Marcos 2,18-22

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LA NUEVA ALIANZA.
CADUCAN LAS INSTITUCIONES DE ISRAEL

18 “Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Fueron a preguntarle: ¿Por qué razón los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayunan, y en cambio tus discípulos no ayunan?.

19 Les replicó Jesús: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar.

20 Pero llegarán días en que les arrebaten al novio, entonces, aquel día, ayunarán.

21 Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto –lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor.

22 Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres. No, a vino nuevo, odres nuevos”.

18a Los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno.

En el Antiguo Testamento, el ayuno era sinónimo de mortificación y humillación ante Dios. Era un acto de renuncia y sufrimiento que tenía por objeto aplacar a un Dios airado por los pecados propios y ajenos, y apoyar las propias peticiones. Así, el ayuno era una manifestación de luto y tristeza. Se omitía incluso el arreglo personal para expresar exteriormente la aflicción (Mt. 6,16)

Entre los grupos religiosos, los fariseos eran los que daban más importancia al ayuno. La Ley prescribía solamente un ayuno al año, el día de la expiación (Lv. 16,29 y Nm 29,7). Los transgresores eran excluidos del pueblo (Lv. 23,27). Los fariseos, en cambio, al menos los más fervientes, practicaban el ayuno todos los lunes y los jueves durante todo el año.

En el texto, sin embargo, como practicantes del ayuno, se mencionan en primer lugar a los discípulos de Juan, hecho inesperado porque en este evangelio no se dice que Juan Bautista formara un grupo de discípulos. El saberse precursor le habría impedido crear un círculo de adeptos suyos. No obstante esto, después de que ha terminado la actividad de Juan, hay un grupo de individuos que autodenominan “discípulos de Juan.

Juan había sido predicador de masas, con una doble actividad: pregonar el arrepentimiento y ser precursor. Los que Marcos, llama discípulos de Juan, son gente que ha aceptado el mensaje de Juan, pero no su papel de precursor y el cambio de alianza (1,7), puesto que no han dado su adhesión a Jesús. Su ayuno pretende apoyar el arrepentimiento para asegurar el perdón de los pecados. Se quedan en la praxis de la antigua alianza, no se acercan a Jesús para obtener el perdón (2,5).

Al colocar a los fariseos después de los discípulos de Juan, el texto muestra que su ayuno responde a los mismos motivos. Se trata pues, de un ayuno expiatorio, orientado a obtener el perdón. Son los “fariseos discípulos que siguen la doctrina de sus maestros letrados (2,16).

El ayuno penitencial o expiatorio responde a la concepción de un Dios de cuyo amor y perdón el hombre no puede estar seguro. Pone en evidencia la conciencia de culpa que crea un sentimiento de tristeza.

18b Fueron a preguntarle: ¿Por qué razón los discípulos de Juan y los fariseos discípulos ayunan, y en cambio tus discípulos no ayunan?

Unos innominados van a preguntarle a Jesús. A primera vista parecen ser miembros de los grupos antes mencionados, pero el tenor de su pregunta que se refiere a ellos en tercera persona, muestra que no lo son.

El texto usa los verbos en presente: “van y le dicen haciendo resaltar la actualidad de la pregunta. Esto, unido al uso del plural y al anonimato de los que proponen la cuestión señala la recurrencia de la misma época de Marcos, apuntando la incesante tentación de volver a las prácticas del pasado, olvidando la novedad de Jesús. Expresan una fuerte extrañeza ante la diferencia de comportamiento entre los dos grupos mencionados y los de Jesús; el modo de vida de estos últimos es insólito y les choca. La insistencia del texto en el término “discípulos (4 veces) indica que la cuestión debatida es precisamente el modo de formar a los adeptos. El responsable de la formación es el maestro que debería trazar un programa de vida e imponerlo a los que lo siguen. Por eso se dirigen a Jesús para que él les de una explicación.

Aunque entre los seguidores de éste (2,15) hay discípulos que proceden del Israel institucional y pecadores excluidos de Israel, los objetores se refieren solamente a los primeros. Los discípulos que pertenecen a Israel deberían seguir las prácticas tradicionales de la mejor piedad judía.

Comparan desfavorablemente a los discípulos de Jesús en primer lugar, con los de Juan el bautista y en segundo lugar con los fariseos, en cuanto estos son discípulos de los letrados. Al presentar a los fariseos mencionados al principio como discípulos de los letrados, se deduce que la doctrina sobre el valor del ayuno penitencial pertenece a la enseñanza que ellos imparten. Al mismo tiempo, la mención de los dos grupos muestra que Marcos, no tiene en vista meramente la práctica de un círculo determinado, sino una idea extendida. Con su pregunta, los objetores parecen reprochar a Jesús un notable defecto de su dirección como maestro, al no imponer a sus seguidores una praxis ascética penitencial que propicie la relación con Dios, como hacen las escuelas reconocidas.

De hecho, los que preguntan han notado en Jesús una ruptura con la tradición que les resulta incomprensible. No se profesan fariseos ni discípulos de Juan; tampoco pertenecen al grupo de Jesús. Son gente que dando por indiscutible la validez de aquellas prácticas fundadas en determinado concepto de la relación del hombre con Dios, se extrañan de la novedad que representa el grupo cristiano y reprochan implícitamente a Jesús no ajustarse a la doctrina tradicional.

19 Les replicó Jesús: ¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? En tanto tienen al novio con ellos no pueden ayunar.

En contraste con el presente que introduce la pregunta, la respuesta de Jesús se introduce con un pasado “les dijo, les replicó. Además, ahora se menciona su nombre, subrayando la importancia de lo que va a decir (2,5-17). Estos dos datos hacen ver a los lectores del evangelio que la respuesta a esa cuestión presente había sido ya dada por Jesús mismo en el pasado y que no hay que volver sobre un asunto ya resuelto.

Aunque los interlocutores habían establecido un contraste entre la práctica de sus discípulos y la de los grupos religiosos de la época, Jesús no alude al contraste ni se justifica criticando a los que obran de otra manera. Lo que hace es cambiar el planteamiento de toda la cuestión.

Para ellos, el ayuno es un medio de expiación. Para Jesús es solamente un medio de expresión. Por tanto, para juzgar su validez hay que situarlo en la circunstancia concreta. Habrá que ver si como medio de expresión cuadra con el ambiente en que vive su comunidad.

Para mostrar el cambio de enfoque empieza Jesús con una pregunta retórica que exige una respuesta negativa. Su argumento apela a la experiencia. Les propone el caso de una fiesta de boda.

El simbolismo nupcial había sido utilizado por los profetas para describir la relación de Dios y su pueblo. Términos como “esposo” y “novio”, aluden a la alianza, pero sustituyendo esta formulación contractual por la nupcial, en la que ocupan el primer plano el amor y fidelidad mutuos. El tema de la boda/alianza había sido insinuado por Juan bautista (1,7) mientras que el cambio de época quedó expresado en el pregón de Jesús (1,15). Ahora se unen los dos temas: el reinado de Dios y la nueva época, implicando una nueva alianza caracterizada por el mutuo amor y fidelidad entre Dios y la humanidad.

En los profetas, con la metáfora “el Esposo” se designaba a Dios. Al aplicarla a su persona, Jesús anuncia una alianza en la que él ocupa el lugar que Dios ocupaba en la antigua (14,24), es decir, donde la relación del hombre con Dios se mide por su relación con Jesús. El Hijo de Dios (1,11) ejerce en la tierra las funciones de Dios (2,10).

De este modo, en la alianza que Jesús propone, Dios no queda separado y externo a la humanidad, sino que, en Jesús, el Hombre-Dios, se hace miembro de ella. Esta alianza, por tanto, no centra al hombre en una esfera divina exterior al mundo; lo hace profundizar en la realidad humana al vincularlo con la máxima expresión de esa realidad: el Hombre-Dios. Esta vinculación, que tiende a la semejanza con Jesús, ha de tener como efecto final, la ruptura de los límites de la condición humana. El pueblo de esta alianza o pueblo mesiánico está representado en esta perícopa por los que los interlocutores de Jesús han llamado “sus discípulos, que en la alegoría de la boda aparecen bajo la figura de los “amigos del novio[1]

El personaje central es el novio, a quien, según el uso de la época en Oriente, sus amigos se ofrecían para acompañarlo, organizar la fiesta y mantener el clima de alegría los días que duraban las festividades nupciales. Marcos, describe la presencia de Jesús con los suyos como el novio que está con ellos, expresando la iniciativa de Jesús y su accesibilidad para con sus discípulos. La pregunta de Jesús hace patente la incongruencia entre el ayuno y el clima de alegría propio de la boda y, en particular, del banquete que se identifica con el banquete del reino de la perícopa anterior. Termina la frase con una negación rotunda. El ayuno no es expresión adecuada para los que viven la nueva realidad.

La figura del novio trasladada a Jesús, supone una relación con Dios muy diferente de la antigua. Dios, presente en Jesús, no está lejano ni es ya un desconocido. Su presencia es inmediata y se hacen superfluas las instituciones mediadoras. El perdón está concedido por la adhesión a Jesús (2,5) y su favor asegurado, con lo que cesa la conciencia de pecado y la necesidad de expiación. Desaparece así el motivo religioso del ayuno y resulta improcedente la expresión de tristeza y de luto. En la alegría de la boda, usada como imagen, sería irracional pedir a los amigos del novio que ayunasen. Paralelamente, en la comunidad del Reino, la certeza del perdón y la experiencia del amor de Jesús que es el de Dios, excluyen todo motivo de tristeza y, con él, su expresión con el ayuno.

La nueva cercanía de Dios en Jesús quita al ayuno su antiguo carácter religioso. La bn., del reinado de Dios hace caducar la praxis anterior. Empieza una nueva época, que no depende de la antigua ni sigue su línea. Los interlocutores han hecho a Jesús responsable del modo de proceder de sus discípulos, a los que consideran subordinados a él como maestro y sometidos a sus normas. También en esto cambia Jesús los términos. Al llamar a los suyos “amigos del novio muestra que “discípulo”, no quiere decir subordinado. Seguirlo a él no significa someterse, sino proceder como él. Aunque el novio es el centro del grupo, la relación que establece con los suyos es de amistad.

Jesús se niega a imponer obligaciones a los suyos. De hecho, nunca aparece en Marcos, una regla dada por Jesús y que el grupo deba observar. Él solo propone ideales y actitudes, análogos a los suyos propios. Educa a sus seguidores en la plena libertad, guiada por la adhesión a su persona y mensaje. No ocupa el puesto del padre que dirige a sus hijos, sino el del amigo que trata a sus compañeros e incondicionales.  En la comunidad, el elemento indispensable es su presencia; con ella, toda la concepción antigua queda superada. La disciplina no viene impuesta desde fuera; será el resultado espontáneo de la adhesión a él y a su tarea. El hombre, así centrado, encontrará por sí mismo maneras de regularse y modos de expresar la realidad que vive.

20 Pero llegarán días en que les arrebaten al novio, entonces, aquel día, ayunarán.

Jesús prevé su muerte, a la que se había comprometido en su bautismo (1,9) y que será el sello de su alianza (14,24). El día que lo maten será cuando ayunen los amigos del esposo. Este es un día determinado (“llegarán días...”) que concretizará con una acción la interrupción de su presencia. Pero esta frase también recuerda, como en el profeta Jeremías, la llegada de varios acontecimientos liberadores y en particular, el establecimiento de la nueva alianza de Dios con Israel (Jer. 16,14). Esta afirmación puede ser una clara referencia al llamado, en el AT., el “día de Yahvé” que coincidirá con el de la muerte de Jesús.

Jesús no habla, por tanto, de un período de ayuno para los suyos, sino de la expresión ocasional del dolor causado por su muerte violenta. De hecho, la fórmula “aquel día” excluye cualquier tipo de repetición Este será un acontecimiento único y definitivo.  En este clima, el ayuno es entendido como una expresión espontánea de luto, nacida de un sentimiento interior de tristeza que, en este caso particular expresa solidaridad con su propia muerte. No lo concibe como una práctica impuesta por obligación ni establecida como sistema. Respecto a él, no está en relación con una ausencia continua, sino con un momento histórico determinado.

La boda o alianza, va a ser una realidad permanente. La comunidad cristiana va a tener en toda época una profunda experiencia del amor de Jesús, presente entre ellos, y esto generará de manera ordinaria un ambiente de profunda alegría.

En adelante, el sentido del ayuno será meramente humano y circunstancial, de la misma manera como el llanto o el grito son expresión individual en un momento de dolor. Pero sin duda alguna, Jesús niega el valor religioso que los letrados le han dado. Dios no necesita el dolor del hombre. Por eso no será el ayuno una práctica que exprese la actitud del cristiano en cuanto tal, pues la certeza del favor de Dios excluye la angustia e impregna su vida de gozo. Pero la nueva relación del hombre con Dios a través de Jesús que excluye la práctica del ayuno penitencial, tiene consecuencias más generales que se exponen en los dichos siguientes.

21 Nadie le cose una pieza de paño sin estrenar a un manto pasado; si no, el remiendo tira del manto -lo nuevo de lo viejo- y deja un roto peor.

Para zanjar la cuestión sobre el caso particular del ayuno expiatorio, Jesús ha expuesto, bajo la figura de la boda, la nueva relación de los hombres con Dios propia del Reino. Esto le permite abordar una cuestión mucho más general: la relación entre la antigua alianza y el reino de Dios. Tomando pie de la experiencia común, este dicho y el siguiente muestran dos modos racionales de proceder y, por contraste, la fatal consecuencia que se sigue de la acción contraria. En ambos casos se trata de intentar combinar algo viejo con algo nuevo y se demuestra la inutilidad del intento porque es más el daño que sigue. El primer dicho se refiere a un manto o vestido que, siendo viejo está pasado y roto. Sería insensato echarle una pieza de paño nuevo y fuerte, ya que éste desgarraría la tela pasada. Insertar lo nuevo en lo viejo significa causar un destrozo irreparable.

Hay que notar la cuidadosa selección de términos que hace Marcos, en este pasaje. La expresión “paño sin estrenar” indica novedad absoluta, mientras que la expresión “manto viejo, pasado” se refiere a algo viejo que no tiene compostura y debe desecharse.  El “remiendo” según la fuerza de la palabra original es “lo que llena” o “rellena el roto”. Pero también puede significar “lo lleno” “lo pleno”, lo que se basta a sí mismo y no admite complemento ni puede ser insertado en otra realidad o formar parte de ella. La oposición “nuevo” “viejo” incluye la de “fuerte” “débil”; el paño nuevo es lo fuerte; el manto viejo es lo débil.

El paño sin estrenar simboliza la novedad que trae Jesús, el Reino de Dios. El manto viejo representa lo que es sustituido por el Reino, es decir, la antigua alianza y todas las instituciones en ella fundadas. El dicho inculca la incompatibilidad entre las formas o instituciones de la antigua alianza y el reino de Dios. Jesús ha anunciado el cambio de época, la bn., proclamada por él significa novedad.

Como algo “nuevo” ha sido calificada su forma de enseñar (1,27) así como su posición sobre la ley de lo impuro (1,40) y sobre la discriminación religiosa y el exclusivismo judío (2,15). Su práctica del perdón ha chocado con la teología oficial (2,5) Y el núcleo de la nueva realidad es la relación entre Dios y el hombre. Esta novedad no puede encajar en lo antiguo. Todo intento de hacerlo sería inútil. Lo antiguo mostraría aún más su insuficiencia e incapacidad de resistir la fuerza de lo nuevo.

El término nuevo que se opone a viejo indica que Jesús ofrece una alternativa y no una síntesis. Quien se adhiere a Él ha de romper con los presupuestos del pasado. Al mismo tiempo, califica de anticuadas e irreversibles la praxis e instituciones del judaísmo. Este dicho de Jesús no es una respuesta a sus primeros interlocutores. Se dirige a los que conocen la realidad del Reino, pero, por el apego a las instituciones del pasado, quieren de algún modo conservarlas y pueden verse tentados a combinar lo nuevo con lo antiguo. Es, por lo tanto, una advertencia a los discípulos, quienes, por proceder del judaísmo, tienen el peligro de no efectuar una ruptura radical con su pasado y de practicar cierto sincretismo entre las viejas instituciones o prácticas y la nueva realidad, sin darse cuenta de que la nueva relación con Dios es irreconciliable con los presupuestos de la antigua alianza.

La introducción a la pregunta inicial implicaba la persistencia de la cuestión del ayuno en la época de la comunidad de Marcos, (2,18). Esto hace ver que, en ciertos grupos o comunidades, existían modos de actuar que, para el evangelista, no se ajustaban al mensaje de Jesús ni a la realidad del Reino. Se trata, sin la menor duda, de las comunidades judeocristianas que, como consta en la historia de la Iglesia primitiva, intentaban encajar la nueva realidad en los moldes judíos de su cultura religiosa anterior. 

22 Tampoco echa nadie vino nuevo en odres viejos; si no, el vino reventará los odres y se pierden el vino y los odres. No, a vino nuevo, odres nuevos.

También el segundo dicho es un aviso a los discípulos. Si lo viejo no puede remozarse con lo nuevo, lo nuevo si puede estropearse definitivamente al intentar unirlo con lo viejo. Existe pues, un peligro para el Reino al querer integrarlo en los antiguos moldes. El resultado es destruir uno y otro. Se revientan los odres, pero lo más lamentable es que se pierda el vino, símbolo de la nueva realidad. El reinado de Dios crea un modo de vida nuevo y sin precedentes, demasiado potente para ser contenido en estructuras del pasado. Vuelve a notarse la debilidad de lo viejo, incapaz de resistir la fuerza de lo nuevo. En el dicho anterior se trataba de insertar un complemento; ahora, de continente y contenido; éste rompe los límites de lo viejo, y al no tener recipiente adecuado, se derrama y se pierde.

La imagen del vino pertenece al contexto de la boda. Es símbolo del amor nupcial (Cant. 1,2; 7,10; 8,2) y, como elemento del banquete, representa la alegría. A la figura del Esposo corresponde la del vino nuevo, el amor y la alegría de la nueva alianza. Para los seguidores de Jesús significa la experiencia del Espíritu (1,8) y del nuevo amor que éste comunica. Esta nueva realidad exige formas inéditas, en nada parecidas a las antiguas. Liberados de los antiguos formalismos deben encontrar su propia expresión. Toda semejanza con lo viejo es sospechosa.

Con esto, Jesús invita a los suyos a la creatividad. La comunidad cristiana, dotada del Espíritu, tiene que encontrar formas originales para expresar la realidad que vive y comunicar a la humanidad la novedad del mensaje y su eficacia. El último dicho no pone el acento en la caducidad de lo viejo, sino en el peligro para lo nuevo. El intento de armonizar el mensaje de Jesús con las categorías del pasado está condenado al fracaso y significa frustrar el Espíritu. Como el dicho anterior, también este refleja la existencia de un grupo de creyentes que apegado a su pasado judío, intentaba adaptar la novedad del Reino a los antiguos esquemas. Marcos indica que, por su sincretismo, esos grupos anulan la originalidad del mensaje e impiden su efecto de vida.






[1] No son los convidados a la boda, sino los amigos íntimos del novio que se encargan de la organización de la boda; ellos levantan y adornan el tálamo o cámara nupcial, una choza de ramas y flores donde se coloca el lecho nupcial, y lo deshacen a los siete días.

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