Marcos 8, 1-9

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“EL PAN DEL ÉXODO PARA LOS PAGANOS”

1 En aquellos días, como había una enorme multitud y no tenían qué comer, convocó a los discípulos y les dijo:

2 Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días a mi lado y no tienen qué comer;

3 y si los despido en ayunas a su casa, desfallecerán en el camino. Además, algunos de ellos han venido de lejos.

4 Le replicaron sus discípulos:
¿Cómo va a poder nadie saciar a éstos de pan aquí en descampado?

5 Él les preguntó: ¿Cuántos panes tienen? Contestaron: Siete

6 Ordenó a la multitud que se echaran en la tierra. Tomando los siete panes y pronunciando una acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la multitud.

7 Tenían además unos cuantos pececillos y, pronunciando una acción de gracias, dijo que los sirvieran también.

8 Comieron y se saciaron; y recogieron los trozos sobrantes: siete espuertas.

9 Eran unos cuatro mil, y Él los despidió.

En paralelo con el reparto de panes y peces descrito antes (6,34-46) a una multitud judía, Marcos describe un segundo reparto a una multitud que no pertenece a Israel. Conforme al programa universalista de Jesús, el evangelista expone en este episodio, lo mismo que en el primero, el programa mesiánico, pero ahora en relación con los pueblos no judíos. No obstante el paralelo temático, hay numerosas diferencias de detalle entre los dos relatos:

6,34-468, 1-9
Jesús se conmueve porque estaban como ovejas sin pastor (v64)Jesús se conmueve porque no tienen qué comer (v2)
Jesús enseña  (v34)No se dice que Jesús enseñe
Los discípulos piden que despida a la gente porque ya es tarde y deben ir a buscar algo de comer. (v36)Es Jesús mismo quien propone a los discípulos la cuestión de la comida de la multitud (vv1-2)

La perícopa puede dividirse de esta forma:

8,1-5Situación, reacción de Jesús y réplica de los discípulos.
8,6-9Reparto de los panes y de los peces.

Veamos esta segunda perícopa de repartición de panes.

1 En aquellos días, como había una enorme multitud y no tenían qué comer, convocó a los discípulos y les dijo:

2 Me conmueve esta multitud, porque llevan ya tres días a mi lado y no tienen qué comer;

3 y si los despido en ayunas a su casa, desfallecerán en el camino. Además, algunos de ellos han venido de lejos.

Marcos data este episodio “en aquellos días”. Esta expresión vincula la escena con la estancia de Jesús en la orilla oriental del lago, en territorio predominantemente pagano (8,31), pero denota además, en este evangelio, el tiempo del cumplimiento de las promesas, la etapa final de la historia, que ha comenzado con la actividad de Juan el bautista.

Este episodio tiene muchos puntos en común con el reparto de los panes y peces a la multitud judía (6,34-45), pero con notables diferencias de detalles, mismas que serán señaladas a lo largo de este comentario.

La multitud es “enorme”, más numerosa que en el primer reparto (6,34) y el problema que centra la atención de Jesús es que esta gran multitud no tiene qué comer, es decir, no tienen sustento para su vida.

Jesús convoca a los discípulos, como había hecho el día de la constitución de los Doce (3,13) y por segunda vez para enviarlos (6,7). Así, Marcos recuerda ambos contextos: el anuncio de una misión sin fronteras (3,14) con la que el nuevo Israel se pondría al servicio de la humanidad, y un envío que debía haber alcanzado a los paganos, pero que los Doce restringieron al pueblo judío (6,7-13). Ahora, por primera vez, va a enfrentarlos directamente con una multitud que, como se verá, está compuesta de excluidos de Israel y de paganos, y que necesita ayuda. Como en 6,7, el hecho de “convocar” insinúa una lejanía de los discípulos respecto de Jesús, reflejando así la diferencia de proyecto existente entre ellos y Él.

Jesús informa a los discípulos su estado de ánimo y el problema que se plantea. Está “conmovido”, verbo que denota el amor tierno de Dios ante la necesidad o el dolor del hombre. El sentimiento ante la situación de esta multitud es el mismo que experimentó Jesús ante la multitud judía (6,34), mostrando que el amor de Dios se extiende a toda la humanidad (4,11: es el secreto del reinado de Dios). El uso del presente histórico  (“les dice”) sugiere la actualidad del problema.

La precisión “lleva tres días a mi lado”, establece una diferencia notable con el reparto anterior, en el cual el encuentro con Jesús y la distribución de los panes tuvieron lugar el mismo día. Además, aquella multitud no buscaba a Jesús sino al grupo, que incluía a los discípulos (6,33), en cambio, los hombres que forman ésta no se han relacionado con los discípulos. Eso sí, llevan ya tiempo con Jesús y le han dado una plena adhesión personal (“tres días”), expresión que puede interpretarse como plenitud, definitividad. Los “tres días” aluden sin duda al conocido texto de Os. 6,2a los dos días nos sanará; al tercer día nos levantaremos, viviremos en su presencia y lo conoceremos”. Marcos indica así que en este “tercer día” los individuos que componen la multitud van a recibir vida-Espíritu de Jesús.  Esta expresión no se puede interpretar como referencia a la resurrección porque aún no se ha hablado de ella en el evangelio. La expresión “estar a mi lado” implica el apego o adhesión de la multitud a Jesús. Está así en paralelo con tres pasajes anteriores[1].

En los tres casos se trataba de los seguidores de Jesús no procedentes del judaísmo, es decir, excluidos de Israel. En este episodio de los panes, el evangelista insiste en el término “multitud”, que aparece cuatro veces[2], subrayando la gran respuesta que encontraba el mensaje fuera del Israel institucional (2,15: “eran muchos y lo seguían”).

El motivo de la conmoción de Jesús es diferente del que Marcos expuso en 6,34. En aquella ocasión la multitud judía estaba desorientada como ovejas sin pastor, y la reacción de Jesús fue ponerse a enseñarles. Ahora, en cambio, el motivo es que “no tienen qué comer”. Marcos juega sin duda, con los dos sentidos del “comer”, que puede referirse tanto al alimento material como al del espíritu, según el modo de hablar judío, pero atendiendo al sentido figurado del episodio, pone el acento en el segundo.

Jesús no afirma, sin embargo, que la multitud tenga hambre en aquel momento, sino que los individuos que la componen no tienen qué comer y que, para el camino, necesitan alimento. Hasta ahora, su alimento ha sido estar con Jesús, pero afirma que al término de su encuentro van a marcharse y necesitan provisiones. Si no las llevan, no tendrán fuerza para caminar. Es decir, no podrán vivir en adelante, sin el mensaje que sustente su vida y que sea para ellos la presencia permanente de Jesús.  El evangelista pone así de relieve que la adhesión a Jesús tiene que ser completada con el conocimiento y la práctica de su mensaje. Sin Él, les faltará lo necesario para vivir; “desfallecerán”. La multitud se siente atraída por Jesús y presta adhesión a su persona, pero necesita asimilar el mensaje, el programa mesiánico que aún no conoce.

Jesús descarta desde el primer momento despedir a la multitud, anticipándose a una posible propuesta de los discípulos en este sentido, como habían hecho en el primer reparto (6,36).

La precisión “algunos han venido de lejos” muestra que en la multitud que recibe los panes hay también paganos. De hecho, la expresión “de lejos”, como el adjetivo “lejano” recuerda los numerosos textos del Antiguo Testamento en los que se habla de naciones paganas, extrañas a la tradición de Israel. Teniendo en cuenta los pasajes citados anteriormente, que mencionaban a los seguidores de Jesús no procedentes del judaísmo, y al nuevo dato de los “venidos de lejos”, se ve que esa multitud englobaba en principio a todos los que están fuera de Israel: a los excluidos del pueblo: recaudadores, pecadores, descreídos, etc., considerados como paganos de origen. Los datos que ofrece el evangelista pueden reflejar la composición de su comunidad.

En este pasaje, por tanto, una enorme multitud de excluidos de Israel y de paganos se ha acercado a Jesús, pero los individuos que la integran, después del encuentro con Jesús, deberán “volver a su casa”, como antes el paralítico (2,11) y el geraseno (5,19), es decir, no han de integrarse en el nuevo Israel, ni es propósito de Jesús imbuir a estos hombres en la tradición judía. Otros datos confirman que esta multitud está formada por individuos que no pertenecen al pueblo judío. En primer lugar, Jesús, para describir su situación no usa la imagen del pastor (6,34), propia de la tradición de Israel. En segundo lugar, Jesús tampoco enseña, es decir, no expone el mensaje a partir del Antiguo Testamento, ni se apoya en ninguna otra tradición religiosa; va a exponer el mensaje con los hechos.

Sólo Jesús es consciente de la situación y reacciona ante ella. Por eso toma la iniciativa, como si quisiera sacar a los discípulos de su inconsciencia. Sus palabras han mostrado que Dios mira lo mismo por los que están fuera de Israel que por los judíos. Los discípulos aparecen completamente ajenos al problema; no se interesan por el movimiento hacia Jesús de los que no pertenecen al pueblo elegido. Jesús les ha expuesto la situación: hay excluidos de Israel y paganos vinculados a su persona, pero que todavía no tienen “alimento” que les dé vida. Espera de los discípulos, que han tenido la experiencia del reparto de los panes a la multitud judía, que ofrezcan por sí mismos la solución[3].

El hecho de que Jesús sea quien tenga que tomar la iniciativa indica la dificultad que tuvo la primera comunidad para abrirse a los no judíos.

4 Le replicaron sus discípulos: ¿Cómo va a poder nadie saciar a éstos de pan aquí en descampado?  

5 Él les preguntó: ¿Cuántos panes tienen? Contestaron: Siete

Los discípulos no tienen nada que proponer, pero antes de que Jesús les diga, como en la ocasión anterior “dénles ustedes de comer” (6,37), ellos ponen una objeción: “a tantos” no se les puede saciar. Y en contra de la experiencia que han tenido en el primer reparto de los panes, afirman que es ligual de imposible para Jesús que para ellos: “nadie”. También ahora piensan que habría que comprar pan para la multitud, pero en despoblado no hay aldeas ni caseríos donde pudiera adquirirse. Esto muestra la incomprensión de los discípulos. Además ellos hablan de “saciar de pan” y no “dar de comer”.

Como se ha dicho, los discípulos justifican su pasividad alegando que para la multitud no hay posibilidad de solución. Niegan que la experiencia anterior con la multitud judía sea aplicable a esta otra multitud no integrada en Israel. En el plano de los principios, esto implica que, según ellos, no puede haber éxodo ni sociedad nueva más que para los judíos. Los excluidos de Israel y, en particular los paganos, no tienen lugar en ese proyecto.

El primer reparto les había dado la clave para actuar, pero ellos la descartan; ni se les ocurre compartir su pan con esta multitud ajena al pueblo elegido. Según el principio judío enunciado antes por Jesús (7,27), el pan que ellos tienen es “el pan de los hijos” y no está bien “echárselo a los perros”. No han asumido la idea de la solidaridad universal. Sostienen que lo que se aplicó a los judíos no sirve para los demás hombres. Aunque ellos mismos usan un término que recuerda el éxodo (“ep´ erêmias) que significa “en descampado”, descartan que ésta experiencia del éxodo pueda realizarse para ellos.

Jesús ha dicho solamente que “no tienen qué comer”; los discípulos, en cambio, para subrayar la dificultad y recordando el reparto anterior (6,42), hablan de que “nadie puede saciar” a esta multitud. Resuena de nuevo el dicho de Jesús en el episodio de la sirofenicia  (7,27): para los discípulos, los paganos no están llamados a la plenitud (“saciarse”), como lo están “los hijos”.

En la primera travesía (4,35) mostraron que no habían aceptado el mensaje universalista de Jesús; en la segunda (6,48), el “viento-mal espíritu”, les impidió acercarse a territorio pagano. Se ve ahora que la intervención de Jesús con el sordo, figura de los discípulos, representa solamente el deseo de muchos; pero siguen sin entender. No comprenden el amor universal de Dios y, en consecuencia, son incapaces de manifestarlo.

A la pregunta de los discípulos Jesús responde preguntándoles cuántos panes tienen. Esta vez, ellos no dudan (6,38), lo saben y no mencionan los peces. El número siete indica totalidad (siete+dos) y está en relación con el conjunto de la humanidad (setenta naciones, según el cómputo judío). Los discípulos que tienen los siete panes están plenamente capacitados para la labor con todos los hombres. Si no lo hacen es porque se encierran en su particularismo nacionalista.

6 Ordenó a la multitud que se echaran en la tierra. Tomando los siete panes y pronunciando una acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran, y ellos los sirvieron a la multitud.

Jesús empieza a dirigirse a la multitud que le ha dado su adhesión (v2). Quiere exponerle su mensaje mesiánico, cuya práctica les comunica vida-Espíritu, y las características de la sociedad nueva. El mensaje no se expone aquí, como la primera vez (6,34), con la enseñanza que Jesús reserva para los oyentes judíos, sino sólo mediante las acciones que, en paralelo con las de aquella ocasión, explicitan su contenido.

En primer lugar les ordena que se echen en la tierra. El uso del verbo “ordenar” indica que hay que vencer una resistencia (6,8) y el hecho de que en el texto se encuentre en presente histórico “ordena” sugiere que esa resistencia continúa en la época del autor del evangelio, además de señalar la autoridad de Jesús.

Comer recostados era en la época algo propio de los hombres libres. Los oprimidos o esclavos no lo habrían hecho espontáneamente. Esta multitud de marginados, tanto excluidos de Israel como paganos, no está acostumbrada a la libertad; de ahí la orden de Jesús.

Con esto, y como en el caso de la multitud judía, lo primero que hace Jesús es dar a todos conciencia de que, en cuanto seres humanos, están llamados a ser libres. En este caso da la orden directamente a la multitud, no a los discípulos, que no han aceptado siquiera la posibilidad de un éxodo liberador para los no integrados en Israel.

Se omite en este pasaje la mención de la “hierba verde” (6,39) que aludía al Sal. 22/23, 2, “El Señor es mi pastor” texto propio de la tradición judía. La multitud, en cambio, debe echarse en “la tierra”, término que no se mencionaba en 6,39. “La tierra” designa, por una parte, la tierra de Israel o tierra prometida (4,1) y, por otra, el mundo entero (2,10; 4,26.31). Dado que Marcos coloca la escena fuera del territorio judío, señala con esto, que la tierra prometida no es ya la de Israel, sino el mundo en su totalidad. Se anuncia la libertad para todos los hombres y pueblos, el alcance universal de la acción que va a realizar Jesús.

Marcos no indica que la multitud se recostara, como lo hizo en el primer reparto (6,40). Allí lo hacía notar porque aquella multitud no siguió la indicación de Jesús de recostarse “en corros” (6,39), y en este caso, Jesús no ha precisado el modo como han de hacerlo. Con la multitud judía quería subrayar la igualdad; aquí no lo necesita, porque a diferencia de aquella, esta multitud de excluidos de Israel no depende de una tradición religiosa que establezca una jerarquía institucional.

Jesús toma los siete panes, todas las provisiones que tienen los discípulos, no reserva nada para el grupo. Como en la ocasión anterior, compartir todo lo que se tiene es figura del amor sin límite. El nuevo Israel ha de perder la propiedad de su pan para hacer partícipes también a los paganos (tratar a los “perros” como a “hijos”), en comunión de igualdad, sin diferencias.

No se menciona que Jesús levante la mirada al cielo (6,41), gesto que ponía a los panes en relación con Dios creador, dador de vida, según la tradición judía. Pero el hecho de “dar gracias”  implica por sí mismo que el alimento/vida es un don de lo alto.

Marcos cambia el término “bendecir” usado en 6,41, por el de “dar gracias”, término técnico para designar la celebración de la eucaristía en la comunidad helenística. Insinúa con ello la admisión de los paganos a la eucaristía. Además, con su acción, Jesús muestra a los paganos que lo propio de Dios es dar vida al hombre, corrigiendo muchas falsas ideas sobre la divinidad existente en el paganismo.

Sin embargo, el acto central no es, en principio, la acción de gracias, sino la doble acción con el pan: la fracción y la entrega a los discípulos. Marcos emplea el verbo simple “partir” que aparecerá en el relato de la cena (14,22), en lugar del compuesto “partir en trozos” que se encontraba en 6,41. Así insiste en la admisión de los paganos a la eucaristía, ya insinuada por el uso del verbo “dar gracias”.

Marcos subraya la importancia del servicio de los discípulos, que menciona tres veces (vv6-7), mientras que en el primer reparto sólo aparece una vez (6,41). Explicita el servicio efectivo de los discípulos, al que éstos no ofrecen resistencia. Muestra así cuál es, en el proyecto mesiánico, la vocación del nuevo Israel, insinuada ya en la constitución de los Doce: ponerse al servicio de la humanidad entera (3,14-15). Deben compartir la totalidad de su pan y al compartir, deben hacer comunidad con los paganos. El pan es factor de vida; compartir y repartir pan-vida, que ellos reciben de Jesús, es amor de obra. La misión del grupo de discípulos es comunicar vida a todos los pueblos mediante el servicio, sin pretensiones de superioridad.

7 Tenían además unos cuantos pececillos y, pronunciando una acción de gracias, dijo que los sirvieran también.

8 Comieron y se saciaron; y recogieron los trozos sobrantes: siete espuertas.

El paralelo entre la anterior pregunta de Jesús “¿Cuántos panes tienen?” y la frase añadida por el narrador “tenían además”, indica que los dueños de los peces eran los discípulos. El uso del término “pececillos”, así como el hecho de que Jesús no los tome como había hecho con los siete panes, el número simbólico de la totalidad, la nueva acción de gracias, que los separa de los panes, y finalmente el que no los parta (aunque sí partió los peces en 6,41) son datos textuales que señalan el carácter secundario de esta añadidura (6,38.41.43: dos peces). Pero la mención de los peces, aún fuera del número siete, era necesaria para subrayar la igualdad de los éxodos judío y pagano.  Jesús “dijo” evidentemente a los discípulos, “que los sirvieran también”. Como en el reparto anterior (6,41), los peces se distribuyen separadamente; hay pues un doble servicio, el del pan y el de los peces.

La multitud que estaba caracterizada como gente que “no tenía qué comer”, ya lo tiene; el compartir ha creado la abundancia. En el reparto anterior se decía “comieron todos” (6,42); aquí simplemente afirma “comieron”. A partir de este momento cesa el uso del término “multitud” y los verbos se presentan en plural.

El verbo “se saciaron”, usado por Jesús para “los hijos” en el episodio de la sirofenicia (7,27), muestra que los excluidos de Israel no han de comer sólo las migajas; tienen derecho al mismo manjar y a la misma dignidad que los judíos; están destinados a la misma plenitud de vida. (6,42)

Así, Jesús hace ver a los discípulos que existe un éxodo liberador para los paganos igual al de Israel, pero independiente de él. Afirma que es posible “saciar” a la multitud en un despoblado, es decir, fuera del ámbito de la sociedad judía.

Como en la ocasión anterior (6,42), la misma multitud que ha comido y se ha saciado recoge lo que ha sobrado de los panes. No se dice nada de los peces, mencionados antes sólo para poner en paralelo los dos repartos. El término “los trozos sobrantes” indica directamente la abundancia; en el primer reparto se sugería al hablar de “cestos llenos” (6,43).

Como en el primer reparto, “recoger los trozos” implica que no los guarda cada uno para sí, lo que sería una previsión egoísta. Además es una buena indicación de que no está permitido que se desperdicie el pan, figura del mensaje de Jesús. Con esto, los comensales muestran su aceptación del mensaje que Él les ha transmitido con su acción y expresan que, fieles a ese mensaje, se comprometen a seguir compartiéndolo.

Las “siete espuertas”, que son unos recipientes usados en territorio helenístico, y que están en relación con los siete panes, miran a los setenta pueblos de la tierra, según la idea de los judíos de aquel tiempo. Es decir, compartiendo de este modo se saciaría el hambre de toda la humanidad, todos los hombres tendrían vida, y todas sus aspiraciones quedarían satisfechas, “se saciaron”.

9 Eran unos cuatro mil, y Él los despidió.

Cuatro mil” es múltiplo de cuatro, número que indica totalidad y universalidad[4], y que, en el contexto, es figura de la humanidad entera[5]. No se especifica en este pasaje que los que componen la multitud fuesen “hombres adultos” como se hacía en el primer reparto por alusión a los grupos proféticos alrededor de Eliseo (6,44). Los que forman esta multitud han obtenido la madurez del Espíritu, anunciada antes en las palabras de Jesús[6] a los discípulos gracias a su aceptación del mensaje y a su compromiso de llevarlo a la práctica, expresado en la recogida de los trozos.

Los individuos de la multitud ya conocen el modo como pueden comer y saciarse, es decir, saben cómo conservar y aumentar su vitalidad hasta llegar a la plenitud humana. Ya pueden valerse por sí mismos y Jesús puede despedirlos (v3). Pero aunque han conocido a Jesús en la ribera del lago, en la cercanía del país judío, no tienen que integrarse en este pueblo, han de alejarse ahora hasta llegar a “su casa” (v3; cf 2,11; 5,19) para poner allí en práctica la alternativa que se les ha mostrado.

La multitud no expresa ninguna reacción entusiasta; la reacción se expresa con la recogida de las sobras, es decir, con el compromiso de seguir compartiendo, conforme al mensaje que han aprendido y experimentado[7].

En relación con el mensaje dirigido a los excluidos y a los paganos podemos llegar a las siguientes conclusiones.

No habrá más episodios en que Jesús se ocupe de paganos. Con los cuatro que han aparecido se ha descrito la totalidad de su labor con ellos y del mensaje a ellos dirigido.

  • En el paralítico (2,1-13) expuso el proyecto de universalidad: el mensaje de vida está destinado a todos los hombres y pueblos sin distinción, y éstos no tendrán que integrarse al pueblo de Israel (2,11: “márchate a tu casa”).
  • En el geraseno (5,2-20) trató del plano individual, exponiendo que la liberación definitiva para los oprimidos que se enfrentan a la sociedad pagana no pasa por la violencia, sino por el desarrollo humano que lleva a la verdadera libertad y plenitud personal, también con independencia de Israel (5,19: “márchate a tu casa”)
  • En el de la sirofenicia (7,24-30) ha mostrado la discriminación que vicia la sociedad pagana y que la solución a ella empezaría si los dirigentes reconocieran el derecho elemental que los oprimidos tienen a la vida en su propia sociedad (7,29: “al llegar a su casa”)
  • Finalmente, en el segundo episodio del reparto de los panes (8,1-9) se trata del plano social, de la constitución de una comunidad alternativa. Su base sería la libertad y el amor/solidaridad entre iguales, expresado en el servicio y en el compartir con otros; su meta, la plenitud humana. Se saldría así de la estructura de la sociedad injusta (éxodo) para ofrecer una alternativa en cada lugar del mundo (8,3: “si los despido... a su casa”)

En estos episodios Jesús ha expuesto enteramente su proyecto liberador para la sociedad pagana. Como no podía ser menos, es fundamentalmente el mismo que para los judíos; no hay privilegios entre los pueblos. La única diferencia está en que con los judíos Jesús, como fundamento de su proyecto alude a una tradición religiosa y con los paganos no.

Los discípulos, sin embargo y como se desprende de este episodio (8,4) no han entendido el mensaje. Por otra parte, hay que notar que Jesús no les confía ningún cargo de responsabilidad ni ningún papel de dirección en las comunidades, ni en la judía (6,45) ni en las paganas (8,9). Su función es sólo la de llevar a la práctica el mensaje de Jesús: servir, compartir, igualarse a todos, para que otros sigan este camino.

Como suele suceder en los evangelios, el mensaje se presenta mediante una formulación extrema. De hecho, si se tomase a la letra la acción de Jesús tal como aparece en los relatos de los panes, cada comunidad cristiana debería estar dispuesta a compartir todo lo que tiene con los que se acercan a ella, sin reservarse nada. En realidad, sin embargo, lo que el evangelio propone en estos episodios es un ejemplo del amor hasta el fin, ejemplo que no sólo debe ser elevado a precepto. Su objetivo es abrir el horizonte a toda generosidad, estimular a cada fiel cristiano y a cada comunidad a responder a este ideal al máximo de sus posibilidades y según las exigencias de la realidad en que se encuentren.






[1] 3,32; 4,10; 5,14b

[2] 1.2.6ª.6b

[3] El hecho de que los discípulos quedasen perplejos, a pesar de lo que el evangelista ha contado ya (6,35-44), es uno de los motivos principales por el que muchos especialistas modernos creen que estas dos narraciones son variantes del mismo episodio.

[4] Por ejemplo, los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales, etc.

[5] 4000 es el resultado de los cuatro puntos cardinales por mil, número que expresa una infinidad.

[6] “Llevan ya tres días a mi lado” (Cfr. Os 6,2)




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