Marcos 1,6-8

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JUAN PRECURSOR



6 Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.

7 Y proclamaba: “Llega detrás de mí el que es mas fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias.

8 Yo los he bautizado en agua; él los bautizará con Espíritu Santo”.

6 Juan iba vestido de pelo de camello, con una correa de cuero a la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.

Juan aparece como un hombre no integrado en su sociedad, como una persona que desprecia las convenciones. Así lo demuestra el lugar asocial donde se establece: el desierto. Ahí se muestra una ausencia de todo rasgo identificador que lo relacione con sus contemporáneos (lugar de origen, familia, profesión), su manera de vestir y su alimento.

El vestido de pelo de camello había sido usado por los profetas (Zac. 13,4). La mención de la correa de cuero alude a 2Re. 1,8 donde aparece como rasgo distintivo de Elías. En cierto sentido, Marcos identifica a Juan con Elías, el precursor del día del Señor (Mal. 3,23), precisando el sentido de la cita de Mal. 3,1 (Mc. 1,2: “él preparará tu camino”). La sobriedad de las alusiones del evangelista se explica por la diferencia entre la misión que Malaquías atribuye al mensajero: preparar el terrible día del juicio del Señor (Mal. 3,19-21.23s.) y la de Juan, que no anuncia un juicio, sino el perdón y la llegada del dador del Espíritu.

El alimento de Juan no era insólito en su tiempo. Los saltamontes se vendían en el mercado y solían comerse salados y con pan. La miel silvestre podía proceder de abejas salvajes o ser un jugo de naturaleza vegetal, como de las palmeras datileras o de los higos. La dieta de Juan no era, por tanto, desacostumbrada para sus contemporáneos, ni propia de un asceta. Es la de un nómada que vive moviéndose de un lugar a otro. Indica su independencia y su separación de la sociedad.

La asimilación a Elías, precursor de la llegada de Dios, muestra que en Juan culmina el Antiguo Testamento, pero al mismo tiempo representa una etapa preparatoria. En contraste con la de Elías, la figura de Juan no presenta rasgo alguno de violencia. Su proclamación va a anunciar vida, no muerte ni castigo.

7 Y proclamaba: “Llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias”.

A medida que bautiza a la gente, Juan se da a conocer como precursor (detrás de mí; delante de ti…), anunciando la inminente llegada de un personaje superior a él, que el lector identifica ya con Jesús Mesías (1,1).

En el caso de Elías (Mal. 3,22), la motivación para la enmienda miraba al pasado: Moisés y la Ley. Juan, en cambio, prescinde de ese pasado. La motivación que él propone mira al futuro, a la llegada del que bautiza con Espíritu Santo. Llegada que, según el texto de Is. 40,3, citado en Marcos 1,3, equivale a la de Dios (preparen el camino del Señor).

Juan describe al que viene por comparación consigo mismo, fijándose en tres aspectos: su calidad (más fuerte); su dignidad (no soy quien) y su actividad (bautizar en agua; bautizar con Espíritu). Juan se presenta en todo como inferior, deshaciendo cualquier equívoco respecto a su misión.

La expresión “el que es más fuerte que yo” incluye un significado jurídico: “el que tiene más derecho que yo”. Esta expresión y la siguiente “desatarle la correa de las sandalias” alude a la ley judía del levirato, cuya finalidad era procurar descendencia al hombre que hubiera muerto sin hijos. La ley prescribía que el hermano o un pariente próximo del difunto se debía casar con la viuda y que los hijos que le nacieran se consideraran hijos del difunto. En caso de que el que tenía derecho a casarse con la viuda renunciase a hacerlo, otro le quitaría la sandalia, indicando así que se apropiaba de su derecho y tomaba su puesto (Rut 3,5-11)

Aplicando estos datos al texto de Marcos, se descubre una alusión al “nuevo esposo”: Israel, separado de su Dios, era infecundo. No es Juan, sin embargo, el que debe darle fecundidad. El que tiene derecho a ser el “Esposo”, papel exclusivamente divino en el Antiguo Testamento es “el que llega”. Se indica así la esterilidad de la antigua alianza y se insinúa la constitución de un nuevo pueblo, cuyos miembros han de dar su fidelidad al que, como nuevo Esposo, asume el puesto de Dios y realiza su presencia.

De hecho, la respuesta de masas al pregón de Juan denuncia el fracaso de las antiguas instituciones. Por otra parte, la alusión a una nueva alianza no era del todo novedosa para los contemporáneos de Juan. Esta había sido anunciada anteriormente por el profeta Jeremías (Jer, 31,31-34).

La gente podía esperar que Juan, que había despertado la conciencia de la injusticia y hecho patente la situación de la sociedad, asumiera un papel protagónico en la nueva alianza. Por eso, el anuncio de Juan incluye una protesta: “yo no soy quien”. Así, desengaña a la gente presentándose como mero precursor.

Las expresiones de Juan revelan que él no está llamado a fundar un nuevo pueblo. Su tarea se limita a prepararle el terreno al que llega. Su pregón mira al individuo. El que llega, en cambio, tiene por misión establecer una alianza, entra en el nivel social. Como se verá inmediatamente, la diferencia de fuerza entre Juan y el que llega está en que Juan dispone sólo de agua, mientras el que llega dispone del Espíritu de Dios, que es la fuerza divina.

No pronuncia Juan el título “Mesías”, tan arraigado en la tradición y ya dado por Marcos a Jesús (1,1). De hecho, este título se prestaba a una interpretación política y podía hacer olvidar el cambio personal. La alusión al “Esposo”, en cambio, pone de relieve la relación de amor y fidelidad mutua entre Dios/Jesús y el nuevo pueblo.

8 Yo los he bautizado en agua; él los bautizará con Espíritu Santo”.

La diferencia de fuerza entre Juan y Jesús se manifiesta también en la diferencia de bautismo. El de Juan necesita ser completado por otro muy superior. Son los mismos individuos los que han de recibir uno y otro. No podrán recibir el Espíritu los que no hayan roto con la injusticia del pasado. La actividad del que llega, “bautizar con Espíritu Santo”, no se pone en relación con el sistema religioso judío, como no se ha puesto la de Juan.

Espíritu” equivale originalmente a viento/aliento. En cuanto “viento de Dios” expresa metafóricamente su fuerza; en cuanto “aliento”, su vida. Ambas metáforas van unidas. Por comunicar vida, adopta también el simbolismo del agua fecundante. El verbo “bautizar”, asociado al Espíritu, lo asimila al agua, y la oposición al bautismo de Juan (agua destructora, símbolo de muerte) le imprime el sentido de “agua vivificante”. Se concibe el Espíritu como una lluvia que empapa la tierra/hombre, comunicándole vida y fecundidad.

Aparece así la complementariedad de los bautismos. El bautismo, inmersión en agua, significaba la muerte a un pasado; el bautismo/lluvia del Espíritu Santo significa vida para el futuro. Se formula aquí, por boca de Juan, el contenido en el plano individual de la buena noticia: la comunicación al hombre de la vida de Dios por medio de Jesús.

La forma del tríptico en que dispone Marcos la sección introductoria pone el acento en la perícopa central, en la que se explica por primera vez el contenido de la buena noticia, en su doble aspecto: el social y el individual, mediante el cual tendrá efecto la alianza. El primer cuadro del tríptico (1,2-5) exponía la condición indispensable para ella: la ruptura con la injusticia, proclamada por Juan. El tercer cuadro (1,9-13) mostrará la investidura de Jesús para realizar esta misión. De hecho, sólo el que posea el Espíritu podrá comunicarlo, para crear el hombre nuevo que será miembro del nuevo pueblo.

El Espíritu es llamado “Santo”, calificación poco frecuente en el Antiguo Testamento. Según los pasajes proféticos el efecto típico del Espíritu es hacer que el ser humano pertenezca a Dios. En este contexto, el calificativo “Santo”, además de indicar la calidad divina del Espíritu, denota su acción: introducir a la persona en la esfera de Dios, dar firmeza a su propósito de cambio, consagrarlo en la fidelidad a Dios.

En el judaísmo, la fidelidad a Dios se aseguraba con la observancia de la Ley, norma externa considerada la expresión de la voluntad divina. Ahora, en cambio, la fidelidad a Dios nacerá del Espíritu, principio interior de vida comunicado al ser humano. La norma externa quedará sustituida por el impulso interno: el Espíritu será la característica de la nueva alianza.

El bautismo de Juan era insuficiente para asegurar la fidelidad a Dios en el futuro. No bastaba el propósito de cambiar de vida ni el perdón de los pecados personales. Se requería el cambio interior que efectúa el Espíritu. El pregón de Juan, como las exhortaciones de los profetas, estaba aún dentro de la antigua alianza. Sólo el que puede comunicar el Espíritu podrá cambiar la situación definitivamente. Dentro del pueblo judío, su actividad beneficiará a los que aceptan el mensaje de Juan. No va a renovar, por tanto, a la nación como tal, sino a los que opten contra la injusticia.

Los efectos del bautismo con Espíritu Santo se explicitan a continuación, al describir el bautismo de Jesús. La efusión del Espíritu era característica del tiempo final. Apunta en este pasaje la concepción escatológica de Marcos, escatología que se realiza en la historia.






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