CURACIONES
54 Al salir ellos de la barca, en seguida, al reconocerlo
55 se pusieron a recorrer toda aquella comarca y empezaron a llevar de acá para allá en sus camillas a los que se encontraban mal, hasta donde oían que estaba.
56 En cualquier parte que entraban, aldeas, pueblos o caseríos, colocaban en las plazas a los que estaban débiles y le rogaban que les dejase tocar aunque fuera la orla de su manto; y cuantos lo iban tocando se salvaban.
54 Al salir ellos de la barca, en seguida, al reconocerlo
55 se pusieron a recorrer toda aquella comarca y empezaron a llevar de acá para allá en sus camillas a los que se encontraban mal, hasta donde oían que estaba.
La atención de los que ven al grupo desembarcar, se centra exclusivamente en Jesús, en contraste con el texto anterior (6,33), donde en el último viaje en barca, la gente tenía como centro al grupo (“los reconocieron”). Ahora, los discípulos ya no forman unidad con Jesús y desaparecen de la escena. Jesús es el único centro de interés. La gente de Genesaret no está implicada en los ideales nacionalistas, propuestos por los Doce cuando fueron enviados por Jesús (6,12-13).
La que reconoce a Jesús es gente anónima, pero no acude a Él, sino que se dedica a colaborar con su actividad, facilitándole la tarea. Quieren que su acción llegue a los que necesitan ayuda, extendiendo al máximo su radio de acción (“toda aquella comarca”). Son los que han entendido el mensaje y, como expresión del seguimiento de Jesús, prestan servicio a los más necesitados. Están en paralelo con los que en Cafarnaún llevaban a Jesús a todos los que se encontraban mal y a los endemoniados. Como se ha explicado en aquel pasaje (1,32), ellos son la personificación de los ángeles que prestaban servicio a Jesús en el desierto después del bautismo (1,13).
No se mencionan sinagogas ni letrados ni fariseos. Así, la región de Genesaret es figura de la periferia del judaísmo, al margen de la institución judía. Tampoco hay endemoniados, es decir, no hay fanatismos destructores. Así, el evangelista insinúa que los fanatismos expresados bajo las figuras de “espíritus inmundos” o “demonios”, son efecto de la doctrina que los letrados enseñan en las sinagogas. Los habitantes de Genesaret no están dominados por ideologías de odio y violencia, pero hay entre ellos quienes se encuentran en tal estado que no pueden valerse por sí mismos (“en camillas”). Jesús se mueve libremente por la región y los portadores siguen su movimiento, mostrando su interés en llegar hasta Él.
Los dos verbos compuestos con el prefijo griego “peri” (que significa “alrededor de”) “periedramon” (“se pusieron a recorrer”) y “periherein” (“llevar de acá para allá”) recuerdan a “los que estaban en torno a él” (3,32 - 4,10), y el texto de 6,6 “fue dando una vuelta (“periegen”) por las aldeas de alrededor enseñando”. Según el uso de Marcos, estos compuestos aluden a los que estaban en la periferia del sistema religiosos judío.
La frase “los que se encontraban mal” ha aparecido antes en dos ocasiones (1,32 y 2,17) y estaba en relación con Ez. 34,4 donde se aplicaba a las ovejas descuidadas por los pastores (1,32). En 2,17 “los que estaban mal” se contrapone a “los fuertes”, que en el contexto designaba a los letrados fariseos. El texto se refiere, pues, al pueblo abandonado por los dirigentes de Israel y, en particular, a los marginados por los maestros de la Ley.
El uso del verbo “oír” relaciona esta perícopa con la del paralítico (2,1 “se supo... se oyó que estaba en casa”), y con la de la muchedumbre que acudió a Jesús (3,8: “oyendo todo lo que hacía acudieron a Él”) y con la de la mujer con flujos de sangre (5,27: “como había oido hablar de Jesús”). Se trata pues, aquí también de pecadores o descreídos (2,5), de oprimidos (3,7b) y de marginados (5,25) que van a encontrar su salvación en Jesús.
56 Dondequiera que entraban, aldeas, pueblos o caseríos, colocaban en las plazas a los que estaban débiles y le rogaban que les dejase tocar aunque fuera la orla de su manto; y cuantos lo iban tocando se salvaban.
Jesús entra en todas partes donde hay un núcleo de población por pequeño que sea (“aldeas, pueblos, caseríos”). La multitud que acudió en la ocasión anterior “como ovejas sin pastor” (6,34) procedía únicamente de los pueblos (6,33), o sea, de los lugares donde había sinagogas, lo que significa que venían de lugares típicamente judíos. Pero Jesús busca el encuentro con todos. No se dice que entre en casa alguna; su actividad se desarrolla en los lugares públicos: plazas y mercados. La mención de las aldeas enlaza con la anterior enseñanza de Jesús en “las aldeas de alrededor” (6,6).
En este versículo ya no se habla de “los que se encontraban mal” sino de “los débiles” , única vez que esta expresión aparece en este evangelio. El evangelista juega con el sentido original del término griego que significa tanto débil como enfermo. En 2,17, si los fuertes representan a los Letrados/Fariseos, los débiles son los marginados por ellos. Hay también en esta expresión una alusión a la descripción del estado de las ovejas en Ez. 34,4, ignoradas por los malos pastores. Así, Marcos insiste en la caracterización de los que son llevados a Jesús.
Los discípulos habían enseñado (6,30) pero en el episodio de los panes no mostraron solidaridad con la gente (6,35). Por el contrario, los hombres que aparecen en la perícopa como colaboradores ideales de Jesús no pronuncian ni una sola palabra y sin embargo se muestran solidarios con todos los necesitados de ayuda y los acercan a Jesús. Jesús no enseña, porque esta parte del pueblo no lo necesita, no profesan una ideología que deba ser rectificada. Jesús también, sin enseñar con la palabra se pone a disposición de todos, sin hacer diferencias.
Los débiles/enfermos perciben a Jesús como una fuente de salud y de vida, y dispuesto a comunicarla. Todo el movimiento es en torno a los débiles y enfermos. Jesús es el pastor que cuida de las ovejas ignoradas por los dirigentes (6,34)
La gente que acude a Jesús no pone obstáculo a su libertad; no se abalanzan sobre Él como la muchedumbre de 3,10. Esta vez, los mismos que los han llevado ruegan a Jesús, no que los toque Él, sino que deje que los débiles lo toquen a Él, al menos con el mínimo contacto, el de la orla del manto, como describe Zacarías de los paganos[1].
Ellos saben que el mínimo contacto con Él les comunicará vida. Ese contacto que muestra su adhesión, es señal de una profunda fe en Jesús. Los rechazados por la institución judía ven en Él la salvación.
La frase “cuantos lo iban tocando” no es restrictiva; no limita el número de los savados. Todos los que tocan a Jesús obtienen la salvación[2]. La escena recuerda especialmente la narración de la mujer con flujos de sangre (5,24), con la que tiene varios términos en común (oír, tocar, vestido, salvarse), aunque allí, donde la escena se sitúa en el ámbito de las instituciones de Israel (5,22, el jefe de la sinagoga), y Jesús ejercía su actividad ordinaria, no se hablaba de tocar el borde del manto, sino el manto mismo. Para éstos, los de la periferia, el contacto con Jesús se describe como menos próximo y, como están lejanos de los dirigentes, no se ocultan como la mujer para dar la adhesión a Jesús, sino que acceden a Él libremente.
Como en el episodio de la mujer con flujos de sangre, el uso del verbo “salvarse” para expresar el resultado de la acción de Jesús (5,34) no la limita a la curación física, sino que la extiende a la salvación definitiva, que para el evangelista incluye el don del Espíritu (5,34). Esta experiencia supone la fe como adhesión a Jesús, expresada con la acción de tocar el manto o la orla del manto.
Este episodio es el último sumario de curaciones que inserta Marcos y, como puede apreciarse, en él se agrupan rasgos de muchos episodios anteriores. Las alusiones y paralelos muestran que los que son llevados a Jesús pertenecen a los israelitas marginados, a los despreciados por el sistema religioso. Así se explica su falta de espíritu nacionalista y su independencia del mensaje de los discípulos. En esta última actuación de Jesús con los marginados de Israel, el relato recoge su éxito en este grupo social.
La escena pone el contrapunto a la actitud de los discípulos mostrando quiénes son los verdaderos colaboradores de Jesús.
[1] Zac. 8,23
[2] Jesús cura sin palabra ni gesto. Su fuerza llega a todos y basta para todos. Los cinco verbos en imperfecto refuerzan la amplitud de su labor curativa. El término “cuantos” excluye cualquier fallo o exclusión.