quiere comunicar vida a todos los seres humanos, sin distinción. Aunque asumen la proclama de Jesús en Galilea, la deforman completamente.

Expulsaban muchos demonios” La existencia de muchos endemoniados supone una situación de opresión ideológica generalizada. La ideología del sistema religioso-político judío provoca la exaltación y el extremismo violento de muchos individuos. En este ambiente, la actuación de los enviados es eficaz.

Dado que, mediante la exhortación a la enmienda, anuncian la proximidad del Reinado de Dios interpretado como la liberación del pueblo y la restauración de la gloria de Israel, no es extraño su éxito con los violentos. Muchos de ellos, ante este anuncio, deponen su actitud; se adhieren a los que proponen la reforma, de modo parecido a lo que sucedió con Jesús en Cafarnaún (1,33). Como en 1,34, la determinación “muchos” no es restrictiva, sino que subraya el gran número de los liberados e indica el éxito de la actividad de los Doce. Estos eliminan la exaltación fanática (“demonios”), pero dejando intacta su raíz, el espíritu nacionalista que domina la sociedad judía.

Tampoco la segunda actividad, la de curación, había sido encargada por Jesús, pero como se ha dicho, los Doce siguen la pauta de la actuación de éste en Cafarnaún. Pretenden suscitar un entusiasmo semejante al que entonces prendió en aquella ciudad. No han olvidado aquel episodio y quieren resucitar la circunstancia que granjeó tanta fama y popularidad a Jesús. No han asimilado nada de su enseñanza y actividad posterior.

No curan, sin embargo, a “los que se encontraban mal”, como había hecho Jesús (1,34). Es decir, no remedian las condiciones de opresión social que existen en la sociedad judía, sino a los postrados. El hecho de que Marcos utilice aquí por segunda y última vez un término poco frecuente para referirse a los enfermos, indica que quiere señalar un sentido particular. Es el mismo usado en 6,5, lo que pone a la actividad de curación de los Doce en paralelo o en contraste con la de Jesús en su patria. Ahí, Jesús había curado a unos pocos postrados. El hecho de recibir de Él la curación muestra que éstos pocos no compartían la pésima opinión de sus conciudadanos sobre Jesús. Lo consideraban un profeta, un enviado de Dios y no un agente de Satanás. Eran, por tanto, individuos que se veían impotentes ante una mayoría incodicional de la doctrina de los letrados. Esta situación es la que Marcos, describe como postración o falta de vigor; son víctimas de la opresión de la mayoría: débiles para oponerse, sin fuerza para levantarse de su postración.

Jesús los había curado de su situación de desánimo y abatimiento por el simple contacto con su persona, sin sacarlos de la institución, sin proponerles su alternativa ni poniendo por condición la fe. No hay salvación o solución definitiva, solamente ánimo y fuerzas para seguir adelante. En la sociedad en la que actúan los Doce, hay, al lado de los muchos fanáticos, muchos postrados o faltos de vigor, que se sienten sin fuerza para oponerse a la tiranía de la institución religiosa y han perdido la esperanza de liberación. Los enviados “los curan” -sin liberarlos de las causas de su postración- pero no por el contacto personal “aplicándoles las manos”, sino con unturas de aceite.

Unguirse con aceite tiene a menudo en el AT., el sentido de perfumarse y señala el fin del luto o del duelo por una desgracia. En ningún texto se asocia la curación a la alegría.

El sentido de la untura con aceite está en relación con la situación de los postrados, los abatidos por la opresión ideológica del sistema judío. Como en el caso de Jesús, la curación de estos postrados consiste en infundirles esperanza. Es decir, los Doce, con su llamada a la renovación de Israel reavivan las expectativas de la restauración del pueblo judío dando ánimos a los deprimidos y sacándolos de su postración. Con estas curaciones quieren los Doce suscitar la fe que Jesús pedía ante el anuncio de la cercanía del reinado de Dios. Tener fe en esta buena noticia, aunque interpretando el reinado de Dios en un sentido inadmisible para Jesús.

Hay un enorme contraste entre el fracaso de Jesús y el éxito de los Doce. En la Sinagoga de su tierra, Jesús se presentó como profeta y fue rechazado por los fieles de la institución religiosa. En las instrucciones que dio a los Doce había previsto que también ellos encontrarían rechazo. Pero no lo experimentan en absoluto, lo que indica que no chocan con la mentalidad ambiente. Esto confirma que no han seguido las instrucciones de Jesús. Si hubieran alternado por igual con paganos y judíos, como era la intención de Jesús, ciertamente habrían encontrado una fuerte oposición en la sociedad judía.


[1] Dt. 19,15; Num. 35,30; Dt. 17.6

[2] La afirmación “espíritus inmundos” apareció en la sinagoga de Cafarnaún (1,22-27) y representa el nacionalismo violento y fanático de las masas que veían en Jesús un liberador por la vía de la violencia. En 3,11 y en el episodio del geraseno (5,2-13) aparece como subversión violenta.

[3] La ausencia de dinero muestra que no van así por austeridad ni por espíritu de pobreza; no son ascetas profesionales ni mendigos. Van desequipados como expresión de su confianza en la humanidad.

[4] Frente al orden romano regido por códigos de honor, poder y dinero, y frente al orden judío, edificado sobre la distinción nacional y la pureza religiosa, Jesús propone un nuevo orden universal basado en la donación y la acogida, superando la vieja diferencia entre judíos y no judíos.

[5] En los viajes largos más allá del horizonte de Palestina, el bastón y el calzado resultaban indispensables, aunque también eran necesarias en los caminos rocosos de Galilea.

[6] Esto expresa la renuncia a un signo de riqueza y de lujo, señal de hombres ricos y ociosos.

[7] El historiador Flavio Josefo señala que en cada ciudad judía había una persona que se encargaba de buscar y dar hospedaje y alimentos a los judíos peregrinos.

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