Marcos 6, 34-46

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EL PAN DEL ÉXODO PARA ISRAEL

34 Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

35 Como se había hecho ya tarde se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “El lugar es un despoblado y ya es tarde;

36 despídelos que vayan a los caseríos y aldeas de alrededor y se compren de comer”.

37 Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Le dijeron: “¿Vamos a comprar pan por doscientos denarios para darles de comer?”

38 Pero Él les repuso: “¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver. Cuando lo averiguaron, dijeron: “Cinco panes y dos peces”.

39 Les mandó que los hicieran recostarse a todos en la hierba verde formando corros,

40 pero se echaron formando cuadros de ciento y de cincuenta.

41 Tomando Él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes en trozos y se los fue dando a los discípulos para que los sirvieran; también los dos peces los dividió para todos.

42 Comieron todos y se saciaron,

43 y recogieron doce cestos llenos con trozos, también de los peces.

44 Los que comieron eran cinco mil hombres adultos.

45 Enseguida obligó a sus discípulos a que se montaran en la barca y fueran delante de Él al otro lado, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la multitud.

46 Cuando se despidió de ellos se marchó al monte a orar.


34 Al desembarcar vio una gran multitud; se conmovió porque estaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.

El propósito de Jesús al embarcarse con los Doce cuando éstos volvieron de su gira (6,31) era estar a solas con ellos para vencer su resistencia al mensaje universalista, pues hasta entonces, las circunstancias le habían impedido hacerlo (3,20; 6,31). Este propósito se frustra de nuevo por la presencia de la multitud. Jesús no podrá instruir en privado a los discípulos, quienes en consecuencia, van a seguir aferrados al ideal de la renovación de Israel que han propugnado en su actividad anterior. (6,12; 6,30).

La gran multitud está compuesta por los muchos que reconocieron al grupo mientras iban en la barca y fueron por tierra corriendo a este lugar desde todos los pueblos (6,33). Es decir, continúa la reacción popular grandemente favorable a la actuación de los Doce, reacción manifestada antes en los muchos que iban y venían donde estaba Jesús con ellos (6,32). La multitud esperaba al grupo, pero Marcos, separa a Jesús de los discípulos que, por el momento, desaparecen de la escena. Aunque fue el grupo el que viajó en la barca (6,33), Marcos, sólo señala el desembarco de Jesús (“Al desembarcar -él- vio una gran multitud; se conmovió -él-...”) y sólo él va a entrar en contacto con la multitud. Los discípulos “no están con él” (3,14).

Jesús se da cuenta de la presencia y de la situación de la multitud y Marcos, señala la reacción que ésta le provoca (“se conmovió”). Este es el mismo sentimiento que experimentó ante el leproso (1,40). Es la emoción propia del amor tierno ante el infortunio, que implica y manifiesta la sensibilidad ante el mal ajeno. Es el sentimiento atribuido a Dios mismo en el AT., y que, en el judaísmo muestra la reacción de Dios ante la miseria humana y su deseo de ponerle fin.

El motivo de la conmoción de Jesús no es que la multitud no tuviera qué comer, ni ella expresa de algún modo que esperase ser alimentada por Él. Es, en cambio, que esa multitud “estaba como ovejas sin pastor”, desorientada, sin saber adónde ir; no tiene a nadie que la guíe y la defienda. Han llegado de todos los pueblos, es decir, de todas las poblaciones donde hay sinagoga. Esto insinúa que toda la gente de Galilea, sujeta a la enseñanza oficial, está en esa situación. Marcos, está denunciando así, la conducta de los pastores de Israel, pues el pueblo se encuentra desorientado por culpa de los dirigentes, y es explotado por ellos. Es la injusticia, la explotación y el egoísmo de los que se proclaman jefes/pastores de Israel lo que ha creado la lamentable situación de la gente y su expectativa[1].

Es ese pueblo decepcionado el que se ha adherido a la propuesta reformista y nacionalista de los Doce. Ha visto en el grupo de discípulos a sus nuevos pastores y cree que ha encontrado en su doctrina el alimento que necesitaba. De ahí que no espere nada de Jesús. Pero, aunque los Doce se han presentado como guías del pueblo, éste sigue tan desorientado como antes, pues, en realidad, los Doce no proponen nada nuevo, siguen pensando en las categorías del judaísmo, incapaces de liberar a la gente de la opresión que sufre. Ante esta situación, el evangelista desacredita la postura de los discípulos.

Jesús asume la función de Pastor de Israel, el anunciado por los profetas, al que identifican con David o con su vástago, el Mesías (Jr. 23,5-8; Ez. 34,23). Al ser la primera vez que Jesús asume esta función -ya que hasta este momento Jesús se ha presentado sólo como profeta- indica Marcos, que como Pastor-Mesías, va a exponer en este episodio su programa mesiánico. Pero no lo hará dominando a las ovejas[2] /pueblo, sino dándoles alimento, ofreciéndoles enseñanza y comida, según el doble significado del alimento/pan en el judaísmo.

Jesús empieza enseñando, es decir, a partir del Antiguo Testamento, muestra a la multitud las características del Reino de Dios[3]. No se explicita el contenido de la enseñanza, pero ésta se describe con la misma frase que introdujo la enseñanza anterior junto al lago: “Y se puso a enseñarles muchas cosas” (4,2 y 6,34). El texto remite así al contenido de las parábolas, especialmente a las del Reino (4,26-32). Sin embargo, a diferencia de entonces, ahora Jesús no habla en parábolas.

El cambio en el modo de enseñar se debe, sin duda, al propósito de contrarrestar el mensaje reformista y nacionalista propuesto por los Doce, que ha suscitado la expectativa y el entusiasmo popular. Jesús tiene que hablar abiertamente para hacer comprender a esta multitud, previniéndola contra lo que ha oído de los discípulos. No puede andarse con rodeos.

Orientar a la gente no era cosa simple. Eran muchos los puntos que había que tocar y enderezar (“muchas cosas”). La multitud necesita una larga instrucción. Jesús les ofrece el “pan” del mensaje, el alimento que puede dar vida a este pueblo.

No hay reacción de la gente a la enseñanza, como no la hubo al final de la enseñanza en parábolas (4,33), porque Jesús no halaga el nacionalismo, ni se presenta como líder reformista. Contrasta esta falta de reacción con el entusiasmo que despertó la enseñanza de los discípulos (6,30).

35 Como se había hecho ya tarde se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “El lugar es un despoblado y ya es tarde;
36 despídelos que vayan a los caseríos y aldeas de alrededor y se compren de comer”.

No se ha indicado el momento en que Jesús empezó a enseñar, pero sí se dice que su enseñanza se prolonga hasta ya tarde. Es tanto lo que tiene que comunicar a la gente, que la hora no cuenta. Tampoco la gente parece hacer caso del tiempo que ha pasado.

Ante el dilatarse de la enseñanza, los discípulos la interrumpen. Al decir “se acercaron” Marcos, indica que estaban lejos de Jesús, es decir, que no estaban con Él (3,14). Narrativamente habría parecido natural que estuviesen a su alrededor escuchando también ellos la enseñanza, sin embargo, no ha sido así. De esta manera figurada señala Marcos, la falta de adhesión de los discípulos. No escuchan a Jesús ni están interesados en lo que dice; se acercan sólo para interrumpirlo.

Dan los motivos de la interrupción: que el lugar es un despoblado, un desierto, y que ya es tarde; es tiempo de terminar la enseñanza y ponerse a comer. Los discípulos no tienen en gran estima la labor de Jesús con la gente. Quieren que la multitud vaya, antes de que sea demasiado tarde, a lugares donde pueda comprar alimento. Mostrando su insolidaridad, se desentienden de ella (“despídelos”).

No tienen más horizonte que el de la comida material. Muestran así la pobreza de su programa y su carencia de alternativa. Por otra parte, no se ha señalado que la multitud tuviera hambre o estuviera pasando necesidad. No esperaba alimento de Jesús. Dado el doble sentido del alimento, enseñanza y comida, Marcos, indica así que esta multitud, que sigue a los discípulos, estaba satisfecha con el mensaje que ellos han propuesto, el de la renovación de Israel. De hecho, no han ido buscando a Jesús, sino al grupo de los discípulos. Jesús ha tenido que tomar la iniciativa y ponerse a enseñar, aunque no se lo habían pedido.

El despoblado, en el lenguaje figurado de Marcos, indica la ruptura con la sociedad opresora; es el lugar del éxodo (1,35). Los discípulos quieren persuadir a Jesús de que deje de enseñar (dar el pan del mensaje) para que la gente vaya a los lugares poblados (sociedad) a buscar el pan material. Pero, como va a demostrarlo con su acción, para Jesús ambos panes son inseparables.

La observación “es ya tarde” es casi un reproche a Jesús por su imprevisión. No lo consultan ni le preguntan cuáles son sus planes. Al contrario, le dan una orden; le dicen lo que tiene que hacer, como si ellos tuviesen autoridad sobre Él. Intentan forzarlo; ellos toman la iniciativa, como cuando la travesía de Gerasa (4,35).

No están preocupados por sí mismos; no proponen ir a comprar pan para ellos, lo que indica que han llevado provisiones y tienen de comer[4]. Quieren que la multitud abandone el lugar desierto y vuelva a la sociedad insolidaria, donde cada cual debe procurarse el sustento sin tener en cuenta a los demás.

Los discípulos no preguntan a Jesús qué conviene hacer en esta situación. La solución que proponen es individualista. Se manifiesta el egoísmo del grupo; ellos tienen para comer; que cada cual se agencie su pan[5]. Muestran que no son pastores; se desinteresan del pueblo, como los dirigentes. No tienen nada que ofrecer.

37 Él les contestó: “Dénles ustedes de comer”. Le dijeron: “¿Vamos a comprar pan por doscientos denarios para darles de comer?”

Cuando los discípulos afirman la necesidad de despedir a la gente, solución insolidaria que esquiva el compromiso, Jesús les hace una inesperada contrapropuesta: “Dénles Ustedes de comer”. Él les pide que ellos se ocupen de la multitud, no pueden desentenderse de ella. Les cambia la perspectiva; todos deben comer por obra de los discípulos.

El “dar” que les pide Jesús se opone a la propuesta que ellos han hecho de que la multitud vaya a comprar alimento. Este “comprar” implicaba que cada uno debía resolver el problema por su cuenta. El dar, en cambio, implica la solidaridad y la generosidad. Son dos planteamientos diametralmente opuestos. El de los discípulos, que se conforma con que cada cual busque satisfacer sus necesidades materiales por medio del dinero, ateniéndose a lo que es normal en la sociedad; y el de Jesús, que abre una dimensión alternativa, la del compartir.

El “dar” que Jesús propone está en la línea del amor. El alimento es factor de vida y de la calidad del alimento depende la calidad de la vida. El alimento de siempre (el que proponen los discípulos), alimento sin amor, sostiene la vida física, pero no transforma al hombre. El que propone Jesús, alimento con amor-solidaridad, que implica el don de sí mismo, no sólo sostiene la vida física, sino que al crear una nueva relación humana, la del amor mutuo, va transformando al hombre. Dar pan con amor significa ofrecer vida.

Como se ha visto en el v.34, la enseñanza de Jesús a esta multitud retomaba los temas tratados en el discurso de las parábolas. En la orden que da a los discípulos (“dénles Ustedes de comer”) hay sin duda, una alusión a la primera parábola del Reino: “cuando el fruto se entrega”. La característica del hombre nuevo, del seguidor de Jesús, es precisamente el don de sí mismo a los demás (4,29), y el primer paso de esta entrega es saber compartir lo que se tiene, base para construir una sociedad humana solidaria.

Pero los discípulos no habían comprendido las parábolas (4,34). Después no han encontrado tiempo para que Jesús los instruya (6,31) y no han escuchado su enseñanza a la multitud (6,35). Por eso no salen de sus propios esquemas y no saben interpretar la propuesta de Jesús. Si como Él dice, han de dar de comer a la gente, tienen que recurrir al dinero, el único medio que ellos conocen para obtener alimento, y si la gente no va a comprar, tendrán que ir ellos mismos. Piensan en las categorías de siempre; no comprenden la alternativa que propone Jesús ni sus propósitos, pues, aunque con dinero se puede comprar y dar pan, no se cambia la relación humana, porque no hay don de la persona. Para empezar una nueva sociedad, el pan debe ser el vehículo de la solidaridad que transmite vida.

Los discípulos plantean el problema de la cantidad de dinero necesaria para dar de comer a la multitud: doscientos denarios[6] era más de medio año de jornal de un trabajador. La propuesta de Jesús les parece absurda. Para ellos, la gran cantidad de dinero que se necesita es el obstáculo para poder alimentar a la multitud[7]. Ellos mismos reconocen que es imposible, que no está a su alcance satisfacer la necesidad material de la gente.

Sin embargo, ellos que hablan de dinero para comprar provisiones, habían sido enviados por Jesús sin permitirles llevar provisiones y dinero (6,8). En aquella ocasión debían haber vivido de la solidaridad de la gente, experimentando la generosidad de los otros. Pero como no llevaron a la práctica las instrucciones de Jesús (6,12), no han aprendido la lección. No saben de solidaridad ni de generosidad.

38 Pero Él les repuso: “¿Cuántos panes tienen? Vayan a ver. Cuando lo averiguaron, dijeron: “Cinco panes y dos peces”.

Dar” significa ofrecer y compartir, y está en relación con tener; se da o se comparte lo que uno posee. Por eso Jesús les pregunta por el número de panes disponibles. El grupo posee panes que no han podido obtener en el despoblado; los han traído del lugar donde antes estaban, pero no se les ocurre compartirlos. Jesús, que no tiene parte en este egoísmo colectivo, se excluye del grupo. No dice “tenemos” sino “tienen”. Los discípulos no están preocupados por su propia subsistencia, pero no saben siquiera el número de panes que tienen.

Las palabras de Jesús “vayan a ver”, que sugieren que los discípulos tienen que alejarse para saber de cuántos panes disponen, está en relación con el “acercarse” de antes para interrumpir la enseñanza. Los panes que ellos tienen no sólo no son de Jesús, sino que están lejos de él. Son panes no solidarios, que no están a disposición de la gente.

Entra aquí el doble sentido del pan, el material y el figurado, el pan-doctrina. En la pregunta de Jesús “¿Cuántos panes tienen?” está implicado el segundo sentido: ¿Qué mensaje tienen para ofrecer?. Ellos, que no han escuchado la enseñanza de Jesús, cuando fueron enviados propusieron la suya (6,30), la del nacionalismo y la reforma de las instituciones, con Jesús como líder. Pero no han reflexionado sobre el origen de esa enseñanza y tienen que caer en la cuenta de él.

El número cinco de los panes alude a los libros de Moisés (Pentateuco) a los que llamaban La Ley[8]. La pregunta de Jesús hace que los discípulos constaten que el mensaje que proponen está en la línea de la Ley, conforme a los principios del judaísmo. No han captado la novedad de Jesús, no ven en él al Mesías.

No contestan sólo sobre el pan que tienen, añaden otra información; tienen además dos peces. La suma de 5+2 = 7 , es el número que expresa la totalidad. Marcos, utiliza este artificio literario para indicar que Jesús va a disponer de todo el alimento que tiene el grupo, aunque dándole un nuevo sentido. Esto coincide con el significado antes señalado del verbo “enseñar” en Marcos, que indica la exposición del mensaje a un auditorio judío tomando pie de pasajes del Antiguo Testamento para desarrollarlos, corregirlos o rechazarlos.

La comida cotidiana de los pobres era el pan y la sal. El pescado se comía en ocasiones especiales. Lo que Jesús va a ofrecer puede llamarse un banquete de pobres[9].

El lugar desierto o despoblado, unido al tema del pan/maná, pone la perícopa en clave del éxodo. En el primer éxodo, Dios alimentó al pueblo en el desierto. En éste, Jesús va a alimentar a la multitud en el lugar desierto. Dado que en el judaísmo de la época se pensaba que el Mesías habría de realizar el éxodo o liberación definitiva, se entiende que en el episodio de los panes, Jesús pretende darse a conocer como Mesías, tanto a los discípulos como a la multitud, y explicarles el modo como ha de efectuarse esta liberación. Marcos no relata, por tanto, un suceso ocasional, sino que pretende exponer el programa mesiánico de Jesús. De ahí la unión del tema de la enseñanza (pan figurado) con el reparto del pan (pan real). Ambos temas son complementarios. La solidaridad demostrada en el reparto del pan es el núcleo del mensaje liberador[10]. La alusión a la Ley indica que Jesús va a proponer las normas de conducta que darán su identidad al nuevo Israel.

39 Les mandó que los hicieran recostarse a todos en la hierba verde formando corros,

40 pero se echaron formando cuadros de ciento y de cincuenta.

Lo que va a encargar Jesús a los discípulos va a ser difícil para ellos. Por eso, para vencer la posible resistencia actúa con autoridad: “les mandó”, verbo usado por Jesús en otras dos ocasiones (1,27 y 9,25) para dirigirse a los espíritus inmundos. De esta forma Marcos, hace explícito el interés de Jesús: quiere vencer el mal espíritu que domina al grupo.

Los discípulos deben hacer que la gente se recueste en la hierba. Comer recostado era propio de los hombres libres (2,15). A través de los dsicípulos Jesús está invitando a todos a la libertad; es, por tanto, misión de los discípulos impulsar a los hombres a ser libres. La libertad para optar o decidir y expresarse, es la primera condición para el desarrollo humano. Sin ella, el ser humano no tiene posibilidad de crecimiento. Jesús está traduciendo en acción el mensaje contenido en su enseñanza anterior.

Va a tener lugar la comida del nuevo éxodo, la de la nueva Pascua. Por eso no van a comer como oprimidos o súbditos -“lo comerán de pie, a toda prisa”- (Dt. 16,3). Al mismo tiempo, comer recostado es una postura de reposo. Se opone a comer de pie, postura del esclavo y signo de urgencia, como se hizo en el antiguo éxodo (Ex. 12,11). La liberación está dada. Es el primer aspecto del Reino; sus ciudadanos son hombres y mujeres libres.

Parece una incongruencia la indicación del texto: que se recostasen “sobre la hierba verde”, cuando antes se ha constatado que el lugar era un despoblado/desierto (v35). Sin embargo el significado que el autor quiere transmitir es claro: la hierba verde es promesa de bendición y abundancia; es la esperanza de la mies copiosa. La hierba verde, portadora de semilla, fue el don de Dios Creador para alimentar a todos los seres vivientes (Gn. 1,29); en tiempos del rey-mesías, las espigas habrían de brotar como hierba del campo (Sal. 72/71, 16)[11]. Se retoma de este modo la idea de Jesús-Pastor de Israel, con su implicación mesiánica. La “hierba verde” es así, figura del reino mesiánico, de la tierra prometida. El Sal. 23/22 afirma que Dios, como Pastor, hace recostar a sus ovejas en un lugar de verdor, que lo guiará por el sendero del justo y que le prepara una mesa . La alusión a este salmo muestra que Jesús, como Pastor-Mesías, ejerce las funciones atribuidas a Dios en el Antiguo Testamento[12]. Sigue plasmándose, esta identificación de Dios, en hechos y símbolos de la enseñanza de Jesús. En este éxodo no hay un intervalo entre la salida de la opresión y la entrada en la tierra prometida, es decir, entre la ruptura con los valores de la sociedad injusta y la pertenencia al Reino de Dios.

El término griego para “corros” (symposia), que denota el “comer y beber juntos”, expresa la idea de una reunión informal y, con ella, la alegría y la amistad entre los comensales. Colocarse en “corros” insinúa el orden y el carácter festivo de la comida. Los “corros” no tienen un número fijo de personas, ni nadie los preside, reina en ellos la igualdad. Es misión, por tanto, de los discípulos, además de impulsar a los individuos a la libertad, formar comunidades fraternas de iguales. Es el segundo aspecto del Reino, implícito en la parábola del grano de mostaza (4,30)

De este modo, el lugar desierto, símbolo de ruptura con la sociedad, resulta ser el lugar de la libertad (“comer recostados”) y de la igualdad (“en corros”), donde se anuncia la abundancia (“hierba verde”) y se forma la nueva comunidad humana en la fraternidad y la amistad.

La gente, sin embargo, no secunda la orden dada por Jesús a los discípulos. Por propia iniciativa se colocan en “cuadros”[13], que son formaciones fijas de cincuenta y de ciento. Es decir, no se organizan en grupos de comensales y amigos, sino que espontáneamente se disponen conforme a una estructura que recuerda la establecida por Moisés para el pueblo. El texto alude a Ex. 18,13-27 y Dt. 1,9-18, donde se expone la creación de jefes de mil, de cien, de cincuenta y de veinte, para que administrasen la justicia al pueblo, descargando así esa responsabilidad a Moisés, para que él realizara sólo la función de mediador. Esto muestra la mentalidad de la multitud, que ante la invitación a la libertad (“recostarse en corros) y a la igualdad, responde con un gesto de sumisión (“formar cuadros”). Elige la dependencia, y los discípulos no hacen nada para evitarlo.

La invitación de Jesús a la libertad y a la igualdad choca con la mentalidad jerárquica que los dirigentes de todo signo han inculcado al pueblo. Este sólo está acostumbrado a que lo dirijan y lo manden. Por eso, aquellos hombres ven en Jesús al nuevo Moisés, pensando que Él constituye jefes a los discípulos para que administren justicia. Esperan la restauración de Israel propuesta por los Doce. Entre lo que éstos habían enseñado, un proyecto reformista y jerárquico, y lo que les ha enseñado Jesús, un proyecto innovador y libre, se han quedado con lo primero. La gente se somete; está dispuesta a obedecer a sus líderes; deja su responsabilidad en manos de otros. La larga enseñanza de Jesús está fracasando. Esta multitud que buscaba al grupo de los discípulos y no ha pedido nada a Jesús, no ha salido de las categorías del judaísmo. La pasada actividad de los enviados, inspirada en la Ley, sigue neutralizando el mensaje.

41 Tomando Él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes en trozos y se los fue dando a los discípulos para que los sirvieran; también los dos peces los dividió para todos.

El texto no dice que los discípulos le llevaron o le ofrecieron los panes, aunque según lo anterior, Jesús no los tenía consigo, ni estaban a su alcance. Los discípulos se habían limitado a informar sobre la cantidad de panes. Aquí se descubre un nuevo indicio del sentido figurado.

Ahora la iniciativa es de Jesús. Se repite la mención de los números, cinco y dos, indicando que Él toma la totalidad (siete) del alimento que posee la comunidad de discípulos. Como se ha dicho, los cinco panes representan los cinclo libros de la Ley, fundamento de la religión y de la sociedad judía. Ahora Jesús, como ha hecho en su enseñanza, tomando pie de la antigua Ley para superarla, va a exponer el nuevo mensaje. El doble alimento que ofrece (pan y amor = mensaje) es al mismo tiempo símbolo y factor de vida plena. Quiere repartir un alimento que transforme al hombre y lo lleve a la plenitud.

Las dos primeras acciones, coger el pan y los peces y mirar al cielo, están subordinadas a las tres principales que siguen: le bendición, la fracción y el reparto.

Jesús va a poner el alimento en una nueva dimensión. Para pronunciar la bendición alza la mirada al cielo, indicando así que Dios es objeto de alabanza, no fuente de poder. Los padres de familia judíos bajaban la mirada para pronunciar la bendición[14]. Así, el texto vuelve a señalar la especial relación de Jesús con Dios, misma que empezó a expresarse en el bautismo (1,10). Él es el Hijo de Dios; el que con toda libertad se dirige a su Padre y actúa en unión con Él.

Bendecir o pronunciar una bendición es el equivalente hebreo de dar gracias a Dios. Jesús no hace ninguna petición, sólo bendice a Dios o le da gracias por el don del alimento que Él ofrece generosamente a todo hombre, sin distinción. Vincula así el alimento con Dios, reconociendo que radicalmente, éste es un don de su amor a la humanidad. De este modo deja de ser propiedad exclusiva de cada uno o del grupo. El pan de los discípulos ya no es insolidario; como don de Dios, va a estar disponible para todos y nadie puede arrogarse el derecho a retenerlo o acapararlo. Es el pan de Dios Creador, gratuito y sobreabundante. Jesús le da gracias por su generosidad que no debe ser impedida por el egoísmo humano.

En este caso, al contrario que en otros episodios (1,41; 2,11), las palabras de Jesús, la bendición de Dios, no anuncian un suceso fuera de la ordinario. Son las palabras propias de un padre de familia al comienzo de una comida. Pero hay una diferencia: en el banquete judío, todos habían de escuchar la bendición de pie, antes de recostarse. Aquí, en cambio, Jesús la pronuncia cuando todos están ya recostados sobre la hierba. Es decir, el contacto con la esfera divina, manifestado en la bendición o la acción de gracias, no está separado de la vida ordinaria; Jesús lo integra en la cotidianidad humana.

El alimento es para todos; hay que dividirlo para que llegue a cada individuo. Jesús parte en trozos los panes y los peces. Todo debe compartirse para que la generosidad de Dios alcance a todos.

Después encarga a los discípulos servir el pan y los peces. Nótese el contraste con la expectativa de la multitud. Los más cercanos a Jesús deben estar en la comunidad como servidores, no como jefes. Los que ayudaban a Moisés recibieron parte de su espíritu para ejercer su autoridad (Num. 11,16). Jesús no da a sus discípulos parte de un poder, sino que les asigna un servicio. Ellos, que poseían el pan y los peces, deben ahora repartirlos y servirlos a la gente, tienen que poner a disposición de los demás todo lo que tenían. Es el don sin límite, expresión del amor sin límite. Así deberían transmitir y hacer visible el amor y la generosidad de Dios. El texo, sin embargo, no señala que los discípulos sirviesen el alimento a la multitud. En toda la escena no se menciona actitvidad alguna de ellos. Parece que el evangelista quiere indicar el carácter ideal del episodio. Describe lo que deberían hacer los seguidores de Jesús, aunque de hecho, el grupo de discípulos no lo haga.

Jesús se coloca en la línea de Dios creador, dador de vida. Los discípulos, y con ellos la multitud, están en la línea de Moisés, la del Dios de la Ley. Las continuas alusiones y contraposición de textos del Antiguo Testamento en este pasaje muestran la diferencia entre la enseñanza de Jesús y la de los discípulos, y cómo Jesús propone el nuevo mensaje seleccionando algunos textos del AT y descartando otros.

42 Comieron todos y se saciaron,

43 y recogieron doce cestos llenos con trozos, también de los peces.

44 Los que comieron eran cinco mil hombres adultos.

Como la multitud ve que los que ellos consideraban sus jefes se hacen sus servidores, se da cuenta de que Jesús no es el nuevo Moisés y que no viene a restaurar el antiguo Israel. Es el momento de la conversión. Comprenden y aceptan el mensaje de la libertad y de la igualdad y del amor solidario, expresado en el servicio y en el pan (“comieron todos”). Dentro del carácter ideal del episodio, el autor, indica que el mensaje de Jesús es aceptado cuando sus seguidores no se presentan ejerciendo dominio, sino prestando servicio.

El alimento que Dios da no excluye a ninguno y cubre plenamente la necesidad humana (“hasta saciarse”). El pan compartido sin reservas produce la abundancia. El egoísmo, la insolidaridad, genera la insuficiencia y la escasez.

El episodio alude claramente a 2Re 4,38-44[15], donde se narra que el profeta Eliseo dio de comer con veinte panes a un grupo de cien hombres que eran profetas. A pesar de la escasez de este alimento, comieron y sobró. Marcos, presenta la figura de Jesús como muy superior a la de Eliseo.

Sin embargo, la saciedad señalada por el autor, no ha de entenderse solamente como la satisfacción de la necesidad material. En el contexto del programa mesiánico tiene un sentido más profundo. El alimento, factor de vida física, es símbolo de la vida en toda la extensión del concepto. La saciedad se convierte así en una expresión de la plenitud de la vida que ofrece Jesús al ser humano. Toda aspiración humana encuentra realización en su mensaje.

Esta multitud no puede lamentarse como Israel en el desierto[16]. La nueva comunidad humana no tiene nostalgia de la antigua sociedad. Jesús ha respondido con creces a la pregunta del pueblo descontento durante el antiguo éxodo[17]. Vuelve a ejercer una función atribuida a Dios, dejando ver de nuevo su propia condición divina.

No se mencionan los discípulos. La multitud misma recoge las sobras de pan y pescado. No se guarda cada uno para sí lo que ha sobrado, sino que lo pone en común, disponible para seguir compartiéndolo. Los trozos sobrantes no pertenecen a nadie en particular, son de todos; permiten un nuevo reparto. Con esto, la multitud muestra haber comprendido el mensaje de la solidaridad y expresa su compromiso de llevarlo a cabo sin egoísmo.

Recoger los trozos significa también que la multitud no quiere desperdiciar nada del alimento-mensaje de Jesús, el cual ha aceptado plenamente. Recoge con intención de continuidad. No es necesario el milagro diario del maná, por obra de Dios. Tras el ejemplo de Jesús, bastará que los hombres continúen compartiendo. El pan, una vez compartido, es capaz de saciar y sobrar de nuevo. Les cestos están llenos, signo de la plenitud y abundancia (Ex. 16,12-18).

El número doce de los cestos alude a las doce tribus de Israel. Con este dato, Marcos, indica que la solidaridad -el compartir el don de Dios- puede eliminar el hambre, garantizar la vida del pueblo entero y satisfacer todas sus aspiraciones. Israel no va a encontrar salida ni plenitud si no es en este mensaje de la libertad y la solidaridad entre iguales. El número de personas no cuenta, como tampoco la cantidad de alimento disponible. El compartir anula el problema de las cantidades. Es la alternativa del Mesías para Israel. Compartir con amor procuraría la abundancia para todos y liberaría de la dependencia de la sociedad insolidaria, comenzando una sociedad diferente. Lograr esto implica un cambio en la relación humana; no de egoísmo, dominio, exclusivismo y desigualdad, sino de libertad, igualdad, solidaridad, ayuda y amor.

Toda la escena se desarrolla con absoluta naturalidad; es como si no hubiera ocurrido nada extraordinario. La multitud no expresa admiración; el que la gente comparta parece lo más natural, lo propio del discípulo. A medida que se va repartiendo y lo van aceptando, el pan abunda; en la medida en que se entrega, va sobrando. Cuando el egoísmo humano no crea una barrera, el amor de Dios se comunica a través del amor de las personas. Todo se pone a disposición de todos. Esta es la expresión del amor mutuo.

El número cinco mil de los que comieron, es múltiplo de cinco (que es el número de los panes/Ley) y de cincuenta (número de los miembros de una comunidad de profetas[18]). Con esta doble correspondencia, el evangelista indica que la Ley queda superada por el Espíritu.

Eliseo había dado de comer a una comunidad de profetas ya existente, pero ahora se cumple el deseo de Moisés: “Ojalá que todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor[19]. El espíritu de Moisés se comunicó a los jefes[20]; ahora Jesús comunica el Espíritu de Dios a todo el que responde a su llamada (1,8).

De este modo, el número cinco mil (50X100) indica en este episodio, que la multitud beneficiaria del pan se ha convertido en una multitud de comunidades proféticas. El Espíritu lo reciben los que han acogido el alimento-mensaje, los que se han abierto al amor. El Espíritu-amor ha entrado en ellos al aceptar y hacer suyo el pan-amor, comprometiéndose a compartirlo.

Los que eran “multitud” se designan ahora como hombres adultos, subrayando la individualidad y el desarrollo personal[21]. Es el término usado en los textos del Antiguo Testamento citados anteriormente para designar a los miembros de las comunidades proféticas. De esta forma, el evangelista señala que el Espíritu lleva al ser humano a su plenitud. Al mismo tiempo indica que los hombres adultos han abandonado las categorías de la Ley en las que antes habían concebido la obra de Jesús. El Espíritu ha tomado el puesto de la Ley. La comunicación del Espíritu por la aceptación del mensaje ha vencido la desviación originada por la actividad de los Doce.

45 Enseguida obligó a sus discípulos a que se montaran en la barca y fueran delante de Él al otro lado, en dirección a Betsaida, mientras él despedía a la multitud.

Con una fuerza que supone una resistencia (“obligó”[22]), Jesús aleja inmediatamente a los discípulos de la multitud. Contra lo que ellos desean, evita que sigan en contacto con ella. Los discípulos, que no habían estado con Él en la acogida ni durante la enseñanza (vv 34ss), tampoco lo estarán en la despedida. Una vez que la multitud ha recibido el Espíritu con la aceptación del pan y el propósito de seguir compartiendo, no debe volver a experimentar el influjo de los discípulos que no han cambiado de mentalidad.

Con esta separación terminante, Jesús impide que los discípulos susciten en la gente un entusiasmo que pretenda hacer de Él un líder popular, como sucedió al principio en Cafarnaún (1,35-38). Allí fue la población de la ciudad la que tomó la iniciativa, adhiriéndose a la postura reformista de los discípulos. Ahora, el peligro viene directamente de ellos, el nuevo Israel, que pretende restaurar la gloria del pueblo judío.

El viaje en barca es figura de la misión con los paganos (4,35). Jesús envía a los discípulos a Betsaida en la orilla norte del lago, más allá del Jordán, fuera de los límites de Israel. Ante el fracaso del envío anterior (6,30) y la incomprensión del mensaje que acaban de mostrar, deben ir ahora directamente a territorio no judío (4,35-5,1) para ver si se abren a la universalidad del mensaje y de la misión.

Jesús va a despedir a la multitud, cuya única reacción ha sido recoger las sobras de pan para continuar el reparto. Los que tienen el Espíritu no interpretan la figura de Jesús como la de un líder político. Al principio del episodio, la multitud había acudido para encontrarse con el grupo (6,33), identificando la posición de Jesús con la que los discípulos habían propuesto en su actividad. Sin embargo, así como en aquel episodio Jesús solo había acogido a la multitud para enseñarles (6,34), ahora, Él solo quiere despedirla, una vez llevado a la práctica el contenido de su enseñanza. Estos hombres adultos han comprendido la propuesta de Jesús. Han aceptado el mensaje y ahora, por su iniciativa personal, han de continuar viviéndolo y difundiéndolo. Jesús les da total libertad de acción.

46 Cuando se despidió de ellos se marchó al monte a orar.

Jesús se ha despedido de la multitud, sin que ésta haya demostrado entusiasmo extemporáneo alguno, pues el compartir y la abundancia no han significado una acción excepcional, sino que han marcado una línea de conducta.

El monte es símbolo de la esfera divina (elevación) en contacto con la historia humana. La oración de Jesús está en paralelo con la que hizo en las afueras de Cafarnaún, cuando tanto la poblacion de la ciudad como sus discípulos pretendían hacer de Él un líder popular (1,35). Allí se retiró a un lugar desierto o despoblado, símbolo de la ruptura con los valores de la sociedad, donde lo encontraron Simón y los primeros seguidores (1,37). Ahora, que los discípulos están lejos, se marcha al monte, que, de manera figurada, indica la esfera humano-divina en que Él vive y actúa. Se prepara así la manifestación de la realidad divina de Jesús en la perícopa siguiente.

Es la segunda vez que Jesús ora, y su oración es también en esta ocasión, una petición a Dios por los discípulos, que no comprenden el mensaje y que, como en Cafarnaún, interpretan mal su ser y su misión. La oración es muy necesaria en este momento, en que los envía fuera de Israel. La vez pasada habían fracasado (4,35-5,1); ahora quiere que no fracasen en esta otra oportunidad.

A MANERA DE SÍNTESIS DE ESTA PERÍCOPA.

El episodio de los panes es ideal. En él, Jesús ofrece a la multitud un mensaje/alimento que ésta no le ha pedido, imbuida como está, por obra de los discípulos, de los ideales del judaísmo. Contra éstos, el autor presenta de manera condensada, el proyecto mesiánico de Jesús, que busca impulsar y promover el crecimiento humano. En primer lugar, hacer a los hombres libres (“recostarse”) para que puedan elegir responsablemente su camino y madurar como personas. En segundo lugar, fomentar la igualdad (“sentarse formando corros”) excluyendo tanto el dominio (coartar la libertad de otros) como el ser dominado (carecer de libertad). Finalmente, por medio de los miembros de su comunidad y de su servicio, darles la experiencia del amor de Dios dador de vida plena (reparto del pan hasta saciarse). Es la solidaridad sin reservas (reparto de todo el alimento que tiene el grupo), expresión del amor sin límite, que tiene como efecto la abundancia y es capaz de satisfacer las aspiraciones de Israel y de formar una sociedad justa y fraterna. Los que aceptan como norma de vida ese amor, que es el Espíritu, lo reciben. El Espíritu lleva al ser humano a su pleno desarrollo (“hombres adultos”) y crea comunidades proféticas.

De hecho, el episodio no está redactado como un relato de milagro. La circunstancia negativa no es el hambre, sino la desorientación de la multitud (v34). Respecto al alimento, Jesús no pronuncia palabras que anuncien un hecho prodigioso. El evangelista se limita a decir que la gente comió y que sobró, sin afirmar que el alimento se hubiera multiplicado, ni expresar cómo se produjo la abundancia. El reparto de los panes significa la manifestación de Jesús como Mesías, Pastor de Israel, y expone el sentido y la calidad de su proyecto mesiánico. Ese proyecto excluye la idea de un Mesías violento y dominador, y muestra que la solución a la injusticia no será obra exclusiva del Mesías, sino resultado de la colaboración de todos los que le dan su adhesión y son potenciados por Él, en una especie de mesianismo compartido.

El episodio subraya la diferencia entre el régimen de la Ley (cinco panes), basado en la jerarquía y que no fomenta la solidaridad, y el del Espíritu, propio del Reino. Los discípulos y la multitud están en el primero. Usando la simbología del éxodo, Jesús propone el segundo, el de la libertad, la igualdad y el amor hasta el fin expresado en la generosidad sin límite. Se trata, como en otros muchos textos, de una formulación extrema, que expresa la disposición a procurar el bien de la humanidad, sin reservas. Da un ejemplo de solidaridad sin límite, para estimular a la solución de los problemas humanos.

Como se ha dicho, las alusiones al desierto, al alimento y a la abundancia muestran que este relato toma pie del antiguo éxodo de Israel. Pero al mismo tiempo, subraya diferencias fundamentales respecto a él. Algunas de ellas son:

  • En uno y otro caso, el alimento procede de la generosidad de Dios Creador, reconocida aquí al darle gracias por los panes y los peces. Pero en este evangelio, quien actúa es Jesús y no el Dios del Antiguo Testamento, aunque en unión con Él, como lo muestra al levantar la mirada al cielo. El Hombre-Dios toma el puesto de Dios en la historia humana.
  • No se usan medios divinos sino humanos. No hay un “maná” caído del cielo (Sal. 78,24) procurado milagrosamente por Dios para alimentar al pueblo, sino pan terrestre, hecho por el hombre y distribuido por el hombre.
  • No se trata ya de un alimento ocasional, sino permanente. Su existencia no está asegurada por la acción de Dios sino por la de los hombres. No se da directamente de Dios a los hombres, sino de los hombres a los hombres.
  • Esto enseña que para solucionar los problemas humanos no se requiere de una extraordinaria intervención divina en la historia, sino que basta la acción del hombre inspirada, en sintonía con la de Dios.
  • Para alcanzar la nueva tierra prometida, el Reino de Dios incoado en la comunidad de Jesús, no hay que recorrer un largo y doloroso itinerario, como en el caso del éxodo de Egipto. Por la adhesión a Jesús, que incluye la opción por el amor universal, el individuo entra en esa nueva tierra, la comunidad del Espíritu.
  • En el antiguo éxodo, la liberación del pueblo se obtuvo por la violencia (muerte de los primogénitos y destrucción del ejército del Faraón); en el nuevo, se realiza por la opción individual en favor del amor y la solidaridad.

Así se describe el éxodo o liberacion definitiva de Israel propuesto por el Mesías: no afecta, como el de Moisés, al pueblo como tal, sino que su realización depende de la opción de los individuos. Supuesta la ruptura con los valores de la sociedad injusta (enmienda), hace posible la libertad, la igualdad y la solidaridad, que se ven coronadas por el don del Espíritu. Se crean así comunidades humanas que pueden llamarse “tierra prometida” o inicio del Reino de Dios. Su efecto no se agota con la suficiencia de bienes materiales, sino que permite la satisfacción de toda aspiración del hombre que esté en la línea de la plenitud humana.

El hecho de que Jesús dé gracias a Dios creador antes del reparto de los panes (“pronunció una bendición”) y no lo fundamente en ningún mandamiento nuevo o lo proponga como una originalidad de su mensaje, significa que lo natural para el hombre es la solidaridad, continuación de la generosidad de Dios que lo ha creado y lo sostiene.

Si el hombre fue hecho a imagen de Dios (Gn. 1,27), su conducta, por encima de toda religión u orden social, debe ajustarse a la de su Creador. Pero la conducta de los hombres condiciona la acción de Dios o de Jesús. Jesús da un ejemplo de solidaridad-amor al compartir el alimento que tienen los discípulos. Sólo cuando la gente acepta el amor y se compromete a la solidfaridad, puede recibir el don del Espíritu.


[1] Ez. 34

[2] A través del tema del Pastor, Mc., muestra que Jesús no es un líder político, sino un guía del pueblo.[3] Didaskalos es aquel que a partir de la Torá muestra el camino de Dios. De hecho, en Mc., Jesús argumenta su enseñanza a partir de la Escritura (11,17; 12,35); en este evangelio, “Maestro” es, por tanto, el que toma pie de la Torá para proponer una enseñanza nueva. Por eso Jesús enseña solo cuando los oyentes son judíos. De hecho, en el segundo reparto de los panes, que se hace en territorio pagano, no enseña; no hay alusión al Pastor, figura perteneciente a la tradición judía (se conmueve porque la multitud no tiene qué comer) y como fuera de Israel, una alusión a los cinco libros de la Ley estaría fuera de lugar, los panes son siete (totalidad) y hay un número indeterminado de peces (8,5).

[4] Los discípulos desean comer (6,31b) por eso toman la iniciativa. En 8,1-3 la multitud necesita comer y es Jesús quien toma la iniciativa

[5] Los discípulos olvidan que Dios alimentó al pueblo en el desierto con el maná.

[6] El denario era la unidad monetaria romana. En los Evangelios las deudas se evalúan en esta unidad (Mt. 18,28 y Lc. 17,41). Era la moneda con que se efectuaban los pagos (Mc. 6,37; 14,5; Lc. 10,35; Jn. 6,7). Un denario era el impuesto que cada judío tenía que pagar al Emperador (Mt. 22,19) y la moneda llevaba su efigie (Mc. 12,16). Un denario era el jornal de un obrero.

[7] Con doscientos denarios se podrían comprar 2,400 panes, aproximadamente medio pan por persona, media ración de un día. Los panes tendrían como un plato de diámetro y un dedo de grosor. Los doscientos denarios exceden sin duda lo que los discípulos podían llevar en el viaje.

[8] Los dos peces representan las otras dos colecciones: Los Profetas y Los Escritos, para completar el total de las Escrituras antiguas formadas por una colección de siete libros.

[9] La gran mayoría del pueblo, la gente pobre, ordinariamente hacía dos comidas al día. Sólo con ocasión del sábado hacía una tercera. La comida de la mañana se tenía en el trabajo; la de la tarde en casa, terminado el trabajo. El alimento ordinario de los pobres, mañana y tarde, era el pan y la sal. El pescado parece haber sido comida para la gente que tenía algunos recursos, o también era un alimento semifestivo, para el sábado. Aquí hay un gran contraste con los banquetes de los fariseos o el banquete selectivo de Herodes.

[10] Es importante destacar la correspondencia entre la enseñanza y el reparto de los panes. Jesús ofrece en el desierto una palabra convertida en pan.

[11] La semilla que perpetúa la hierba (Gn. 1,11) es prenda de abundancia perpetua (Sal 72/71, 16; Sal 104/105,13; Sal 147/146, 6-8; Sal. 23/22, 2; Jn 6,10). La expresión puede ser una reminiscencia histórica, pero al mismo tiempo es un símbolo del tiempo mesiánico en el que el desierto germinará (Is. 35,1)

[12] Ya en el episodio del paralítico ha afirmado Jesús su autoridad en la tierra para perdonar los pecados (2,10), función exclusiva de Dios. Con la imagen del Pastor se insinúa así de nuevo la condición divina de Jesús.

[13] Estos son grupos bien ordenados y separados unos de otros, como los arrietes de un jardín. Era común designar el orden de la colocación o de los puestos sentados con términos tomados de la horticultura.

[14] Pronunciar la bendición era propio del padre de familia, tanto al principio como al final de la comida. Nótese que aquí no hay bendición o acción de gracias al terminar la comida. Por otra parte, la oración no solía hacerse mirando al cielo. La regla era que la oración se hacía mirando al templo. Según dichos rabínicos posteriores, en la oración había que levantar el corazón y bajar la vista.

[15] “Un hombre de Baal Salisá regaló a Eliseo veinte panes de cebada y grano reciente. Eliseo le dijo: dáselos a la gente para que coma. El criado replicó: ¿Qué hago yo con esto para cien personas?. Eliseo insistió: Dáselos a la gente para que coma. Porque así dice el Señor: Comerán y sobrará. Entonces el criado se los sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor”. Los cien hombres eran una comunidad de profetas que estaba sentada junto a él.

[16] Nm. 11,5

[17]Sal. 78/77, 19

[18] 1Re 18,4.17; 2Re 2,7.15-17

[19] Nm. 11,29

[20] Nm. 11,25

[21] La construcción de la frase excluye de los comensales a mujeres y niños (Mt. 14,21) De hecho, las mujeres y los niños eran figura de la debilidad, incompatible con el estado adulto que da la fuerza del Espíritu.

[22] Es un verbo fuerte que implica resistencia; lo que hacen lo hacen contra su voluntad.


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