TRAVESÍA.
LA TEMPESTAD.
IMPEDIMENTO PARA LA MISIÓN
35 Aquel día, caída la tarde, les dijo: crucemos al otro lado.
36 Dejando a la multitud, se lo llevaron mientras estaba en la barca, aunque otras barcas estaban con Él. 37Entonces sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando;
38 Él se había puesto en la popa, sobre el cabezal a dormir. Lo despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
39 Una vez despierto, conminó al viento (y se lo dijo al mar): ¡Silencio, estate callado! Cesó el viento y sobrevino una gran calma.
40 Él les dijo: ¿Por qué son cobardes? ¿Aún no tienen fe?
41 Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros: Pero entonces, ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
5, 1 Y llegó al otro lado del mar, al país de los geraseno.
35 Aquel día, caída la tarde, les dijo: crucemos al otro lado
La afirmación “aquel día” establece una conexión entre la travesía del “lago/mar” hacia territorio pagano y la enseñanza anterior. En las parábolas del Reino ha expuesto Jesús la extensión de éste, a toda la humanidad (4,26-32). El paso a tierra pagana no es más que la puesta en práctica de su programa universalista.
Las precisiones temporales son escasas en Marcos, de modo que las que señala en este pasaje han de tener particular importancia. De hecho, la expresión mencionada tiene una relación estrecha con “el día de Yahvé”, término con la cual se designaba en el Antiguo Testamento el momento de una decisiva intervención de Dios en la historia. Esta afirmación ya había aparecido en Mc. 2,20, referido a la muerte de Jesús, interpretada así como la gran intervención de Dios. Con esto, Marcos, fija el significado de “aquel día” en el evangelio. Este día o acontecimiento que hace de perno a la historia de la humanidad, es para Marcos, el de la muerte-exaltación de Jesús.
Con esto, la expresión “aquel día” en Mc. 4,35, hace ver que la misión entre los paganos, a la que Jesús invita (“crucemos al otro lado”), es consecuencia de su muerte-exaltación y que se realizará después de ella. Esta indicación, unida a la ausencia del nombre de Jesús y de nombres propios de discípulos, hace probable que este episodio refleje las condiciones en que se estaba realizando la misión en tiempos del evangelista.
Añade Marcos, una segunda precisión temporal: “caída la tarde”. La expresión aparece en contexto negativo y denota la ausencia de luz, figura de la incomprensión de los que acompañan a Jesús. Enlaza este dato con la necesidad de explicación particular que tenían los discípulos. El texto indica así, que la incomprensión continúa aún después de la muerte de Jesús.
El día judío empezaba al caer la tarde, a la puesta del sol. Pero Marcos, al yuxtaponer en este pasaje las dos expresiones (“aquel día” y “caída la tarde”) atribuye al día anterior, el de la actividad de Jesús, el tiempo después de la puesta del sol. Sigue así la división griega del tiempo que, al contrario de la judía hacía comenzar el día por la mañana, al amanecer. Este dato señalaba un cambio de cultura en consonancia con el paso a tierra pagana.
El verbo “cruzar”, con el que Jesús invita a los suyos a ir con Él a territorio pagano, se emplea en Dt. 2,7, para indicar el paso del desierto hacia la tierra prometida. Con esto se coloca de nuevo el mar en el contexto del éxodo de Egipto, pero ahora la tierra de opresión es el país judío, y la tierra prometida el mundo entero. La invitación de Jesús implica, por tanto, que la misión entre los paganos no puede hacerse a partir de las categorías del judaísmo.
El otro lado es la orilla oriental del lago/mar de Galilea, el territorio pagano de la Decápolis. Aunque gente de países paganos había acudido ya a Jesús, esta es la primera vez que se registra una salida de Jesús fuera del país judío.
La invitación de Jesús se dirige a los dos grupos de seguidores; así lo muestra la fórmula “les dice”, paralela a la que ha usado antes (4,13). El presente histórico muestra que la invitación es permanente y que los dos grupos de su comunidad tienen que estar en toda época al servicio de la humanidad.
En resumen, el versículo introductorio coloca la escena que sigue en la época posterior a la muerte de Jesús y bajo el signo de la incomprensión. Jesús invita a todos sus seguidores a emprender la misión entre los paganos, y la presenta como un éxodo fuera del exclusivismo judío, en el que la tierra prometida, el Reino de Dios, ha de realizarse en el mundo entero.
36 Dejando a la multitud, se lo llevaron mientras estaba en la barca, aunque otras barcas estaban con Él.
Jesús sigue en la barca desde donde ha enseñado (4,1). El texto señala además la presencia de dos grupos; uno situado en el mismo lugar que la multitud y otro que se encuentra en las otras barcas.
La situación de cada grupo muestra su disposición interior. El primero, que acompañará a Jesús en la travesía y se dirigirá a él llamándolo “Maestro”, es el grupo de los discípulos. Estos, como la multitud, se habían quedado en la tierra (4,1) y desde allí habían escuchado la enseñanza de Jesús. En aquella escena, quedarse en la tierra, significaba estar apegado al territorio de Israel, profesar los ideales del judaísmo, razón por la cual Jesús no pudo hablar a la multitud más que en parábolas (4,11).
Al señalar Marcos, que los discípulos estaban hasta entonces con la multitud, indica que han escuchado toda la enseñanza con la misma actitud que ésta. Aunque han escuchado a Jesús de cara al mar, su visión de los paganos y de la misión con ellos, están condicionadas por su permanencia en la tierra. De ahí que la escena se haya presentado bajo el signo de la incomprensión (“caída la tarde”).
El otro grupo que aparece es el de las barcas que estaban con Él. La relación personal expresada por el texto, muestra que quien se relaciona con Jesús no son las barcas mismas, sino sus ocupantes. Es decir, las barcas representan grupos de hombres. De este modo, más que la cercanía local de las barcas a Jesús, se destaca la cercanía personal o afinidad de sus ocupantes con Él.
Estos grupos de hombres que “estaban con Él”, es una expresión que le ha servido a Marcos, para designar la primera finalidad de la convocación de los Doce, misma que equivalía a dar una adhesión incondicional a la persona y programa de Jesús.
Los que están en la barca cumplen ya esta condición, que aún no cumplen los discípulos. Son seguidores de Jesús distintos de ellos y se identifican con el grupo de los que estaban en torno a Él. El plural “barcas” por oposición a “la barca” donde van a viajar los discípulos, muestra que el grupo de los que no proceden del judaísmo es más numeroso que el de los que proceden de él.
Están en otras barcas con Jesús; no se han quedado en la tierra. Es decir, han abandonado la ideología del judaísmo que por un momento los había arrastrado. La explicación de Jesús les ha abierto los ojos y, al contrario que los discípulos, han comprendido el secreto del Reino y no necesitan explicación en privado. Con Jesús mismo se encuentran dentro del mar, lugar de paso hacia los pueblos paganos. Han comprendido el universalismo del mensaje y están dispuestos a iniciar la misión.
En este contexto los discípulos se llevan a Jesús. El verbo “llevarse” significa en Marcos, tomar consigo a una o a varias personas con exclusión de otros. Los discípulos se llevan a Jesús en la barca donde estaba, dejando de lado a los otros. Pretenden monopolizar la misión y enfocarla según las categorías judías que ellos profesan, manteniendo la supremacía de Israel. No les interesa que tomen parte de la misión los miembros del grupo que han abandonado tales categorías. Por eso, aunque la invitación de Jesús es para todos, los discípulos excluyen de la misión del grupo a los no israelitas. No consultan a Jesús ni le permiten tomar decisión alguna. Prácticamente lo secuestran, contrariando su deseo de ir acompañado en la misión por los dos grupos. Así toman una iniciativa opuesta a la de Él. El inciso “mientras estaba en la barca” pone en evidencia la maniobra que ellos realizan.
Tratándose de la misión pos pascual, el episodio manifiesta que en tiempos de Marcos, el grupo procedente del judaísmo emprendía la misión sin tener en cuenta los principios propuestos por Jesús y, al mismo tiempo, procuraba impedir que el grupo no israelita participase en ella.
37 Entonces sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y ya la barca se iba llenando;
38a Él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir.
Ahora viene la tempestad. A partir de este momento, la perícopa toma como trasfondo el episodio de Jonás en la nave (Jon.1) Este profeta, enviado a un pueblo pagano, rechazó el encargo divino y, en consecuencia se produjo una tempestad que puso en peligro la vida de todos los tripulantes del barco. Jonás se echó a dormir en la bodega del mismo (Jon. 1,5)
En la perícopa de Marcos, sin embargo, la figura de Jonás se desdobla. La infidelidad y, por tanto, la culpa de la tempestad se atribuye a los discípulos. El sueño a Jesús. Éste asume también el papel de Dios, pues es Él quien calma la tempestad. Los discípulos son a la vez culpables y víctimas pero, a diferencia de Jonás no reconocen su culpa.
El programa de Jesús mira a la liberación y salvación de la humanidad; el de los discípulos a la gloria de Israel. Jesús actúa movido por el Espíritu de Dios; ellos por la ideología del judaísmo. A la acción de los discípulos, contraria al propósito de Jesús, sucede sin intervalo el desencadenarse de la tempestad, levantada por un fuerte torbellino de viento.
Para determinar el significado de la tempestad hay que notar la sucesión inmediata (“entonces...”) de la acción de los discípulos y el desatarse del torbellino, apuntando que lo segundo es consecuencia de lo primero.
En segundo lugar, las tres sucesivas menciones de la barca que no volverá a ser nombrada en la perícopa, muestran el vínculo entre los vv 36 y 37.
Al tener en cuenta como trasfondo la historia de Jonás, es importante destacar que fue la resistencia de Jonás al encargo divino lo que provocó la tempestad. En Marcos, es la resistencia de los discípulos al mensaje de Jesús la que provoca el fuerte torbellino de viento. Este representa el mal espíritu que mueve a los discípulos, cuya violencia provoca la amenazadora reacción del mar.
El mar, de suyo favorable y paso hacia el mundo pagano, se encrespa con este viento/mal espíritu y se convierte en las olas, cerrando el camino a la misión. Las olas que se abalanzan contra la barca son figura de la hostilidad del paganismo contra un grupo misionero que sostiene la superioridad del pueblo judío, implicando la inferioridad de los demás y la necesidad de asimilarse a Israel para obtener salvación. No se les propone la igualdad, se afirma un privilegio.
El camino debería estar abierto al mensaje de Jesús que ofrece la salvación a todos los hombres por igual, pero la propuesta judaizante lo hace impracticable: la misión resulta imposible.
El peligro es inminente. La actitud de los discípulos no sólo impide la misión, sino que pone en peligro la existencia del propio grupo. El mundo pagano no tolera a los que quieren imponerle tal ideología y está dispuesto a aniquilarlos.
Con esta situación de peligro contrasta la acción de Jesús que está dormido. Jesús está forzado a la inactividad por los discípulos, que han prescindido de él y no puede colaborar en una misión contraria a su mensaje.
Mientras dure la tempestad, sólo podrá intervenir si recurren a él. Se queda en la popa, lugar del timonel, pero no lo dejan marcar el rumbo. El hecho de ponerse a dormir en el lugar destinado para ello, el cabezal, muestra que su sueño es intencionado, no accidental. Aquí hay una nueva alusión al libro de Jonás, en donde se dice que éste, bajó a dormir cuando ya la tempestad se había desatado (Jon. 1,5b) El gesto de Jesús hace ver que Él no se siente amenazado por la tempestad; su programa no quedará frustrado a pesar de la infidelidad de este grupo.
El hecho de que Jesús duerma, es decir, que no se deje sentir su presencia, es un nuevo indicio de que el episodio anticipa una praxis pos pascual de misión, es como si estuviera muerto. Por otra parte, el término “cabezal” se usaba también para referirse a una especie de cojín que se ponía bajo la cabeza de un difunto. Jesús se muestra vivo cuando la comunidad está unida a Él y trabaja en unión con Él. Cuando ella actúa prescindiendo de Él y de su mensaje, es como si no hubiese resucitado y la misión sin Él fracasa.
38b Lo despertaron y le dijeron: -Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
Ante la actitud de Jesús, los discípulos reaccionan exasperados despertándolo. Han comprendido de que por sí solos, no son capaces de salir del peligro. Pretendían actuar sin Él, pero ven que van a la ruina. Antes habían impedido su acción, ahora la necesitan.
En toda la narración no figura el nombre de Jesús. En cambio, por primera vez se le aplica el título de “Maestro” en relación con su anterior actividad de enseñanza y con la denominación “sus propios discípulos”. Ahora, sin embargo, el evangelista no designa como discípulos a los interlocutores de Jesús. A pesar de las explicaciones que éste les ha dado, no aceptan su mensaje universalista.
Con el título Maestro, quieren recordarle a Jesús que ellos, de algún modo, le pertenecen. Por eso le reprochan que se desentienda de ellos. El reproche recuerda el mismo que le hicieron a Jonás (Jon. 1,6)
La reacción de los discípulos se produce en el momento en que se ven perdidos. Hasta entonces habían confiado en sí mismos. Ahora no ven más que la ruina inminente y recurren a Jesús. Interpretan su sueño como indiferencia, sin reconocer que son ellos mismos quienes lo han reducido a la inactividad. Ante su propio fracaso echan toda la responsabilidad sobre Él.
Más que por Jesús temen por ellos mismos. Creen en el poder de Jesús, pero dudan de su amor (“¿no te importa?”) y ésta era la mayor ofensa que ellos podían hacerle. Ellos aún no están con Él, pero Él sigue estando con ellos y su fidelidad no se desmiente.
39 Una vez despierto, conminó al viento (y se lo dijo al mar): -¡Silencio, estate callado!- Cesó el viento y sobrevino una gran calma.
Jesús responde inmediatamente liberándolos del peligro. Primero actúa, luego les hablará. Para hacer que cese la tempestad, habla al viento y al mar como a seres personales, lo que prueba el sentido figurado de ambos elementos.
El verbo “conminar” se ha usado en el evangelio para designar las órdenes dadas por Jesús a los espíritus inmundos (1,24 y 3,11) y aparece en el AT., para indicar el reproche de Dios a las fuerzas del mal. El viento al que Jesús conmina, aparece así como una fuerza contraria a Dios.
Cuatro veces se menciona el viento, indicando la importancia de este símbolo. Y las cuatro veces aparece como un elemento adverso. El mar, en cambio, no es de por sí hostil; su agitación depende exclusivamente de la acción del viento.
Los dos verbos que constituyen la orden de Jesús están en singular. Jesús da pues una orden al viento, es decir, su presencia acaba con la situación de hostilidad porque hace callar al mal espíritu que la causaba.
La orden de Jesús alude a las dos escenas ocurridas en una sinagoga. El primer miembro de la orden (silencio) recuerda el silencio hostil y obstinado de los fariseos ante la pregunta de Jesús (3,4). Los fariseos no aceptaban el valor supremo del hombre, por encima de toda institución. Y tampoco para los discípulos es el hombre el valor supremo, sino Israel y su gloria (subordinación de los paganos). Con esto define Marcos, la índole de su mal espíritu.
El segundo miembro (estate callado) es similar a la orden que dio Jesús al espíritu inmundo en la sinagoga de Cafarnaúm (1,25), espíritu que era figura del fanatismo que creaba la doctrina nacionalista de los letrados. También los discípulos participan de este fanatismo. El paralelo presenta de nuevo al viento como equivalente de espíritu inmundo, y la proximidad de significado entre espíritu y viento, refuerza el sentido figurado de la tempestad.
El mar, (la humanidad pagana) muestra su violenta reacción a la actitud de los discípulos. Para calmarlo, Jesús conmina al viento, pero dirigiéndose al mismo tiempo al mar. Es decir, acalla el espíritu judaizante de los discípulos, causa de la exasperación y rechazo de los demás pueblos, y al mismo tiempo hace conocer al mundo pagano (“y se lo dijo al mar”) que esa actitud no está de acuerdo con su mensaje. Jesús desaprueba y desautoriza la ideología de los discípulos y esto calma por completo la hostilidad.
El efecto de la orden de Jesús (“cesó el viento...”) muestra su condición de Hombre-Dios. En el AT., es Dios quien domina el mar embravecido (Sal. 89,10 ; Sal. 107,29).
En resumen, la tempestad ha sido provocada por los mismos discípulos. El viento que agita el mar, poniendo en peligro la existencia del grupo, es la actitud judaizante con que se presentan ante los paganos. Aunque por la praxis y la enseñanza de Jesús habían podido conocer la universalidad del Reino y, en consecuencia, la igualdad ante él de todos los hombres, los discípulos quieren conducir la misión con categorías judías, manteniendo la superioridad de Israel. Los pueblos paganos rechazan violentamente este supuesto. El fracaso no es culpa del mundo pagano, sino del mal enfoque de la misión y de la deformación del mensaje. En cuanto se propone el mensaje auténtico no se produce hostilidad alguna.
Cuando en su misión la comunidad no tiene en cuenta a Jesús, es como si este estuviera muerto. Cuando apela a Él, se muestra vivo y en acción.
40 Él les dijo: -¿Por qué son cobardes? ¿Aún no tienen fe?-
Después de actuar, Jesús les hace dos preguntas que incluyen extrañeza y reproche.
En la primera, la cobardía de los discípulos no se identifica sin más con su reacción temerosa ante la tempestad, pues pasado el peligro sigue existiendo. Al hacer callar Jesús las pretensiones judías de los discípulos y proponer a los paganos el auténtico mensaje, ha cesado la hostilidad. La aceptación es tan grande e inmediata que hace patente la fuerza divina del mensaje de Jesús. Ellos tienen miedo de que ese éxito se pierda para siempre, comprometiendo al mismo tiempo la posibilidad de llevar adelante los ideales judíos. No conciben presentarse ante los paganos como iguales y no están dispuestos a renunciar al principio de superioridad y a la identidad de Pueblo Elegido, según las categorías del antiguo Israel.
La segunda pregunta indica que la raíz de ese miedo es la falta de adhesión a Jesús; todavía no están con Él. Por eso no han asumido la nueva identidad que nacería de esa adhesión. La identidad del Israel mesiánico no se basa en una pretendida superioridad sobre los demás pueblos, sino en la disposición al servicio de la humanidad entera, haciendo patente el amor universal de Dios. Como no lo han asumido se sienten desorientados e inseguros; les da miedo quedarse sin identidad alguna si renuncian a la antigua.
La perícopa señala el incumplimiento de las dos finalidades expuestas en la convocación de los Doce. Por su falta de fe y de adhesión, no están con Jesús, y por su cobardía para asumir su nueva identidad, fracasan cuando los envía a predicar. Se pone en evidencia la imposibilidad de ejercer la misión sin estar identificados con Jesús y con su mensaje.
El reproche de Jesús intenta hacerlos comprender lo equivocado de su actitud y estimularlos a la adhesión. Los discípulos tienen motivos suficientes para confiar en Jesús que los ha llamado a constituir el nuevo Israel.
41 Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros: -Pero entonces, ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?
La reacción de los discípulos no es de acercamiento y de adhesión sino de terror. Antes tuvieron miedo de la tempestad. Ahora tienen miedo de Jesús que los ha salvado de ella. No han comprendido su propio error ni el amor de Jesús; siguen en su falta de fe. Ellos no le piden ayuda para creer, al contrario, se repliegan sobre ellos mismos, haciéndose una pregunta que no pueden responder. Las palabras se refieren a la acción de Jesús. Para ellos Jesús es un personaje misterioso que despliega una potencia que ellos no conocían ni esperaban. Se habían llevado consigo al Maestro, pero se encuentran con un Jesús al que no saben como designar. Constatan que el viento y el mar le obedecen, es decir, se dan cuenta de la potencia estrictamente divina que ha mostrado Jesús, pero no saben deducir quién es.
La respuesta debería ser: “es el Hijo de Dios presente en la tierra”, pero ellos no conciben al Hombre-Dios ni abren los ojos a la nueva revelación. Su terror muestra que sienten la presencia de Jesús como una amenaza. Ellos lo han secuestrado, negándole la libertad de decisión y contraviniendo a su deseo de ser acompañado en la misión. Están frente a uno cuyo poder no conocían. Ahora sienten pánico.
Normalmente la salvación de la tempestad debería haber provocado en ellos alegría y reconocimiento. Si les produce miedo es por la conciencia de su comportamiento con Jesús y el reproche de este. A pesar de la pronta intervención que les hacía patente el amor de Jesús y de que les salvó del peligro, no perciben ese amor ni lo ven como el salvador, sino como el poderoso que puede tomar represalias (Jer. 13,9).
Como en la tradición judía, la potencia divina que han percibido en Jesús, les infunde temor. Para ellos la teofanía no revela un Dios de amor sino de poder. Reaccionan como los marineros del libro de Jonás (Jon. 1,16). No han asumido la nueva relación de amigos del Esposo, propia de la nueva alianza (2,19). La fe consiste en creer que Dios/Jesús salva. En su lugar el miedo les domina y la conclusión es lógica: siguen sin fe.
En la sinagoga de Cafarnaúm la gente se preguntaba por el sentido de las acciones y en consecuencia, por la misión de Jesús (1,27). Para los discípulos, en cambio, la idea que se habían hecho de Él ha quedado desbordada por lo que han presenciado, y es su misma persona la que se les presenta como un enigma. El interrogante se irá profundizando en los episodios que siguen. En ellos se mostrarán nuevos aspectos de la potencia de Jesús.
En la pregunta que se hacen los discípulos, el viento y el mar forman un único sujeto, y el paralelo con la afirmación de 1,27 (“da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen”) subraya de nuevo la índole maligna, tanto del viento (espíritu del judaísmo) como de la tempestad (reacción del paganismo). Es decir, aunque se describen como elementos distintos y sucesivos, tienen en común el mismo rasgo de violencia expresada en uno (viento) como superioridad y dominio, y en el otro (tempestad) como hostilidad y destrucción. La sucesión indica que la segunda violencia se manifiesta como respuesta a la primera.
5, 1 Y llegó al otro lado del mar, al país de los gerasenos.
La actitud de los discípulos no impide el objetivo de la misión. Jesús, su mensaje, llega a tierra pagana. Los discípulos desaparecen del relato. No están en condiciones de lanzarse a la misión. Jesús actuará solo, mostrando los efectos que su mensaje puede tener sobre los oprimidos por la sociedad pagana, cuando éste se presenta con autenticidad, como realmente es.
Marcos, señala el punto de llegada de dos maneras: la primera “al otro lado del mar”, aparentemente geográfica, pero en realidad teológica, pues alude al éxodo. La segunda “al país de los gerasenos”, denominación étnico-religiosa, que representa a la humanidad pagana. Marcos, indica así que el Reino de Dios, la nueva tierra prometida, término del éxodo, está en el mundo entero y, por ello, a él ha de extenderse la misión.