Marcos 3,20-21

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REACCIONES POPULARES A LA INICIATIVA DE JESÚS

20 Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud que ellos no podían ni comer pan;

21 al enterarse los suyos, se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”.

A manera de ubicación de la siguiente perícopa, podemos afirmar que esta describe las primeras reacciones de la gente en relación a la decisión de Jesús de constituir frente al Israel oficial, el Israel mesiánico, que pretende sustituir e invalidar el primero (1,15; 2,21). Al nuevo Israel se accede no por derecho de sangre o raza, sino por la adhesión incondicional a Jesús, rompiendo con el Israel oficial. La misión del nuevo Israel, lejos de fomentar el nacionalismo pone a sus miembros al servicio de todos los pueblos de la tierra.

La constitución del Israel mesiánico es un desafío a las autoridades judías. La opinión popular se divide. Una multitud, evidentemente descontenta del sistema acude a la casa donde está Jesús. Sus familiares, en cambio, juzgan su acción como una locura e intentan impedir su actividad.

En el texto presente podemos distinguir dos momentos: Afluencia de gente a la nueva “casa de Israel” (3,20) y la reacción hostil de los parientes de Jesus (3,21).

20 Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud que ellos no podían ni comer pan;

En la perícopa se menciona una casa sin localización precisa y se alude (“de nuevo”) a la afluencia de la gente a la “casa” de Cafarnaún (2,1.4), que era figura de la “casa de Israel” (2,1). Ahora, una vez constituido el nuevo Israel , representado por el grupo de los Doce, existe la nueva “casa de Israel”, por oposición a la antigua[1].  No se menciona Cafarnaún, sino que el escenario es Galilea, como en los últimos episodios de la sección anterior (2,23). La precisión “de nuevo” indica que como en Cafarnaún, también aquí la multitud es judía.

Se notará que Marcos, en esta ocasión no emplea el verbo “congregarse” (synagomaí), mismo que está emparentado con el término sinagoga (1,33 y n), sino que utiliza el verbo “reunirse” (“synerkhomaí”).

Al principio, después de su actividad en la sinagoga (1,21b-28), los judíos de Cafarnaún habían visto en Jesús un reformista, líder de una institución paralela (1,33 y 2,2), pero cuando Jesús les expuso el mensaje de la universalidad, lo habían aceptado (2,3-13). Ahora, después de la ruptura con la institución y de la constitución de los Doce, muchos judíos de Galilea (“una multitud”) comprenden que Jesús funda una realidad nueva, un nuevo Israel. Este desafío a la institución, en vez de alejarlos, los atrae. Existe  pues un gran descontento en el pueblo en relación al sistema religioso político vigente. La multitud que acude a la casa muestra valentía, pues Jesús es ya un heterodoxo, muy mal visto por los letrados y fariseos que dominan la institución sinagogal (2,16.24 y 3,6). Puede apreciarse que desde el primer episodio de la sinagoga (1,21) se ha ido verificando en muchos una liberación progresiva del influjo de los círculos oficiales. Mucha gente desea libertad y espera encontrarla en esta nueva “casa”.

Ni Jesús ni los discípulos se oponen a la afluencia de la multitud; la “casa” del nuevo Israel no está cerrada, sino abierta a todos los israelitas (“a los que él quería3,13). El texto señala que mucha gente de Galilea simpatiza con la iniciativa de Jesús, pero no dice que lo sigan (2,15). De este modo, Marcos da a entender que esta adhesión multitudinaria es superficial y no se traduce en compromiso.

La expresión “comer pan”, equivalente a “tomar alimento”. Esta se usaba como metáfora del estudio de la Ley, llamada “alimento” y “pan”. El propósito de Jesús al ir a la casa es, por tanto, que el Israel mesiánico que acaba de constituir penetre y asimile su mensaje, el significado de la convocación y el sentido universal de la misión. Jesús quiere comunicarse profundamente con sus discípulos para llevarlos a la plena adhesión (“para que estuviesen con él3,14) pero no puede por la presencia de la multitud.

El éxito popular impide al nuevo Israel (“los Doce”) profundizar en su adhesión a Jesús y en el sentido de la misión universal a la que Jesús los ha llamado.

21 al enterarse los suyos, se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”.

La noticia del sisma consumado por Jesús frente a la institución judía llega a oídos de sus parientes, sin que el texto señale el lugar donde están ni precise quiénes eran. La expresión utilizada por Marcos, “los suyos”, difiere de la empleada para los Doce, “para que estuvieran con él” (3,14), misma que designaba la plena adhesión. “Los suyos”, por el contrario, han tenido con Jesús una proximidad meramente física.

Por parte de los familiares de Jesús, la reacción a la noticia es violenta. No aprueban lo que ha hecho y se ponen en camino para “echarle mano” y privarlo de la libertad de acción[2]. No van pues, a dialogar con Jesús; han tomado una decisión sin contar con él y están dispuestos a ejecutarla.

Consideran que la actividad de Jesús, que supone y fomenta la ruptura con los valores e instituciones del judaísmo, es inadmisible. Son, pues, personas adictas a la institución judía y a lo que ella representa.

El término vago “los suyos” indica que no se trata sólo ni únicamente de familiares directos, sino de hermanos de raza, de círculos judíos incondicionales del sistema que no pueden tolerar que Jesús pretenda invalidar el antiguo Israel.

El modo de proceder de Jesús les parece una locura (“ha perdido el juicio”). De hecho, la reaparición pública de Jesús en compañía de los Doce y la reacción favorable de una considerable multitud se percibe como un reto a la institucion judía. Jesús ha osado negar la validez de las instituciones tradicionales, y eso es tan inaudito e inaceptable que se califica de demencia. Ciertos grupos de algún modo cercanos a Jesús se sienten amenazados por el paso que ha dado y se defienden. Quieren neutralizarlo y, al mismo tiempo, justificar su propia postura aplicándole la etiqueta de loco. Esto muestra el escándalo producido por la conducta de Jesús en los círculos tradicionalistas.

La perícopa describe pues, dos reacciones populares ante la iniciativa de Jesús: una mayoría, de simpatía y otra, propia de ciertos círculos cercanos a Jesús, de rechazo total. Cada reacción implica una actitud inversa, de rechazo o de adhesión respectivamente, en relación a las instituciones religioso-políticas.






[1] Esta casa del nuevo Israel aparece cuatro veces en el Evangelio: 2,1; 3,20; 7,17 y 9,28. En los cuatro pasajes se afirma de Jesús y solamente de él, que “está”, “va” o “entra” en la casa. El verbo se encuentra siempre en singular. En la escena 2,1-13 los discípulos no figuran. En las tres restantes no se dice que participen en la acción de ir o entrar en la casa, aunque en el primer caso aparecen a continuación en ella (3,20) y en los dos últimos se encuentran con Jesús en la casa y le hacen una pregunta. Estos datos sugieren que, a partir de 3,20, “la casa” es el lugar de los Doce/los Discípulos, en el que Jesús “va” o “entra”.  Aunque en español, la fórmula “en casa” se entiende referida a una casa particular ubicada en un lugar específico, en los tres pasajes citados se trata de “una casa” no determinada. En 9,28 esta “casa” se encuentra lejos de Cafarnaúm. A partir de esta afirmación es claro que la afirmación “en casa” no se refiere siempre a una misma casa en particular ubicada en un lugar específico.  Es imposible unificar “una casa” ubicada en lugares distantes unos de otros.  Este conflicto nos lleva a buscar una solución teológica: “la casa” representa entonces “la casa de Israel”; al principio, la tradicional, en la que estaba Jesús (2,1) antes de la ruptura con la sinagoga (3,6). Luego, tras la constitución de los Doce (3,13), la del Israel mesiánico (3,20).  Esta explicación soluciona la dificultad por la oposición entre la determinación de la “la casa” y su diversa localización geográfica.

[2] En el texto original, el verbo “echar mano” con complemento de persona, significa detener, prender a alguno para privarlo de la libertad y en ocasiones, incluso de la vida. Algunos autores suavizan el término afirmando que la intención es obligar a Jesús, con una violencia afectuosa, a abandonar su proyecto de vida y ocuparse de su persona.

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