Marcos 4,10-25

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JESÚS APARTE CON SUS SEGUIDORES Y EXPLICACIÓN DE LA PARÁBOLA

10 Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a Él le preguntaron con los Doce la razón de usar parábolas.

11 Él les dijo: A ustedes se les ha comunicado el secreto del reino de Dios; ellos, en cambio, los de fuera, todo eso lo van teniendo en parábolas,

12 para que por más que vean no perciban y por más que escuchen no entiendan, a menos que se conviertan y se les perdone.

13 Les dijo además: ¿No han entendido esa parábola? Entonces ¿cómo van a comprender ninguna de las demás?.

14 El sembrador siembra el mensaje.

15 Estos son los de junto al camino: aquellos donde se siembra el mensaje, pero en cuanto lo escuchan, llega Satanás y les quita el mensaje sembrado en ellos.

16 Estos son los que se siembran en terreno rocoso: los que cuando escuchan el mensaje, en seguida lo aceptan con alegría,

17 pero no echa raíces en ellos, son inconstantes; por eso, en cuanto surge una dificultad o persecución por el mensaje, fallan.

18 Otros son los que se siembran entre las zarzas: estos son los que escuchan el mensaje,

19 pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de la riqueza y los deseos de todo lo demás van penetrando, ahogan el mensaje y se queda estéril.

20 Y estos son los que se han sembrado en la tierra buena: los que siguen escuchando el mensaje, lo van haciendo suyo y van produciendo fruto: treinta por uno y sesenta por uno y ciento por uno.

21 Y siguió diciéndoles: ¿Acaso se trae la lámpara para meterla debajo del perol o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?

22 Porque si algo está escondido es sólo para que se manifieste, y si algo se ha ocultado es solamente para que salga a la luz.

23 ¡Si alguno tiene oídos para oír, que escuche!

24 Y siguió diciéndoles: ¡Atención a lo que van a escuchar! La medida que llenen la llenará para Ustedes y con creces,

25 pues al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que había recibido.

10 Cuando se quedó a solas, los que estaban en torno a Él le preguntaron con los Doce la razón de usar parábolas.

Extraña la frase “cuando se quedó a solas”, pues Jesús está acompañado de dos grupos. El mencionado en primer lugar (“los que estaban en torno a Él”) ha aparecido ya en 3,32-34. Este grupo lo forman los numerosos seguidores de Jesús que no proceden del judaísmo. El segundo grupo, los Doce, representa al Israel mesiánico, el grupo de seguidores procedentes del judaísmo, convocado antes por Jesús (3,13-19).

Como lo muestra el texto que sigue (v11) los dos grupos están puestos a la par: ambos se distinguen de “los de fuera” y a ambos se ha comunicado el secreto del Reino de Dios. La escena representa pues, una reunión de Jesús con su entera comunidad, compuesta por los dos grupos de seguidores, sin la presencia de “los de fuera” (“a solas”). De hecho la escena está en paralelo con la de “la casa/hogar” de 2,1, donde la distinción entre el grupo de sus discípulos y el de “los pecadores” indicaba las dos clases de seguidores de Jesús: los que procedían de la institución judía y los excluidos de ella, primicia del resto de la humanidad.

En el versículo que comentamos, la preposición “con” (“Los que estaban en torno a Él, le preguntaron CON los Doce...”) subordina la iniciativa del grupo que está en torno a Él, a la de los Doce. 

La pregunta y la incomprensión que denota se atribuyen pues, primariamente a estos últimos. Aparece así otra semejanza con 2,15. Así como en aquel pasaje eran los discípulos los primeros en formar grupo con Jesús en torno a la mesa, y a ellos se añadían los recaudadores y pecadores, aquí son los Doce los que llevan la iniciativa en preguntar a Jesús.

La pregunta refleja extrañeza ante el género literario que ha comenzado a usar Jesús con la multitud y que no había utilizado antes en su enseñanza (1,21b-22; 2,13; 4,1a). No comprenden la razón por la que Jesús enseña ahora en parábolas.

A esta única pregunta, Jesús va a responder de dos maneras. En primer lugar, exponiendo la razón de su enseñanza en parábolas (4,11). En segundo lugar explicando el sentido de su parábola anterior (vv13-20). Esto significa que, aunque la pregunta manifiesta en primer término que no comprenden el motivo de usar parábolas, delata por sí misma una segunda incomprensión. Al pedir razón del uso de parábolas, los interlocutores de Jesús ponen en evidencia no haber comprendido el sentido de la parábola anterior o, dicho a la inversa, si hubiesen comprendido la parábola anterior, habrían visto con claridad la razón por la cual hablaba Jesús en parábolas.

Surge aquí esta pregunta: ¿Por qué los Doce y los del grupo en torno a Jesús no entienden la razón de su enseñanza en parábolas? Ante todo, dado que éstas proponen un mensaje cifrado, la extrañeza significa que ellos no creen necesario cifrarlo. Creen que el mensaje que Jesús quiere transmitir está, sin más, al alcance de la multitud.

Ambos grupos piensan, por tanto, que el mensaje no exige preparación previa ni requiere disposición especial. Ellos esperan que Jesús defina unos objetivos con los que todos van a estar de acuerdo o proponga una línea de acción en la que con toda seguridad, la gente se prestará a colaborar.

De hecho, la multitud está descontenta con las instituciones religiosas, pero profesa los ideales del judaísmo (4,2). Lo que desea, por tanto, es que Jesús proponga la reforma de las instituciones y la restauración gloriosa de Israel, empresa que encontraría eco inmediato y por la que todos estarían dispuestos a luchar.

Con esta idea preconcebida, la parábola del sembrador (4,3-9) que muestra cuatro disposiciones posibles en cada hombre y que no todas valen, sino que solamente con una de ellas puede el mensaje ser aceptado y producir fruto, resulta incomprensible para los seguidores. Y que Jesús hable en parábolas les parece innecesario.

No contaban con que Jesús hablase de lo interior del hombre, sino sólo de su actividad.  Esperan de Él liberación o salvación, pero se imaginan que ésta se realiza solamente en el plano social, sin necesidad de cambios a nivel personal. Jesús, por el contrario, ha iniciado su discurso exponiendo las condiciones para la transformación interior del ser humano, lo que no cuadra con la expectativa de ellos.

Tampoco ven que para comprender y aceptar el mensaje, se encuentren ellos mismos en situación diferente de la multitud. Para Jesús, en cambio, la diferencia es patente.

11 Él les dijo: A ustedes se les ha comunicado el secreto del Reino de Dios; ellos, en cambio, los de fuera, todo eso lo van teniendo en parábolas,

Ante la extrañeza de sus seguidores, Jesús va a indicarles dónde está la diferencia. Distingue dos tipos de comunicación: uno, abierto y claro, reservado para ellos, los que han decidido seguirlo. El otro, cifrado, utilizando parábolas, con el que se dirige a la multitud. Esto se debe a la desigual preparación de cada auditorio. Sus seguidores conocen algo que los demás (“los de fuera”) no conocen, y esto permite a Jesús hablarles sin rodeos. Lo que los seguidores ya conocen es “el secreto del Reino de Dios”.

Secreto” es algo que puede ser conocido, pero que aún no lo es. “El secreto del Reino”, la razón última que explica todos sus aspectos y efectos, es el amor universal de Dios, que desea llevar a la plenitud de vida a todo hombre sin distinción, derribando las barreras que creaban y perpetuaban la discriminación, comenzando por la Ley judía. La plenitud de vida supone la participación del ser humano en el misterio de la vida divina, el Espíritu.

Formulado con otras palabras, “el secreto del Reino de Dios” consiste en que Dios es Padre, y quiere serlo de la humanidad entera. El pueblo de Israel llamaba a Dios su Padre, aunque este concepto se refería más al origen del pueblo e insistía más en la autoridad que en el amor. Jesús, en cambio, ha revelado que Dios es Padre de la humanidad entera, porque por amor, a ellos les comunica su propia vida. Y como su amor es universal, no quiere ser Padre sólo para Israel, sino del mismo modo para toda la humanidad.

Este secreto, el amor universal de Dios que suprime la discriminación, fue proclamado en parte por el leproso curado (1,45) y a continuación Jesús lo expuso plenamente en Cafarnaúm (2,2): El Reino está abierto también a la humanidad pagana representada en el paralítico (2,1-13). En el plano individual, el reinado de Dios comporta la fe en Jesús (2,5) y se realiza en la creación del hombre nuevo, borrando su pasado pecador e infundiéndole su Vida/Espíritu (2,10). En el plano social, consiste en la constitución de una sociedad nueva, cuya primicia es la comunidad de Jesús (2,15) que integra a todos los que le dan su adhesión, lo mismo a los Israelitas que a los excluidos de Israel, afirmando así la igualdad de todos los hombres y pueblos. (2,14-17).

La comunicación del secreto a los seguidores de Jesús no ha tenido origen, por tanto, en una revelación directa de Dios a ellos, inexistente en el relato. En la narración evangélica, han conocido el secreto al escuchar el mensaje y ser testigos de la actividad de Jesús.

La misma realidad se expresa de dos maneras. Primera, como “el secreto del Reino de Dios”, el hecho antes desconocido del amor universal de Dios que acepta en su Reino a todo hombre que dé su adhesión a Jesús. Y segunda, como el “mensaje” que manifiesta ese amor formulando sus efectos en el hombre y sus consecuencias para la humanidad.

La consecuencia directa del amor universal a todos los hombres es el amor y la solidaridad entre éstos, con la cesación de toda hostilidad, desprecio y afán de dominio. Para Israel, en particular, la manifestación de este amor tiene inevitables consecuencias: caducan sus instituciones (2,18), baluarte de su exclusivismo e imposibles de adaptarse a la nueva realidad universal. El Espíritu que hace al hombre libre y señor, deja obsoleta la Ley misma (2,23-3,7a). Así, el Reino de Dios no es una continuación, desarrollo o restauración de la institución israelita.

El uso del término “secreto/misterio”, unido en este pasaje a la idea del Reino de Dios”, recuerda el uso del mismo término en el libro de Daniel, donde aparece solamente en el cap. 2[1], referido al sueño de Nabucodonosor, en el que se anunciaba la implantación por parte de Dios, de un reino universal cuyo dominio sería eterno[2]. Igual que en Mc. 2,10 corrigió Jesús el sentido de “autoridad” de Dan. 7,14, corrige aquí el sentido del “Reino”, que no se basará en el dominio de Israel por la violencia sobre los demás pueblos, como podía deducirse del libro de Daniel, sino en la igualdad de todos los hombres y pueblos.

La razón de que este secreto no hubiera sido revelado hasta este momento de la historia es la misma que determinaba el cambio de época, expresado en 1,15, al proclamar Jesús “que se ha terminado el plazo”. Por primera vez existe el Hombre que lleva en sí la plenitud del Espíritu de Dios (1,10). Por primera vez, por tanto puede Dios manifestar a través de él su verdadero ser. Jesús que ha expresado un compromiso sin límite por amor a la humanidad (1,9), puede revelar el amor universal de Dios. El que ha experimentado la inmensidad del amor de Dios, ha recibido en plenitud la vida divina y ha sido constituido “Hijo”, (1,11) puede revelar que Dios es Padre de la humanidad entera.

Volviendo al tema anterior, la diferencia entre los seguidores y la multitud está en que los primeros, al menos en principio, han dado su adhesión a Jesús, lo han seguido y han escuchado su mensaje. La multitud, en cambio, no sigue a Jesús ni está en disposición de escuchar su mensaje. Por eso Jesús no puede hablarle abiertamente; el secreto/mensaje propone unos valores incompatibles con los del judaísmo, y la multitud, imbuida de la ideología de éste (4,1), es incapaz de aceptar un mensaje que echa por tierra todas sus aspiraciones nacionalistas.

Sin embargo, la incomprensión que muestran los dos grupos de seguidores hace ver que también ellos comparten, en cierto modo, la ideología del judaísmo. Los “Doce” han roto con la institución judía (3,13) pero no con sus valores e ideales, y ven en la constitución del Israel mesiánico la promesa de la reforma y restauración gloriosa de Israel, que es para ellos la condición para la salvación de los paganos. Los otros seguidores, aunque no pertenecen al judaísmo se consideran subordinados al Israel mesiánico; aún no han entendido la igualdad de los dos grupos. Ven en la acción reformista el modo de implantar el Reino de Dios en Israel, del que, según creen, depende el acceso al Reino para los no israelitas. De ahí que se asocien a la pregunta de los Doce.

Esto muestra que el secreto puede aprehenderse de dos maneras: como información, en correspondencia con el término “mensaje”, o como vivencia por la plena adhesión a Jesús. Los que lo reciben como información, lo filtran a través de sus prejuicios, ideologías o presupuestos culturales. De este modo no captan el significado del amor universal ni llegan a conocer a Dios. Sólo quienes lo conocen como vivencia de identificación con Jesús, comprenden y hacen suya la radicalidad y universalidad del mensaje.

Por eso, una cosa es conocer el secreto y otra captar y aceptar sus implicaciones. Los Doce quieren el Reino de Dios, pero no comprenden su secreto ni sus consecuencias para Israel. Han tomado la decisión de seguir a Jesús pero no han identificado su propio camino con el que Jesús recorre; aún no “están con él” (3,14).

Jesús designa a la multitud como “los de fuera” (3,31). Ellos son lo que no forman parte de su comunidad, de su nueva familia, por no haber llevado a efecto el designio de Dios (3,35), que es la adhesión a Jesús. Los familiares de Jesús “se quedaban fuera”, por su hostilidad hacia él, consecuencia del apego a la doctrina de los letrados. La multitud, aunque no manifiesta hostilidad sino simpatía por Jesús, está, sin embargo, imbuida de la misma doctrina nacionalista y exclusivista y, por eso, está también “fuera”, es decir, no conoce al verdadero Dios, que extiende su amor a la humanidad entera.

Los de fuera” van teniendo el contenido del secreto (“todo eso”) “en parábolas”. Así, Marcos, anuncia la temática de las dos últimas parábolas del discurso (4,26-32), destinadas solamente a “los de fuera”, no a los seguidores de Jesús, quienes por conocer el secreto, no necesitan que se les exponga en lenguaje figurado.

La gran multitud no puede entender porque aún no ha roto con las categorías del pasado. Se siente atraída por Jesús, como lo muestra su deseo de escucharlo; ven en él un líder que puede sacarlos de la opresión, pero no al que los llama a una entrega como la suya, para colaborar con él en la obra común (seguimiento). Para la gente, el cambio social no exige cambio personal. Hablando a la multitud de esta manera velada, Jesús pretende evitar que un choque frontal bloquee el proceso de liberación; les deja posibilidad de reflexión y conversión.  

12…para que por más que vean no perciban y por más que escuchen no entiendan, a menos que se conviertan y se les perdone.

Expone Jesús la razón de su enseñanza en parábolas. No quiere que la multitud capte su mensaje, a menos que se efectúe en los individuos un cambio, designado con los términos “convertirse” y “ser perdonados”.

Marcos, utiliza en este pasaje el texto de Is. 6,9-10, citado según una traducción aramea, pero sin mencionar al profeta ni indicar que se trata de un texto de la Escritura. Por otra parte, el texto no contiene vocabulario particular judío, sino metáforas inteligibles para todos, y Jesús lo aplica a la multitud, que continúa la mala disposición denunciada en otro tiempo por Isaías.

El texto, por tanto, es comprendido como de Isaías por los seguidores del grupo de los Israelitas (“los Doce”) y como texto de Jesús por los seguidores no Israelitas (“los que estaban en torno a él”). Por otra parte, no se ajusta al texto hebreo ni a la traducción griega llamada de los LXX, sino que sigue una traducción aramea.

Esta es la única vez que aparece en Marcos, el término “conversión” que se distingue del arrepentimiento/enmienda (1,4.15), que significa un cambio de actitud por respeto al hombre, sin una necesaria o inmediata referencia a Dios. En cambio, la conversión significa “volverse hacia” Dios. En el primer caso, el cambio de vida puede efectuarse sin relación a Jesús (1,4s), en el segundo, no.

La relación de la conversión con la adhesión a Jesús se ve por su efecto: “y se les perdone”. Esta frase alude al episodio del paralítico, donde la adhesión a Jesús (la fe) obtenía el perdón de los pecados (2,5 y 3,28). En el Antiguo Testamento la conversión orientaba al hombre hacia Dios; en el evangelio lo orienta hacia Jesús, presencia de Dios en la tierra (2,10)

Es, por tanto, el pasado y presente de injusticia que pesa sobre la multitud el que impide aceptar el mensaje de Jesús. Pero la multitud no es consciente de su propia injusticia, porque ésta nace de su adhesión a la Ley discriminatoria y a los ideales nacionalistas propuestos por la teología oficial y a los principios tradicionales de la institución judía. Por eso no piensa que necesita un cambio de vida, primera condición para acceder el Reino de Dios (1,15).

Pero en estas condiciones, la exposición abierta del mensaje, que supone la desaparición del privilegio de Israel, provocaría solamente oposición y antagonismo. Jesús no se impone.  Para no forzarlos ni alejarlos definitivamente con una idea que ellos no son aún capaces de aceptar, les propone las parábolas, dándoles claves para que ellos mismos vayan entendiendo. Para los que alcancen la necesaria disposición, serán inteligibles; para los que no la tengan, resultarán enigmas. Sólo aquellos que hayan hecho la opción por Jesús y asimilado los valores que él propone podrán captar su sentido. 

13 Les dijo además: ¿No han entendido esa parábola? Entonces, ¿cómo van a comprender ninguna de las demás?.

Jesús se extraña de la falta de comprensión de sus seguidores, manifestada en la pregunta (v10). No han entendido que en el hombre existen prejuicios y conductas que se oponen al mensaje, y que para aceptarlo se requieren limpieza y disponibilidad interior (“tierra buena”). Si no entienden esto serán incapaces de comprender el resto de las parábolas que va a proponer a la multitud.

Los seguidores de Jesús están en la misma situación que “los de fuera”. Conocer el secreto del Reino no les ha ayudado, lo que significa que no lo han asimilado; no han penetrado el sentido de la experiencia que han tenido con él. No haber entendido la parábola significa, como para “los de fuera”, que la conversión o adhesión a Jesús y la ruptura con el pasado no se han efectuado o son aún insuficientes.

Como se ha visto antes, la falta de comprensión del secreto del Reino se debe a que siguen vigentes para los dos grupos los principios del nacionalismo judío. Los Doce o Israel mesiánico siguen creyendo en el privilegio de Israel sobre los demás pueblos y la necesidad de una restauración gloriosa de la nación judía. Los seguidores no israelitas también creen en la prioridad de Israel y piensan que la salvación del resto de la humanidad depende de la de éste: están aún en la órbita de los Doce.

No han entendido pues, que el mensaje del Reino implica la igualdad de todos los hombres y pueblos (2,3). No han comprendido que todos, por la adhesión a Jesús, tienen acceso directo a Dios y a todos se les comunica igualmente el Espíritu (2,10). Los Doce no han entendido la misión que Jesús ha confiado al nuevo Israel; éste no ha de ser el centro o el mediador de la humanidad, sino que ha de ponerse a su servicio (3,14).

En el fondo, la dificultad, tanto de los seguidores como de la multitud, nace de una falsa idea de Dios. El orgullo de raza o de nación se había justificado tradicionalmente creando la figura de un Dios que discrimina entre los hombres, que prefiere unos pueblos a otros. Se trata de un Dios cuyo amor no alcanza igualmente a toda la humanidad. La actividad de Jesús ha ido revelando el amor universal de Dios (“el secreto del Reino”), pero sus seguidores no lo han captado.

Ante esta situación que compromete la existencia de su comunidad, Jesús les explica la parábola anterior, para dejar claro el punto de partida. Para constituir el Reino de Dios, el hombre ha de ser transformado por la asimilación del mensaje de Jesús. Sin hombre nuevo no hay sociedad nueva. Pero esta transformación sólo tendrá lugar si el hombre acepta el mensaje y no pone obstáculos a su desarrollo.

Una vez entendida la primera parábola, la comprensión de las otras dependerá de la actitud que adopten los oyentes. Si aceptan la necesidad de cambio interior y hacen suyo el programa expuesto por Jesús -formulación del secreto del Reino- las comprenderán sin dificultad. Si necesitasen todavía explicaciones (4,34) sería señal de que no lo han asimilado.

14 El sembrador siembra el mensaje.

La siembra se describe como una actividad presente y continua, y consiste en la divulgación del mensaje. Jesús da así la clave de lectura de la parábola: se trata de su propia actividad. En cuatro pequeñas narraciones va a interpretar el significado de los cuatro terrenos, los cuales no representan clases de hombres, sino posturas o situaciones posibles en cada individuo, actitudes ante su Palabra y su mensaje. Cada oyente puede recibir el mensaje de una de las cuatro maneras que van a ser descritas: como tierra dura, tierra rocosa, tierra ocupada por zarzas o tierra buena. No existen individuos predestinados ni predisposiciones que determinen fatalmente a recibir el mensaje o a rechazarlo. El mensaje se ofrece a todos; si no produce fruto es porque de algún modo el hombre no lo recibe como podría y debería hacerlo.

15 Estos son los de junto al camino: aquellos donde se siembra el mensaje, pero en cuanto lo escuchan, llega Satanás y les quita el mensaje sembrado en ellos.

Primer caso. Hay ciertos individuos en los que no penetra el mensaje. Son totalmente refractarios, impenetrables a él. El mensaje desaparece sin dejar rastro, como si nunca lo hubiesen oído. Su escuchar es momentáneo, puramente material, sin continuidad ni reflexión. Ejemplo de ello han sido los letrados y los fariseos (2,16; 3,4.20-30). Esta disposición se debe pues, a la adhesión acrítica a la Ley injusta y discriminatoria, que de hecho hace al hombre injusto, aunque lo justifique a sus propios ojos. Reciben el mensaje en tierra dura “los que son fuertes”, es decir, los opresores, “los justos” que no creen tener necesidad de salvación (2,17), los que insultan al Espíritu Santo (3,29)

Satanás”, como se ha visto, representa el poder dominador y la ideología que lo justifica y lo exalta. Es “el fuerte” (3,27) cuya casa viene Jesús a saquear. En el contexto judío, se encarna en la institución religiosa y su doctrina, que ejerce y legitima el poder y somete al pueblo. El poder y la ambición de poder endurecen al hombre, hacen que le resbale el mensaje del amor y la igualdad, y éste no deja traza en él.

16 Estos son los que se siembran en terreno rocoso: los que, cuando escuchan el mensaje, en seguida lo aceptan con alegría, 17pero no echa raíces en ellos, son inconstantes; por eso, en cuanto surge una dificultad o persecución por el mensaje, fallan.

El segundo caso describe a ciertos entusiastas del mensaje. Para ellos es un ideal en el que encuentran satisfacción y que responde a sus deseos, pero no se comprometen seriamente a seguir a Jesús. El deseo de colaborar a la salvación de la humanidad se subordina a sus propios intereses. Aceptan el mensaje, pero no sus consecuencias. No penetra en ellos modificando su concepción de la vida ni su escala de valores. Cuando la adhesión requiere afrontar la dificultad, cuando pone en peligro la propia seguridad o comodidad, el propio prestigio, la posición social o la fama, se echan atrás[3]. Se trasluce aquí la experiencia de las primeras comunidades cristianas.

Los términos “dificultad/presión” y “persecución” interpretan la acción del sol en el texto de la parábola (“Se abrasó y por falta de raíz se secó4,6). Como en aquel pasaje, lo que debería ser factor de vida se convierte, por la insuficiente adhesión, en impedimento para ella.

18 Otros son los que se siembran entre las zarzas: estos son los que escuchan el mensaje,

19 pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de la riqueza y los deseos de todo lo demás van penetrando, ahogan el mensaje y se queda estéril.

Los obstáculos al mensaje están clasificados en tres capítulos. Uno es central, la seducción de la riqueza, siendo ésta la primera vez que se da un juicio negativo sobre ella en este evangelio. Los otros dos están en relación con ella: el agobio económico hace ver las riquezas como una solución, y éstas provocan deseos y caprichos de todo género; “todo lo demás” abarca todos los bienes que aparecen como apetecibles y que pueden obtenerse con dinero. También este caso responde probablemente a ciertas experiencias comunitarias.

El seguidor de Jesús ha de estar libre de esas preocupaciones[4]. La acción de éstas es progresiva (“van penetrando”), como el crecimiento de las malas hierbas. El resultado, sin embargo, no es dudoso; acaban por ahogar el mensaje y éste no da fruto, no transforma al hombre.

Considerado ahora juntamente, los tres terrenos o actitudes en los que el mensaje no puede fructificar, pueden caracterizarse como la ideología del poder, el apego al prestigio o reconocimiento social, sin excluir la cobardía y la superficialidad y el deseo de riqueza que lleva a toda ambición. Son los obstáculos que impiden el seguimiento de Jesús.

20 Y estos son los que se han sembrado en la tierra buena: los que siguen escuchando el mensaje, lo van haciendo suyo y van produciendo fruto: treinta por uno y sesenta por uno y ciento por uno.

Tierra buena es aquella donde no existen obstáculos para el crecimiento de la semilla. No es tierra dura, es profunda y no está ocupada por malas hierbas. Es decir, por sí misma, la tierra es buena; el hombre tiene un substrato que está en sintonía con el mensaje.

Ser sembrado en la tierra buena” representa la disposición de los que prestan oído al mensaje, siempre presente y nuevo, para irlo asimilando en su vida y conducta. Estos no “se siembran” como en los casos anteriores, en los que la siembra fracasa (vv15-18), sino que se han sembrado porque esta siembra produce el resultado pretendido.

Las cifras que miden el fruto son realistas[5], pero lo importante es que el fruto es creciente y se va realizando en el hombre, hasta llegar a un máximo o plenitud. La producción “ciento por uno” alude, sin duda a Gn. 26,12[6]. Aunque el mensaje se recibe de fuera, no queda como una norma o modelo independiente del hombre. Este lo hace suyo y al identificarse con él, se produce una transformación en el hombre mismo.

El fruto es el hombre transformado por la adhesión a Jesús y el seguimiento. El mensaje es vital, relativo al comportamiento, no meramente doctrinal y especulativo. Al ponerlo en práctica, el individuo se va descubriendo a sí mismo, va actualizando sus virtualidades, produciéndose la transformación gradual de la persona. La índole de esta transformación será explicada en la primera parábola del Reino (4,26-29). Todo individuo puede ser tierra buena, pero de hecho no todos reciben el mensaje en la parte mejor de sí mismos[7].

21 Y siguió diciéndoles: ¿Acaso se trae la lámpara para meterla debajo del perol o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?

22 Porque si algo está escondido es sólo para que se manifieste, y si algo se ha ocultado es solamente para que salga a la luz.

Con la comparación doméstica de la lámpara o candil ilustra Jesús la futura misión de sus seguidores. Él no pretende formar un círculo esotérico de iniciados, ni hay entre los suyos algunos privilegiados que posean una ciencia negada a los demás. Su mensaje, que formula “el secreto del reino”, está destinado a todo hombre. El amor universal de Dios debe ser universalmente conocido.

Por el momento, dados los prejuicios de la multitud, Jesús ha hablado en parábolas. Pero esta táctica es ocasional. Misión de sus seguidores será proclamarlo para que otros lo escuchen como ellos lo han oído de Jesús.

El mensaje, comparado antes con una semilla, se compara ahora con una lámpara que se trae para que ilumine a todos. Sería irracional esconder la luz debajo del perol[8] o debajo de la cama, lo que significa impedir que ilumine. Puede haber una alusión al Salmo 119,105[9] en donde el salmista se refería a la Ley de Moisés de la que el Salmo entero es un panegírico. Jesús sustituye la palabra de la Ley por la suya propia, el mensaje del amor universal de Dios a los hombres y la comunicación de su Espíritu.

Jesús insiste en la propagación del mensaje, añadiendo dos dichos casi equivalentes, El primero estático: “está escondido”, puede referirse a la novedad del mensaje respecto al Antiguo Testamento, donde el amor universal de Dios a la humanidad, en pie de igualdad con Israel, no se había revelado. El segundo es dinámico: “se ha ocultado” puede aludir a la táctica de Jesús que no ha propuesto abiertamente a la multitud “el secreto del Reino”. Pero una vez revelado, no puede ser ocultado de nuevo; no se puede transigir con la mentalidad particularista; hay que presentar el rostro del verdadero Dios.

Las dos expresiones son casi equivalentes: “se manifieste” y “salga a la luz” desarrollan la idea anterior de poner en el candelero, subrayando la necesidad de la misión. La luz/mensaje tiene su itinerario hacia la plena visibilidad, que no debe frustrarse.

23 ¡Si alguno tiene oídos para oír, que escuche!

Esta exhortación está en íntima conexión con la anterior explicación de la parábola (4,9) donde es colofón de la parábola misma. A la multitud, Jesús la exhortaba a esforzarse a entender; a los suyos, que ya han debido entender, les invita a que no oculten lo que entienden.

24 Y siguió diciéndoles: ¡Atención a lo que van a escuchar! La medida que llenen la llenará para Ustedes y con creces,

Terminada la exposición, Jesús añade un aviso final que equivale a una exhortación a producir fruto. Jesús subraya la importancia de lo que va a decirles. Va a exponer las consecuencias de las opciones, positiva y negativa, ante el mensaje. Es la condición indispensable para ejercer la misión de que acaba de hablar. Sin hombre nuevo, no hay creación de una sociedad nueva.

La medida se refiere a las enumeradas en la parábola y en su explicación (4,8.20: treinta, sesenta, ciento). Por la asimilación del mensaje, el hombre actualiza hasta cierto punto su capacidad de vida. Jesús promete un incremento que no solamente duplicará el fruto, sino que rebasará esa medida. Este incremento, que acompaña a la actividad del hombre, es don gratuito. Dios comunica vida a los que hacen suyo el mensaje de Jesús, multiplicando el fruto más allá de toda expectativa. Hay que tener en cuenta la correspondencia de este dicho con la fecundidad de la tierra buena. La producción de fruto se describe en la parábola en tres fases: treinta, sesenta y ciento por uno. En paralelo con ella, se encuentran las tres acciones expuestas en este dicho:

            Treinta por uno        la medida que ustedes llenen

            Sesenta por uno      la llenarán para ustedes

            Ciento por uno         y con creces... (en el original: “y se les añadirá”)

Se constata que las tres medidas de la parábola no se atribuyen a individuos diferentes, sino que representan el desarrollo progresivo de cada individuo.

En este proceso de crecimiento la vida divina se va comunicando al hombre, No hay que esperar el término de la asimilación del mensaje para recibir el don. Este se recibe en cada momento del desarrollo. Se describe así una estrecha colaboración entre el hombre y Dios, en la que el fruto final resulta de la coincidencia de dos actividades, no solamente de la del hombre, pero tampoco solamente la de Dios, porque sin la primera no existiría la segunda, y sin la segunda nunca llegaría el hombre a la plenitud. La acción de Dios acompaña a la del hombre y se inserta en ella, Describiéndoles el fruto, Jesús anima a los suyos a producir y a crecer mediante la plena aceptación del mensaje y su traducción en la vida. Jesús no es solo un maestro que propone un mensaje; es también el salvador que capacita al hombre y lo transforma.

25 pues al que produce se le dará, pero al que no produce le quitarán hasta lo que había recibido”.

Este dicho de Jesús es un proverbio que aparece en diferentes contextos[10]. En este pasaje se aplica al fruto. Jesús estimula a los suyos a la responsabilidad. No basta una actitud meramente receptiva; hay que colaborar con el mensaje para hacerlo fructificar. Del plural del dicho precedente pasa al singular, para subrayar la responsabilidad de cada uno en su propio desarrollo.

Empieza con el aspecto positivo, resumiendo lo dicho anteriormente. Producir equivale al primer miembro: “llenar una medida” del dicho anterior y está en relación con la tierra buena; “se le dará” asume los dos miembros siguientes: “la llenarán para ustedes” y “con creces”.

La segunda parte del versículo es una seria advertencia sobre las consecuencias de la falta de asimilación y práctica del mensaje. El verbo “quitar” aparecía en el v15, donde era la ideología del poder (“Satanás”) la que arrebata al hombre el mensaje, sembrado en él (4,15) . También el miedo y la ambición (4,16-18) impiden el fruto. La situación del que no produce llega a ser la misma que la del que no ha aceptado el mensaje: se queda sin nada. Los tres primeros casos de la parábola tienen el mismo final: perder el mensaje recibido. Existe una clara relación entre el final y el principio de este separarse de Jesús con sus seguidores. En 4,11 se habla de un conocer. En 4,24 se habla de practicar lo que se conoce para obtener el fruto que es capaz de producir. Los seguidores de Jesús han recibido el secreto del amor sin límites de Dios y han conocido el mensaje que lo formula; cada uno es responsable del fruto de ese don.




[1] En singular Dan. 2,19.19.27.30.47

[2] Dan. 2,44

[3] La segunda condición para el seguimiento de Jesús que es cargar con su cruz (8,34), es decir, aceptar la hostilidad de la sociedad y sus consecuencias, se opone frontalmente a este obstáculo.

[4] El término griego aión tiene sentido temporal, denotando la época histórica en que vive la humanidad, pero incluyendo el modo como en ella la sociedad humana está organizada (“este mundo”). Son precisamente la injusticia y la opresión existentes en la sociedad las que producen las preocupaciones. El seguidor de Jesús ha de excluirlas, pero sin recurrir a la riqueza como solución (10,20). La solución de Jesús aparece en los episodios de los panes (6,34 y 8,1) y sus efectos son descritos por él a propósito de lo sucedido con el rico (10,29). El compartir y la renuncia a lo que se posee libran a los seguidores de Jesús de las estructuras injustas que provocan las preocupaciones.

[5] La producción medida de una espiga era de 35 granos, a menudo daba 60 y excepcionalmente 100.

[6] Isaac sembró en aquella tierra y en aquel año cosechó el céntuplo, porque lo bendijo el Señor

[7] Con su fuga en Getsemaní (14,50), los discípulos mostrarán que el mensaje no había echado raíces en ellos y, con sus ambiciones (9,34 y 10,37), que las zarzas no lo dejan dar fruto. Siguen dominados por las preocupaciones de la vida (10,26); no reniegan de si mismos (8,34)

[8] El término “perol” traduce el término griego-latino “modius” que significa una medida de capacidad para áridos, mayor que el antiguo celemín que se dice en castellano. El uso de un término de medida hace de puente entre la parábola anterior, donde se hablaba de tres medidas, treinta, sesenta y ciento por uno, y el dicho siguiente sobre la medida (v24).

[9] “Lámpara para mis pies es tu Palabra y luz para mis sendas

[10] Mt 13,12; 25,29

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