“TRAVESÍA: LA IDEOLOGÍA DE FARISEOS Y HERODIANOS”
10 Se montó en la barca con sus discípulos y fue derecho a la región de Dalmanuta
11 Salieron los fariseos y empezaron a discutir con él, exigiéndole para tentarlo, una señal del cielo.
12 Pero, dando un profundo suspiro dijo: ¡Cómo! ¿esta generación exige una señal? Les aseguro, nunca a esta generación se le dará una señal.
13 Los dejó, se embarcó de nuevo y se marchó rumbo al otro lado.
14 Se les había olvidado coger panes y no tenían con ellos más que un pan en la barca.
15 Él les estaba advirtiendo: -Miren, cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de los herodianos-
16 Pero ellos estaban discutiendo unos con otros porque no tenían panes.
17 Dándose cuenta les dijo: -¿Por qué discuten de que no tienen panes? ¿No acaban de reflexionar ni de entender? ¿Tienen la mente obcecada?
18 ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen? ¿No se acuerdan?
19 Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántos cestos llenos de trozos recogieron?. Le contestaron: -doce-
20 Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogieron? Contestaron: -Siete-
21 Él les dijo: -¿No acaban de entender?-
22a Y llegaron a Betsaida.
La narración describe la última travesía del lago que menciona el evangelio y que tiene dos estadios sucesivos: del lugar del reparto de los panes (orilla oriental del lago) a la orilla occidental (Dalmanuta, en territorio judío) y de nuevo de ésta al norte de la orilla oriental (Betsaida, territorio pagano). En la región de Dalmanuta tiene lugar un enfrentamiento entre los fariseos y Jesús, centrado en la petición de una señal legitimadora. Durante el segundo tramo de la travesía, los discípulos muestran una vez más su incomprensión.
La narración puede dividirse en tres secuencias:
8,10 | Travesía a Dalmanuta |
8,11-13 | Discusión con los fariseos y partida |
8,14-24a | Travesía rumbo a Betsaida: el pan en la barca |
10 Se montó en la barca con sus discípulos y fue derecho a la región de Dalmanuta.
Jesús, completada la exposición de su programa mesiánico con judíos y paganos, vuelve a territorio judío. Al contrario que en 6,45, esta vez sube él a la barca, figura de la misión[1], y hará la travesía acompañado de sus discípulos. No hay acuerdo entre los autores sobre la identificación de Dalmanuta[2]. Ciertamente es un lugar judío, puesto que aparecen en él los fariseos[3] (v11).
11 Salieron los fariseos y empezaron a discutir con él, exigiéndole para tentarlo, una señal del cielo.
En Dalmanuta, la presencia de Jesús provoca inmediatamente la de sus adversarios. Se presentan (“salieron”) únicamente los fariseos (con artículo, indicando totalidad, y no “algunos fariseos”). No hay pueblo ni espectadores. Los dos rasgos, totalidad y exclusividad, muestran el carácter emblemático de los fariseos en el episodio.
“Salieron” sin que se especifique de dónde. Lo que inmediatamente aparece en Dalmanuta, territorio judío, es la ideología farisea. Muestra así Marcos, que esta facción, que domina al pueblo, es la representante del judaísmo en Galilea. Por otra parte, “salir” expresa prontitud, pero no implica acercamiento. Con esta precisión Marcos, indica la actitud hostil de los fariseos; no muestran proximidad a Jesús. Al contrario, inmediatamente se infrentan y empiezan a discutir con él. Su talante es agresivo desde el principio. Saben de la actividad de Jesús y la rechazan sin más. Representan el antagonismo total del judaísmo al programa universalista de Jesús. Nunca han buscado el diálogo con Jesús; nada de lo que ha dicho o hecho ha calado en ellos o los ha llevado a la reflexión; son completamente refractarios a su mensaje.
Reconocen la extraordinaria personalidad de Jesús, pero están en profundo desacuerdo con él. No aprueban en absoluto su actividad liberadora con los excluidos de Israel y los paganos. Por eso le exigen que, olvidándose de ellos, se acredite como Mesías liberador de Israel con “una señal del cielo”, una que indudablemente proceda de Dios.
La señal que piden responde a las que se mencionan en el libro del Éxodo, que eran signos acreditativos de Moisés para vencer la incredulidad del pueblo[4] y que tenían como último objetivo sacar a Israel de Egipto. Es decir, los fariseos exigen a Jesús una señal de poder semejante a las que dio Moisés en el primer éxodo y con la misma finalidad: liberadora para Israel y destructora para sus enemigos[5]. No conciben una liberación de Israel que no sea en detrimento de los pueblos paganos. Como Moisés liberó a los Israelitas aplastando a los egipcios, piensan que también ahora hay que liberar al pueblo humillando y derrotando a los paganos que, como en múltiples ocasiones a lo largo de la historia, son sus dominadores.
En relación con el anterior episodio de los panes piden a Jesús una rectificación: debe dejar de interesarse por los paganos para acudir en defensa de Israel y restaurar su gloria nacional.
Por eso hace notar el evangelista que los fariseos pedían una señal “para tentarlo”[6]. Pretenden desviarlo de su proyecto universal para hacer de él un Mesías nacionalista que, según ellos debía tener la aureola del poder dominador. La señal del cielo que sería una afirrmación de ese poder le daría a Jesús la investidura. Esta tentación materializa la que Marcos, describió de manera figurada en el desierto (1,3).
Los fariseos que piden un signo a Jesús están en paralelo con el faraón opresor que lo pidió a Moisés (Ex. 7,9). El Faraón se negaba a dejar salir al pueblo israelita. Los fariseos quieren impedir que los demás pueblos sean libres al par de Israel. Con esto Marcos, deja traslucir que el nuevo pueblo de Dios es la humanidad entera.
Como tantos otros grupos históricos, los fariseos no conciben una liberación de los oprimidos que no sea a costa de los opresores. Se busca siempre la liberación de una parte de la humanidad, no la de todos. Para Jesús, en cambio, la liberación se hace de manera diferente, procurando el desarrollo humano y la maduración personal de los oprimidos para impedir que puedan ser sometidos, y de los opresores para que acepten la nueva situación y renuncien a su afán de dominio. La liberación ha de ser universal, ha de hacerse dando vida a todos, nunca vida a unos y muerte a otros.
Para los fariseos, las acciones realizadas hasta ahora por Jesús no son válidas. Aportar beneficios al ser humano (libertad, autonomía, desarrollo) no es señal para ellos. Las señales del amor no les dicen nada; por eso exigen una señal de poder.
Aparecen así los dos dos programas contrapuestos: el de entrega/amor y el de dominio/poder. Se hace patente la oposición que existe entre los fariseos y Jesús. En el fondo es la oposición entre dos modos de concebir a Dios. Para Jesús, las verdaderas señales de Dios son las de su amor a la humanidad entera (4,11: el secreto del Reino); los fariseos, en cambio, piden una señal en favor de Israel y en contra de los paganos. Para ellos Dios no es amor universal, sino poder dominador y discriminador.
A menos que Jesús quede acreditado como Mesías nacionalista, ellos estarán en contra suya. Si no cumple la condición indispensable, ellos serán sus enemigos a muerte. Quieren desviarlo de su línea y llevarlo a su terreno. Si acepta esto, ellos serán sus aliados. Si Jesús diera esa señal se convertiría en un mensajero de la fuerza impositiva de Dios, de sus pretendidas leyes de poder y discriminación.
Teniendo en cuenta que Jesús ha violado el precepto del sábado (2,23 y 3,1-7) y los de la pureza ritual (1,45; 5,41; 7,1), es decir, que nos respeta la Ley dada por Moisés, hasta ahora no se ha comportado, según los fariseos, como un enviado de Dios. Por eso le piden que cambie totalmente su orientación. Para ellos, Dios está anclado en la Ley y la tradición y no puede desviarse de ellas. De este modo, la postura farisea no sólo mata la libertad del hombre, sino también la de Dios, y les impide reconocerlo cuando se presenta con su verdadero rostro.
12 Pero, dando un profundo suspiro dijo: -¡Cómo! ¿esta generación exige una señal?. Les aseguro, nunca a esta generación se le dará una señal.
Este versículo expone un sentimiento de Jesús, de pena (un profundo suspiro), y una reacción airada expresada en palabras. El pasaje muestra un paralelo con la reacción de Jesús ante la obcecación de los fariseos en la sinagoga, ante la que tuvo también un doble sentimiento, de ira y de pena (3,5). Sigue la misma obcecación de los opresores religiosos del ser humano. La pena de Jesús se debe a que los fariseos, a los que no excluye de su amor, van, por su obcecación, a la ruina; la ira, al daño que hacen al pueblo, sometiéndolo, fomentando en él el desprecio y el odio al extranjero y alimentando expectativas imposibles.
Marcos, pone el dicho de Jesús en presente histórico (“dice”), mostrando su validez para la época en que escribe. La pregunta inicial es retórica. La fórmula “les aseguro”, que introduce la negativa de Jesús sobre la señal, le da énfasis y solemnidad, subrayando la importancia de lo que dirá a continuación.
La frase que sigue “nunca a esta generación” comienza en griego con la partícula condicional “si a esta generación”. Esta es una construcción semítica, equivalente enfático de “no”, “nunca”, “jamás”, y supone una imprecación implícita: “Dios me haga esto y esto si...”, frase que expresa siempre un rechazo absoluto. Se trata entonces de una negación rotunda, que no deja lugar a ser reconsiderada. Jesús afirma que nunca les será dada una señal de ese género por parte de Dios. Es vana su expectativa, que se basa en la falsa idea de un Dios particularista: el verdadero y único Dios jamás les dará una señal que los confirme en esa idea.
El término “generación” es técnico y se refería en el judaísmo particularmente a tres generaciones: la del diluvio que pereció en las aguas; la del desierto que por su infidelidad no llegó a la tierra prometida y la del Mesías. La construcción semítica del texto griego que utiliza el “si” en lugar de la negación y que se encuentra unida a “esta generación” establece un paralelo entre la generación del desierto, que en tiempo de Moisés fue rebelde a Dios, y la de Jesús, que es la del Mesías. Jesús se enfrenta con esta última generación y la condena. Los fariseos son los exponentes de “esta generación”.
El paralelo que crea el texto con la generación de Moisés confirma la interpretación anterior de la “señal del cielo” que piden los fariseos a Jesús. La generación del Mesías no está dispuesta a reconocer como tal a Jesús, mientras que a semejanza de Moisés, no asuma el papel de liberador violento. “Esta generación” que debía seguir al Mesías en su éxodo, no lo hace y, como sucedió a la antigua, tampoco ella va a llegar a la tierra prometida.
Al rechazar Jesús la señal de poder, muestra de nuevo, por una parte, su antagonismo a la mentalidad nacionalista del judaísmo y, por otra, la calidad de su mesianismo. No es Mesías solamente para el pueblo judío, sino para la humanidad entera. No quiere ser el aniquilador de los paganos, sino el liberador y dador de vida para la humanidad entera.
13 Los dejó, se embarcó de nuevo y se marchó rumbo al otro lado.
Marcos, nota que sólo se embarca Jesús, dejando plantados a los fariseos. No menciona a los discípulos, quienes sin embargo van a aparecer con Jesús en la barca (v14). Así insinúa el evangelista que ellos no han bajado a tierra con Jesús; lo que nos permite suponer que ellos no han participado en este enfrentamiento con los fariseos.
El rechazo del judaísmo, cuyo exponente son los fariseos, al programa de apertura a la humanidad ha sido total y los fariseos han exigido a Jesús que rectifique y lo abandone. En lugar de eso, Jesús se dirige a territorio pagano. La expresión “al otro lado” (4,35; 5,1) que Marcos, utiliza en vez del lugar de destino que es Betsaida (v20) marca una oposición diametral: se trata del lugar opuesto a aquel donde domina la ideología farisea. Ésta es una nueva ruptura con el mundo judío. Dada su cerrazón, Jesús no tiene nada que hacer en esa sociedad. El diálogo con el judaísmo se demuestra imposible; la actividad inútil.
14 Se les había olvidado coger panes y no tenían con ellos más que un pan en la barca.
La escena se desarrolla en la travesía desde Dalmanuta que se ubica en tierra judía (v10) hasta Betsaida en tierra pagana (v22a), después del encuentro con los fariseos. El tema de la narración está indicado por la repetición del término pan/panes (cinco veces: vv. 14.16.17.19) y de los relacionados con él: “levadura” (dos veces v15) y “trozos” (dos veces: vv19.20)
El olvido de los discípulos no puede estar en relación más que con la escena anterior, porque en el reparto ellos habían distribuido a la multitud todo lo que tenían. Su intención era, por tanto, proveerse de panes (doctrina) en territorio judío. Es decir, después del contacto con los paganos, reafirmarse en el ideal de la restauración gloriosa de Israel. No concebían ir a territorio extranjero sin llevar con ellos el bagaje ideológico del judaísmo.
La experiencia del reparto en tierra pagana no les ha cambiado las ideas; siguen en la mentalidad de siempre. Una vez más pretenden acercarse a los paganos con los principios judíos. Sin embargo, para este viaje con Jesús no hay en la barca más que un único pan, el del mensaje universalista que Jesús ha propuesto a las multitudes judía y pagana, poniendo fin al privilegio de Israel y a la superioridad del pueblo elegido. Este es el único pan necesario para la misión cristiana, pero a ellos no les basta: consideran indispensable ir provistos de los panes/principios judíos.
En los dos repartos hechos por Jesús, el número siete (6,38: 5+2; 8,5: 7) eran símbolo de la totalidad. Un solo pan es el símbolo de la unidad que iguala a judíos y paganos e implica la comensalidad de todos en el Reino. El mismo pan ha de alimentar a la humanidad entera; toda ella está llamada a formar parte de la sociedad nueva o Reino de Dios, a participar de la misma mesa. Este pan no es pagano ni judío, sino universal. Es el pan de Jesús, el que da la identidad a sus seguidores, el mensaje de la libertad, igualdad, solidaridad y servicio mutuo. Es un pan fecundo, capaz de alimentar y saciar a todos.
En paralelo con las travesías anteriores (4,35-5,1 y 6,47-53) hay en ésta un mal espíritu, representado primero por la intención de los fariseos de tentar a Jesús y luego, por la preocupación de los discípulos por la falta de panes.
Como puede apreciarse, el olvido de los panes es un artificio literario del evangelista para expresar que a la comunidad cristiana, para su vida y misión, le basta con el pan/mensaje de Jesús. Marcos, pone al descubierto la actitud de los discípulos. A pesar de la postura de Jesús ante el acoso de los fariseos en Dalmanuta, siguen con los mismos ideales nacionalistas que Jesús acaba de rechazar. Así prepara Marcos, la advertencia siguiente.
15 Él les estaba advirtiendo: -Miren, cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de los herodianos.
Mientras los discípulos están preocupados por la falta de panes, Jesús les dirige la palabra. Su advertencia muestra claramente el sentido figurado del pan en esta narración, en continuidad con las anteriores.
Jesús no usa, sin embargo, el término “pan”, sino el de “levadura”, que puede equivaler a “pan fermentado”. En sentido metafórico, la noción de “levadura” aplicada a una realidad introducía ordinariamente en su concepto el rasgo de corrupción. Con eso, Jesús tacha de corrupta e inaceptable la ideología tanto de los fariseos como de los herodianos[7]. De ahí la advertencia: el mensaje de Jesús es incompatible con el modo de pensar de esos dos grupos.
La ideología farisea ha quedado tipificada en el encuentro anterior con Jesús: son los que desean un rey-mesías dotado de un poder portentoso en favor de Israel y en contra de los paganos, garante de la Ley, dominador de otros pueblos en nombre de Dios. Se manifiesta en ella el deseo de poder poniendo como soporte la religión.
La ideología de los herodianos (3,6) está indicada por su misma denominación: son los que, con tal de mantener su situación de poder, apoyan a un rey ilegítimo, a un déspota. Los herodianos han aparecido en la narración de la muerte de Juan Bautista, donde estaban representados por “los notables de Galilea” (6,21), los judíos principales cercanos al poder, los que se apoyan en él, aunque sea ilegítimo, para dominar al pueblo. Se alían con el déspota, por conveniencia político-económica; con la excusa de pretender el bien del pueblo colaboran con el poder absoluto y arbitrario, en el marco civil. Dejan al descubierto su propio deseo de poder, sin pretextos religiosos.
Los herodianos se habían aliado anteriormente con los fariseos en contra de Jesús (3,6). También ellos veían un peligro en la promoción del pueblo que él realizaba. Ambos grupos estaban contra la libertad y desarrollo del ser humano, es decir, contra los procesos de personalización y madurez, tanto humana como social. Unos y otros desean el dominio, tomando por pretexto el plano religioso o político.
La advertencia sobre la levadura de los herodianos es una acusación implícita de Jesús a los discípulos, que sin duda ellos rechazarían. Pero él les advierte así que, aunque se disfrace de muchas maneras, incluso bajo pretexto religioso, el poder no es más que un afán de dominio. Al mencionar a los herodianos, quita Jesús el disfraz al deseo de los discípulos de un poder salvador. El poder dominador es siempre el mismo y siempre es perverso, sólo varía la motivación que se aduce para hacerse de él o ejercerlo.
Los presentes históricos que acumula Marcos, en esta narración (vv. 12.17.19.20.22a) insinúan la actualidad en su tiempo del problema reflejado en ella. Dentro de la comunidad cristiana, la actitud del grupo judaizante estaba carcterizada por su afán de dominio y por su pretensión de superioridad respecto a los seguidores de Jesús procedentes del paganismo[8]. Se entrevé aquí, sin embargo, una problemática más amplia, la del camino para la salvación de la humanidad. Según el grupo judaizante pasaría por el ejercicio de un poder; según el grupo con el que se identifica el evangelista, por la solidaridad y la entrega. Para Marcos, como para Jesús, el poder dominador es enemigo de la vida y de la plenitud humanas. Desde él no hay, por tanto, salvación, sólo opresión y esclavitud, que impiden el desarrollo pleno del ser humano.
16 Pero ellos estaban discutiendo unos con otros porque no tenían panes.
Los discípulos siguen hablando de la falta de panes, sin hacer caso de las palabras de Jesús. Están preocupados y se echan la culpa unos a otros. Van a volver a los paganos y se encuentran desprovistos; no han asimilado lo que Jesús les ofrece y añoran lo que es de hecho incompatible con su mensaje.
Ponen el acento en la cantidad: “panes” en plural[9]. Para ellos, si no tienen otros panes, es como si no tuvieran nada.
El único pan está en la barca, aunque no porque lo hayan asumido ellos, ni siquiera lo mencionan; es como si no llevaran. Sin embargo, ese debería ser su pan: el servicio y el compartir, elementos que ayudan a crear la igualdad. El único pan que necesitan y basta para judíos y paganos es Jesucristo mismo, el Hijo del hombre que va a la muerte por todos. Pierden de vista la potencialidad del único pan. Es más, no aceptan el mensaje que simboliza; dependen aún de los ideales del mundo judío del que provienen. Enfrascados en su preocupación, no prestan atención a la advertencia de Jesús.
17 Dándose cuenta les dijo: -¿Por qué discuten de que no tienen panes? ¿No acaban de reflexionar ni de entender? ¿Tienen la mente obcecada?
18a ¿Teniendo ojos no ven y teniendo oídos no oyen?
Jesús se da cuenta de la falta de atención de los discípulos a su insistente recomendación y del motivo que la causa. De ahí su exasperación. Tanto la multitud judía como la pagana han entendido en el reparto de los panes el contenido de su mensaje; sus discípulos, en cambio, no lo entienden. Como de costumbre, el presente histórico “les dice” insinúa que la incomprensión del grupo continúa en tiempos de Marcos.
Jesús les reprocha su falta de reflexión; así no pueden comprender. La fijación de su mente en los ideales del judaísmo les impide todo razonamiento sobre los hechos de que han sido testigos, cuyas conclusiones serían opuestas a sus persuasiones. No están abiertos a la realidad y no admiten la novedad. Siguen obcecados (3,5), como lo estaban después del primer reparto de panes (6,52)
Jesús los acusa de ser ciegos y sordos. La frase está inspirada en Jer. 5,21[10] o en Ez. 12,2[11]. Ambos textos proféticos son una denuncia de Israel. Los discípulos siguen siendo el pueblo insensato y sin juicio que no comprende las señales que Dios da por medio de Jesús. Se encuentran en la misma situación que “los de fuera” respecto al secreto del reinado de Dios (4,11-12). Se confirma así que el episodio del sordo (7,32-37), personaje representativo de los discípulos, era una escena ideal. Ellos siguen sin escuchar y sin ver; son ciegos y sordos a las señales. El nuevo Israel continúa en la cerrazón del antiguo.
18b ¿No se acuerdan?.
19 Cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántos cestos llenos de trozos recogieron?. Le contestaron: -doce.
20 Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de trozos recogieron?. Contestaron: -Siete-
21 Él les dijo: -¿No acaban de entender?-
Jesús les recuerda los dos repartos de panes, retomando los elementos que los constituyen en simbolos: “partí”: compartir, solidaridad entre los comensales; “cinco panes”: superación de la Ley; “cinco mil”: el nuevo pueblo formado por comunidades del Espíritu; “doce cestos llenos de trozos”: abundancia para Israel y base para futuros repartos; “recogieron”: aunque Jesús les atribuye a los discípulos una acción que el evangelio no dice que ellos hayan realizado, lo menciona para indicar que también ellos debían haberlo hecho para mostrar su compromiso de solidaridad en el futuro. De esta manera los iguala con la multitud para hacerles ver por contraste su falta de compromiso. Al atribuirles participación en la acción de recoger los trozos sobrantes, signo de la abundancia, participación que ellos admiten en la respuesta, Jesús les está haciendo ver lo obtuso que son. Si han recogido los trosos sobrantes, ha sido mecánicamente, sin comprender. Aquella abundancia no ha significado nada para ellos. Esto acentúa su responsabilidad.
Jesús pone el acento en la abundancia, pregunta por el número de cestos de trozos recogidos, a partir de cantidad mínima para tan gran multitud. Así subraya el contraste entre la escasez del inicio y la abundancia del final. Les hace ver el efecto de lo que parecía poco para tanta gente. Quiere que caigan en la cuenta de la potencialidad del único pan/mensaje que poseen; con él lo tienen todo. Con el compartir (“partí”) expresión del amor, les ha dado la clave de la abundancia. No necesitan más que continuar su acción. El nuevo Israel no necesita otros panes.
Les pone delante también las señales del segundo reparto: el pan compartido (siete, totalidad) tiene potencialidad para dar de comer a la humanidad entera (cuatro mil, siete espuertas[12]). El partir y compartir primero los cinco y luego los siete panes los convierte en el único mensaje y pan.
Con sus preguntas, Jesús recapitula las experiencias pasadas. De hecho, no les pide que aprendan de una exposición doctrinal, sino de una práctica que debía haberlos convencido. No les recuerda discursos o palabras, sino unos hechos de los que han sido testigos. Es la práctica del mensaje la que crea la convicción.
La abundancia significa plenitud de vida, vida que sobra para dar a los demás. Se encuentra en la entrega generosa y solidaria, en el pan/mensaje de Jesús, escenificado en el reparto. Ellos, que no renuncian a su ideología, no aceptan que el mensaje de Jesús sea la salvación. Pero si el pan/mensaje de Jesús basta y sobra para dar vida plena, los demás son innecesaios, inútiles, aparentes y falsos.
Tienen ojos y oídos y todos los elementos necesarios para comprender pero no comprenden. A pesar de las explicaciones de Jesús (4,34), no aceptan el secreto del reinado de Dios, su amor universal. Como los fariseos sólo creen en el poder dominador de Dios y en los ideales del nacionalismo judío. De ahí la última pregunta de Jesús: “¿No acaban de entender?”, que delata su profunda decepción.
22a Y llegaron a Betsaida.
Esta vez con Jesús, los discípulos llegan a la meta que él les había señalado después del primer reparto (6,45)[13]. Betsaida[14] se encuentra “al otro lado” (v13), es decir, representa lo opuesto a la mentalidad del judaísmo. Jesús y los discípulos están ahora de nuevo (8,1) en tierra pagana, lejos del ambiente judío. Este es el lugar idóneo para la comprensión del mensaje. El presente histórico que utiliza Marcos, (“llegan”) parece aludir a la necesidad de que los grupos judaizantes de la comunidad cristiana de su tiempo abandonasen las categorias del judaísmo.
[1] La primera vez que Jesús se monta en una barca (4,1) ésta no va determinada, indicando ser una barca entre otras que podía haber utilizado. Es decir, no existe una barca que sea “la barca de Jesús”. A partir de 4,1, las menciones de la barca remiten a ese pasaje. Es la barca de los discípulos, la que lleva y contiene a ese grupo. Jesús utiliza la barca después de constituido el grupo de los Doce (3,13-19) y el círculo en torno a él (3,31-35), en el período que se extiende hasta la declaración mesiánica ( 8,27-30). Aparte de la inicial (4,1), las menciones de la barca se organizan sobre todo alrededor de las travesías que Jesús hace del lago, de las que tres (4,35-5,1; 6,47-53; 8,10-221) constituyen episodios importantes, cuyo tema común es la incomprensión de los discípulos. Otra travesía no descrita sino solamente mencionada se encuentra en 5,21, pero en ella, el término “la barca” es críticamente dudoso. Las tres travesías que Marcos describe siempre terminan o deberían terminar en territorio fuera de Galilea (5,1 en Gerasa; 6,45 en Betsaida aunque el viento desvía la ruta hacia Genesaret y 8,10 en Dalmanuta/Betsaida). Respecto a los discípulos “la barca” es una figura equivalente a “la casa” pero connota el desplazamiento. La casa es el lugar donde “se está con Jesús”; la barca es donde “se viaja con Jesús” y corresponde a la misión.
[2] Algunos autores la identifican con Magdala o con Migdal Nunaya (Torre de los peces) que otros reconocen también como Magdala, en la orilla occidental del lago, en territorio judío.
[3] Esta travesía está en paralelo con la anterior (6,47-53). El obstáculo representado allí por el viento contrario (6,48) lo está aquí representado por los fariseos (vv11-13) o mejor, por “la levadura” o modo de pensar de los fariseos y herodianos. Como en el caso precedente, también aquí resalta la incomprensión de los discípulos.
[4] Ex. 4,1-7
[5]Dt. 6,21; 7,19; 11,3; Ex. 8,19
[6]Los fariseos esperan que falle en la señal o que se niegue a hacerla, perdiendo así su prestigio ante el pueblo.
[7] Por ser principio de fermentación, la levadura es principio de corrupción. En sentido metafórico desfavorable marca un principio de corrupción moral que contamina todo lo que toda. La imagen de la levadura se refiere probablemente no a la doctrina (Mt. 16,2) sino al modo de pensar. Sólo así puede referirse la imagen al mismo tiempo a los fariseos y a los herodianos.
[8] Que este problema existiera, va a quedar patente en los dos capítulos siguientes en los que Jesús va a atacar la ambición de poder en la comunidad judeocreyente.
[9] El uso del plural acentúa el contraste entre una pluralidad de panes y el único que tienen.
[10] “Escucha esto, pueblo necio y sin juicio, que tiene ojos y no ve, tiene oídos y no oye”.
[11]“Hijo de hombre, tú habitas en medio de sus injusticias: ellos tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde”.
[12] Las preguntas que utiliza el evangelista son una invitación incesante a la conversión que recuerda los reproches de Moisés y de los profetas al pueblo rebelde. El recuerdo de lo que los discípulos han hecho distribuyendo el pan y recogiendo los trozos sobrantes es un llamado a asumir su propia responsabilidad
[13] Para algunos autores, con la llegada a Betsaida Jesús abandona definitivamente los lugares relacionados con el mar/lago. En lo sucesivo, la mención toponímica dominante será la de “el camino”.
[14] Betsaida era una localidad situada en Gaulanítide, al norte del mar de Galilea, en la orilla oriental del Jordán. Había sido reedificada por Herodes Filipo el año 2 AC., y llamada “Julias” en honor de la hija de Augusto.