Marcos 9,30-33a

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SEGUNDO ANUNCIO DE LA MUERTE-RESURRECCIÓN

  • 30 Salieron de allí y fueron atravesando Galilea, pero no quería que nadie se enterase,
  • 31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de ciertos hombres, y lo matarán; sin embargo, aunque lo maten, a los tres días resucitará.
  • 32 Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle.
  • 33a Y llegaron a Cafarnaúm.


30 Salieron de allí y fueron atravesando Galilea, pero no quería que nadie se enterase,

31 porque iba enseñando a sus discípulos.

Jesús y el grupo de discípulos abandonan el lugar donde se encuentran[1] y emprenden un viaje hacia el sur que los llevará a Cafarnaúm. Mientras caminan a través de Galilea, el interés de Jesús está centrado en su enseñanza al grupo.

En otras ocasiones, el propósito de Jesús de instruir en privado a sus discípulos ha sido frustrado por la afluencia de multitudes (3,20; 6,31). Ahora Jesús no desea ser interrumpido[2], de ahí que Él viaje de incógnito. Esto muestra la importancia que Jesús atribuye a la formación del grupo que deberá ser continuador de su misión.

Solamente en una ocasión ha podido Jesús enseñarles: después de la declaración mesiánica, dándoles a conocer el destino del Hijo del hombre. (8,31) Pero su enseñanza fue tan mal recibida que llegó a llamar a Pedro “satanás” (8,33). Jesús va a insistir, porque se trata de un punto crucial.

31b Les decía: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de ciertos hombres, y lo matarán;

La enseñanza que encierra una predicción se hace más genérica que en el primer anuncio de la muerte-resurrección (8,31). De hecho, este segundo anuncio omite todo detalle[3] que lo vincule a un pueblo o agente determinado, lo que abre el horizonte de la misión entre los paganos. Desaparece la mención de la necesidad (8,31) y no alude a la Escritura (9,12). Los hechos se anuncian simplemente como futuros.

Como en 8,31, la enseñanza implica que los discípulos deben asimilar el contenido de sus palabras y que han de tomarlo como norma de vida, traduciéndolo en su actitud y en Jesús, “el Hijo del hombre”, están incluidos todos los que siguen su camino.

Se establece en este texto, por primera vez, una oposición entre “el Hijo del hombre” y “ciertos hombres”. Si el primer término designa al hombre en su plenitud, el segundo tiene que designar, por contraste, a los que no la conocen ni aspiran a ella, a los que frustran en sí mismos el desarrollo humano. A algunos de ellos, el Hombre logrado, libre y comunicador de libertad, les resulta odioso y van a poner todos los medos para eliminarlo[4].

Puede precisarse más. Dado que Marcos ha señalado que la línea de maduración y plenitud del hombre es el amor activo que no excluye a individuos ni a pueblos y que trabaja a favor del crecimiento humano, “los hombres”, enemigos de “el Hijo del hombre”, son los que carecen de ese amor e incluso lo abominan, por ser contrario a sus ideales o intereses. En otras palabras, son los que sacrifican al hombre en aras de una ideología o del deseo de lucro, los que desprecian a otros individuos o pueblos por razones religiosas o étnicas, los que dominan y someten, suprimiendo la libertad. En definitiva, los opresores de toda índole.

El uso del genérico “hombres”, empleado ya antes por Marcos, con un sentido de limitación o insuficiencia (7,8; 8,24) y ahora para designar a los enemigos del Hijo del hombre, afirma la triste realidad de que tanto en el pueblo judío como en el resto de la humanidad predominan los que se oponen al desarrollo humano. El verbo “ser entregado” referido por primera vez a Jesús, alude en primer término a Judas Iscariote, “el mismo que lo entregó” (3,19) y, en segundo lugar, a lo sucedido con Juan Bautista (1,14), ya que también esta fue obra de agentes humanos.

31c Sin embargo, aunque lo maten, a los tres días resucitará.

Es peculiar de este dicho la insistencia sobre el hecho de la muerte: “lo matarán…”; “aunque lo maten…” Subraya la violencia de esos “hombres”, pero para hacer patente su fracaso al mostrar que no tiene el efecto buscado. Jesús intenta calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte sin combate ni gloria, inculcándoles que ésta no es una derrota, porque al ser la expresión máxima de amor a la humanidad, no pone fin a la vida, sino que da principio a una existencia gloriosa. La posición adelantada de la expresión “a los tres días” subraya la brevedad del intervalo entre la resurrección y la muerte, o mejor, afirma que la muerte no logra suprimir la vida.

32 Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle.

Sin embargo, el deseo de triunfo terreno que inspira el mesianismo de los discípulos les impide aceptar lo que Jesús les dice][5]. Imbuidos en la ideología del judaísmo, quieren un Mesías que, actuando con poder, restaure la gloria de Israel y ponga fin a la opresión. No les entra en la cabeza lo que Jesús les enseña, que la existencia de una sociedad nueva y justa, donde no haya dominio del hombre sobre el hombre, no puede ser obra de un mesías dominador. No habrá sociedad nueva si no hay promoción humana de todos y responsabilidad de todos.

La incomprensión de los discípulos es total (v32). La enseñanza de Jesús es tan contraria a sus presupuestos, que son incapaces de entenderla. Por otra parte, les da miedo preguntarle, pues vislumbran que la explicación echaría por tierra su expectativa de triunfo. Su seguridad ideológica empieza a vacilar, pero prefieren aferrarse a lo que antes creían, aunque ya no lo contemplen tan cierto. Se resisten a rectificar, pues para ellos la muerte de Jesús supondría el derrumbe definitivo de sus esperanzas mesiánicas nacionalistas. Como su preocupación principal no es la labor a favor de la humanidad, sino, conforme al estrecho horizonte de su ideología, el triunfo terreno y la gloria de su nación, no se interesan por una vida después de la muerte.

33a Y llegaron a Cafarnaúm.

Es la tercera y última vez que aparece el nombre de Cafarnaúm en este evangelio. Fue allí donde Jesús empezó su actividad pública (1,22) y fue la gente de Cafarnaúm la que quiso hacer de Él un líder político (1,35). A la misma ciudad volvió Jesús después de su predicación por Galilea y por primera vez expuso, a la multitud reunida “en la casa”, su mensaje universalista, que fue aceptado (2,1-13).

La primicia de esa universalidad fue Leví, el excluido de Israel, llamado por Jesús (2,14) y, a raíz de aquella llamada, se constituyó en la “casa-hogar” de Cafarnaúm la primera comunidad mixta, en la que estaban a la mesa con Jesús, tanto los discípulos como los recaudadores y descreídos, es decir, tanto los que formaban parte de Israel como los excluidos del mismo. (2,15)




[1] La expresión “de allí” indica la región de Cesarea de Filipo más que al monte de la transfiguración. Para otros autores la expresión se refiere a la casa mencionada.

[2] Desde 8,27 Jesús no ha vuelto a Galilea. No quiere que se enteren de su presencia porque ya está en su camino hacia Jerusalén. El secreto se debe al deseo de instruir a los discípulos, pero también al hecho de que ya ha terminado el ministerio público de Jesús en Galilea.  Jesús quiere evitar un nuevo ministerio en Galilea e ir consciente y deliberadamente a su pasión y resurrección en Jerusalén. Para algunos autores, se trata de un verdadero punto de partida del viaje que terminará en Jerusalén, pasando por Cafarnaúm (9,33), la región de Perea (10,1) y Jericó (10,46).

[3] Este anuncio se caracteriza por la sobriedad de las referencias anecdóticas. Se trata posiblemente del núcleo más arcaico de las palabras de Jesús relativas a su muerte violenta. El dicho está construido sobre el esquema del contraste.

[4] Son las fieras del desierto (Mc. 1,13) en medio de las cuales se encuentra Jesús y se encontrarán los suyos.

[5] Podría decirse también: “no querían entender”. Los discípulos siguen a su maestro en su camino, pero su actitud aún está lejos de ser un auténtico seguimiento.

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