Marcos 2,14

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LEVÍ: LA LLAMADA DE LOS EXCLUIDOS DE ISRAEL

14 Yendo de paso vio a Leví de Alfeo sentado al mostrador de los impuestos y le dijo: sígueme. Él se levantó y lo siguió.

Este episodio, que constituye el centro del tríptico 2,1-13; 2,14; 2,15-17, se distingue del anterior por su diferente localización. Aquél terminaba con una enseñanza de Jesús a la orilla del mar (localización estática), cuya duración no se señalaba (2,13). En esta escena, por el contrario, Jesús aparece en movimiento (“Yendo de paso”); si el nuevo lugar tiene relación con la orilla del mar, la relación no está explicitada. Es un lugar por donde pasa Jesús y donde hay una aduana o cobro de peaje.

Por otra parte, dado el significado teológico del “mar”, que significa apertura al mundo pagano, se entiende que Marcos lo ponga en conexión inmediata con la llamada de Israel (1,16). Para un excluido de Israel, en cambio, como es el caso de Leví, esa apertura es evidente por sí misma.

Respecto a la perícopa anterior, cambian los personajes. Desaparece la multitud de 2,13, mientras se presenta la figura de Leví, nombrado aquí por primera y última vez en el evangelio. Por otra parte, cesa el tema de la enseñanza y aparece el de la llamada, paralelo al de 1,16ss.

Respecto al episodio siguiente (2,15-17), la distinción es clara. En 2,14, Jesús camina; en 2,15 aparece en la casa, donde están presentes los discípulos con los recaudadores y pecadores, y se mencionan los letrados. El tema principal es el de la comida de dos grupos con Jesús, que suscita oposición. El texto de 2,15 comienza, además, con una censura temporal indeterminada.

El episodio de Leví se presenta como paradigmático de la llamada de Jesús a los excluidos de Israel. En paralelo con el llamamiento de las dos parejas de hermanos (1,16-21), paradigma de la llamada de Israel. En la llamada de Leví se concreta la universalidad de la salvación insinuada en el episodio del leproso (1,39-45) y anunciada en el del paralítico (2,1-13). Sirve al mismo tiempo de puente para el último episodio del tríptico (2,15-17), donde Jesús aparece comiendo con los discípulos o israelitas que han respondido a su llamamiento y con los excluidos del pueblo judío, de los que Leví es el prototipo.

14a Yendo de paso vio a Leví de Alfeo sentado al mostrador de los impuestos...

La semejanza de este episodio con el de la llamada de las dos parejas de hermanos (1,16) salta a la vista. Prueba de ello son la frase “yendo de paso vio”, así como la invitación de Jesús al seguimiento y la respuesta positiva a dicha invitación (1,18-20).

Como en aquel episodio, ahora se describe un encuentro casual, esta vez con un hombre llamado Leví, un funcionario ocupado en su trabajo. Sin introducción alguna ni pregunta sobre su persona o actividad, Jesús lo invita a seguirlo.

Tanto el nombre “Leví” como el patronímico de “Alfeo muestra que se trata de un judío. Su profesión es recaudador de impuestos. El hecho de hallarse “sentado al mostrador” indica que era un empleado subalterno (Lv. 19,2) de los que cobraban los derechos de entrada o el peaje de mercancías o esclavos en los límites de una provincia, distrito o ciudad, incluso en puertos o puentes.

Los recaudadores subalternos eran frecuentemente judíos y en Galilea estaban al servicio de la administración real. Su nacionalidad judía los hacía doblemente odiosos a sus compatriotas, quienes los consideraban instrumentos de los romanos. De hecho, Herodes Antipas era Rey Tetrarca de Galilea ratificado por el Emperador Romano y vasallo suyo.

La profesión de recaudador de impuestos era considerada deshonesta pues se les tenía por ávidos de dinero, interesados y explotadores, renegados religiosa y políticamente. Por eso estaba prohibido aceptar limosnas de ellos e incluso cambiar dinero en sus despachos, dado que, en la opinión común, su dinero provenía del robo. No eran en absoluto observantes de la Ley religiosa y, por otra parte, tenían trato frecuente con paganos, considerados pecadores e impuros.

Por todo eso los observantes de la Ley los tachaban de pecadores y descreídos. Como a los paganos, los creían rechazados por Dios y evitaban cuidadosamente su compañía y su contacto. Los maestros de la Ley colocaban a los recaudadores en el rango de los ladrones, usureros, jugadores de oficios, pastores y esclavos. Carecían de derechos civiles y no se les admitía como testigos en los juicios. Todo este desprecio se dirigía también a sus familias que eran tratadas como impuras.

Se discutía incluso, hasta que punto una casa quedaba impura cuando un recaudador entraba en ella. Por el hecho de su profesión estaban excomulgados y tenían que abandonarla para ser readmitidos en la sinagoga. La gente no les mostraba simpatía porque veía en ellos la pesada mano del Estado y la voluntad enriquecedora a costa del pueblo. Según ciertos maestros de la Ley, era imposible para ellos el arrepentimiento. Según otros, esto era poco menos que imposible. Pero para todos era muy dudoso que pudieran salvarse.

Desde el punto de vista religioso, el recaudador era un increyente. Socialmente era un despreciado, tanto por la gente ordinaria como por los círculos exaltados que lo tenían por instrumento de la clase dominante y lo consideraban políticamente sospechoso. Si era de origen judío, quedaba automáticamente excluido de Israel y de la Alianza.

La elección del nombre de Leví en Marcos y Lucas recibe, aunque en el evangelio de Mateo recibe el nombre de Mateo, sirve para encarnar la figura del judío excluido y tiene, sin duda un significado teológico basado en los textos del Antiguo Testamento.

En ellos se lee que cuando Dios ordenó hacer el censo de los Israelitas (Nm. 1,1-46) dijo a Moisés: “No incluyas a los levitas en el censo y en el registro de los Israelitas(Nm 1,49). Hablando con Aarón sobre la tribu de Levi le dice: “Tu no recibirás heredad en su tierra ni tendrás una parte en medio de ellos. Yo soy tu parte y tu heredad... no recibirán heredad en medio de los Israelitas(Nm. 18,20). Y en el segundo censo en vista del reparto de la tierra se dice de los levitas: “No fueron registrados con los demás Israelitas porque no habían de repartirse la heredad con ellos (Nm 26,62)

La alusión a esta tribu separada del resto y que no tiene lugar propio en la tierra prometida puede explicar la diferencia con el caso de los pescadores, cuya llamada por parejas de hermanos aludía a Ez. 47,13 y era figura del reparto igual de la tierra (el Reino de Dios) entre todos los israelitas, en cuanto miembros del pueblo.

El hecho de que, a los pecadores, y en el horizonte, a los paganos, no se les llame por parejas significa que no están incluidos en ese reparto de tierra, porque no pertenecen al pueblo de Israel ni van a integrarse en él. Como en la figura del paralítico, cada uno participa del Reino de Dios directamente por su adhesión a Jesús. Aparece así la intención teológica de Marcos: Leví representa a los excluidos del Israel oficial que no van a formar parte del Israel mesiánico representado por la lista de los doce (3,13-19).

La figura de Leví es así, la primicia de los que están fuera de Israel -judíos o paganos- y que formarán el segundo grupo de la comunidad de Jesús. La identidad del patronímico con uno de los doce (Santiago de Alfeo v3,18) probablemente pretende señalar la hermandad de los dos grupos.

El episodio es, por tanto, paradigmático. Lo mismo que la llamada de los pescadores era figura de la llamada a Israel, la invitación a Leví lo es de la de los excluidos de Israel, equiparados de hecho a los paganos y preludia la incorporación al Reino de hombres de todos los pueblos.

14b Y le dijo: sígueme. Él se levantó y lo siguió.

Con su invitación, Jesús abre una nueva y decisiva brecha en la discriminación religiosa y social. Ahora invita sin vacilar, a un hombre de pésima reputación, a un indeseable excluido de la alianza. Jesús no reconoce validez a las barreras levantadas en nombre de Dios o de la opinión pública.

Leví, prototipo de los pecadores o impuros que están fuera de Israel, es llamado por Jesús a formar parte del Reino de Dios. Con su llamado empieza la puesta en práctica del mensaje de la universalidad del Reino, anunciado inmediatamente antes en el episodio del paralítico.

Al llamarlo al seguimiento, Jesús propone a Leví recorrer con Él su camino. Esto implica el cambio radical de conducta y la adhesión a Jesús, que libera al hombre de su pasado pecador y le comunica nueva vida.

No importan sus antecedentes. Haber vivido al margen de la Ley religiosa o tenido una conducta moral más o menos turbia no impide la llamada de Jesús. Leví sigue a Jesús igual que los pescadores. “Se levantó” indica que dejó su profesión; hay un cambio de vida. Con su gesto Leví cumple la condición para el seguimiento: la ruptura con el pasado, y manifiesta su adhesión a Jesús, que lo libera de ese pasado que lo constituía pecador. Ahora para Leví, comienza una nueva vida.




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