Marcos 6, 1b-6

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JESÚS EN LA SINAGOGA DE SU TIERRA.
EL RECHAZO DE LOS FIELES A LA INSTITUCIÓN


1b Fue a su tierra seguido de sus discípulos.

2 Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga; la mayoría, al oírlo, decían impresionados: -¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y qué clase de fuerzas son estas que le salen de las manos?

3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?- Y se escandalizaban de Él.

4 Jesús les dijo:
-No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa-

5 No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados, aplicándoles las manos.

6 Y estaba sorprendido de su falta de fe.
Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.


A MANERA DE INTRODUCCIÓN

La perícopa que a continuación vamos a profundizar sirve de colofón a la sección 3,20-6,1a y al mismo tiempo cierra toda la actividad de Jesús en Galilea, a partir de la proclamación que Él hace de la buena noticia (1,14-15).

Esta es la tercera vez que Jesús entra en una sinagoga. Las dos veces anteriores fueron antes de su ruptura con la institución religiosa judía (3,6) y de la constitución del nuevo Israel (3,13).

La primera vez, en la sinagoga de Cafarnaúm (1,21-28), su modo de enseñar había causado impresión en los oyentes, provocando el descrédito de la enseñanza oficial. La segunda vez, cuando entró en una sinagoga que representaba a todas las de Galilea, Jesús había urgido al pueblo, en medio de la hostilidad de los fariseos, a emanciparse del legalismo que impedía su desarrollo humano (3,1-7a)

Como consecuencia de la actividad de Jesús y, en particular, de su audaz iniciativa de constituir un nuevo Israel, se produjo una reacción de las autoridades de Jerusalén. Algunos letrados de la capital bajaron a Galilea y expresaron una condena radical de Jesús, declarándolo enemigo de Dios (3,22)

Ante esta posición de las autoridades centrales, se produce una división en el pueblo respecto a Jesús. Un buen número de gente no hace caso de ella y aprueba la postura de Jesús, aunque en parte o en todo sin comprenderla, y siguen acercándose a Él (3,20; 4,1). Sus allegados, en cambio, consideran desatinada su iniciativa y quieren quitarlo de enmedio (3,21). Jesús, por su parte, continúa su actividad de enseñanza y propone su alternativa a los oprimidos por la sociedad pagana (5,2-20) y por el sistema religioso judío (5,21-6,1a).

Ahora queda por ver cuál es la reacción de los integrados en la institución religiosa, a los que Jesús se había dirigido en las dos primeras sinagogas. Este es el tema de la presente perícopa.

La mayoría de los fieles de las sinagogas de Galilea (“su tierra/ su patria”), que en el primer contacto habían mostrado su entusiasmo por Jesús, ahora, ante la excomunión lanzada contra Él por las autoridades centrales, han dado marcha atrás. No quieren ya tener contacto con Él. La patente superioridad de Jesús, antes interpretada como autoridad profética (1,22), se atribuye ahora a magia diabólica. El rechazo es tan grande que Jesús no puede ejercer en ese ambiente actividad alguna.

La perícopa muestra, por tanto, el fracaso de Jesús con los sometidos a la institución religiosa judía. Si por un tiempo ha parecido que ellos se abrían a su persona y a su mensaje, el prestigio de la institución ha conseguido anular ese influjo y los ha reconducido a la antigua sumisión. Los que habían sido críticos con sus maestros tradicionales han olvidado su propia experiencia. Han renunciado a toda crítica, aceptando plenamente el juicio que éstos han hecho sobre Jesús.

Sin embargo, no todo está perdido. Los marginados por la institución religiosa y los que están fuera de ella siguen escuchándolo.  Es lo que vamos a descubrir en la narración que sigue.

1b Fue a su tierra seguido de sus discípulos.

Aunque Marcos, ha mencionado antes la aldea de Nazaret como lugar de origen de Jesús (1,9), aquí no la nombra, sino que utiliza la expresión vaga “su tierra” o “su patria”, lo que le permite una ampliación de sentido. De este modo la expresión pasa a designar un ámbito más vasto, el que contiene el entramado de relaciones sociales, familiares y étnicas que ha constituido el ambiente donde se ha desarrollado la vida y actividad de Jesús. Así, con la expresión “su tierra”. El evangelista sintetiza la región de Galilea. De ahí que “Ir a su tierra” significa entonces que Jesús, por propia iniciativa, al contrario de 5,22-25, va a tomar contacto con ciertos círculos de esa región.

En el texto griego se usa el presente histórico (“va a su tierra y lo siguen sus discípulos”), como indicio de que lo que va a describirse en la perícopa, que es el fracaso de Jesús con los fieles de la institución religiosa judía, continúa para sus seguidores en la época del evangelista.

Jesús ha terminado su labor en Galilea. Después de su proclamación inicial sobre la cercanía del reinado de Dios (1,14-15) y de la invitación a Israel, concretada en la llamada de los primeros discípulos (1,16), con su enseñanza en la sinagoga de Cafarnaúm sacudió la inercia religiosa, ocasionando el descrédito de los maestros oficiales (1,22) y abrió el Reino a los marginados por la religión judía (1,40-45), derribando la barrera de lo puro e impuro y desafiando la doctrina oficial sobre el perdón de los pecados (2,5); ha anunciado una nueva alianza basada en la libertad y el amor (2,18); con peligro de su propia vida, se ha enfrentado al legalismo fariseo, urgiendo a los fieles de la sinagoga a emanciparse de él (2,23). Ante el rechazo institucional fundó un nuevo Israel alternativo (3,13); no se ha arredrado [1] ante el ataque de los letrados de Jerusalén (3,22); ha expuesto en parábolas el secreto del Reino que es el amor universal de Dios, y ha ofrecido nueva vida a los oprimidos por la institución religiosa (5,21-6,1). Ha propuesto por entero su alternativa de salvación para Israel.

Los oprimidos del pueblo han encontrado en Él una esperanza. Los excluidos y los marginados por el sistema religioso, que no reciben el influjo de los letrados, están con Él. Queda el sector de los judíos practicantes, sometidos a la institución. Ahora va Jesús a exponerles todo su mensaje y programa, esperando que opten por Él y abandonen el sistema que los priva de vida.

Vaa su tierra” seguido por sus discípulos, como fue la primera vez a Cafarnaúm (1,21). Luego enseñará en la sinagoga, y como en aquella ocasión y también ahora, los discípulos desaparecerán de la escena. Así Marcos, establece un estrecho paralelo entre este final de la actividad de Jesús con los fieles al sistema religioso y el inicio de ella. Su actividad en la sinagoga empezó con optimismo y va a cerrarse con un fracaso rotundo.

Desde la llamada inicial de las dos parejas de hermanos (1,16-21a), esta es la primera vez que se dice que los discípulos siguen a Jesús. En aquella ocasión, el seguimiento no implicaba que hubiesen comprendido el sentido de la invitación de Jesús a la pesca de hombres. Tampoco en ésta, el hecho de seguirlo implica que estén plenamente con Jesús (3,14). Demuestra sólo que ven en Él un líder indiscutible.

De hecho, el grupo no ha asimilado el mensaje universalista expuesto en las parábolas, como lo ha demostrado el episodio de la tempestad (4,35-5,1). Han dado la adhesión a la persona de Jesús, pero no a su mensaje.

2a Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga;

La frase de inicio, “Cuando llegó el día de precepto”, da a entender que Jesús llegó a su tierra unos días antes del sábado. El texto no señala ninguna reacción de la gente a su llegada, ni habla de actividad alguna de Jesús durante ese intervalo. Este silencio es significativo.

De hecho, desde que Jesús se dio a conocer en la sinagoga de Cafarnaúm, siempre, en cualquier lugar, han acudido a Él multitudes o ha sido acogido por ellas (1,35; 2,13; 3,7). Aún después de su ruptura con la sinagoga (3,20; 4,1; 5,21). En cambio, en este caso, Marcos, no señala interés alguno por Jesús por parte de sus compatriotas. No hay acogida para Él en “su tierra”, lo que indica rechazo, prejuicio, hostilidad contra Él.

El uso del término “día de precepto” en lugar de decir simplemente “sábado”, subraya precisamente que el encuentro de Jesús con los fieles de la sinagoga se verifica sin que éstos puedan evitarlo, pues Jesús se presenta ante ellos el día en que, por la obligación del precepto, todos están forzosamente reunidos. Se trata de gente sometida al sistema religioso.

No se dice que Jesús tome parte en la liturgia sinagogal. Se presenta directamente enseñando como en Cafarnaúm (1,22). Como entonces, tampoco en esta ocasión el evangelista explicita el contenido de la enseñanza, que, sin duda alguna sigue siendo el mensaje del reinado de Dios. Va a poner de nuevo el énfasis en la impresión que hace en los oyentes.

Esta es la segunda vez que Jesús enseña en una sinagoga. La primera fue en Cafarnaúm, antes de proponer su alternativa (1,21b). En aquella ocasión, los oyentes, impresionados por su enseñanza, tomaron partido por Él y en contra de los letrados que impartían la enseñanza oficial. Esta vez la reacción va a ser muy diferente.

2b La mayoría, al oírlo decían impresionados: ¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le han comunicado a éste y qué clase de fuerzas son estas que le salen de las manos?

La enseñanza de Jesús impresiona al auditorio. Esta es la primera reacción que se produjo también en la sinagoga de Cafarnaúm, cuando “estaban impresionados de su enseñanza” (1,22). Sin embargo, las conclusiones que ahora sacan difieren esencialmente. Los de Cafarnaúm reconocieron la “autoridad” más que humana de Jesús (1,22), la cual lo hacía equiparable a un profeta. La consecuencia de aquel reconocimiento fue el descrédito del modo de hablar de los letrados.

Ahora, en cambio, aunque han quedado igualmente impresionados, no interpretan la superioridad de Jesús en términos de autoridad divina, sino que expresan la duda sobre su origen: “¿De dónde le vienen a éste esas cosas?”. Ahora bien, si esta superioridad más que humana, no procede de Dios, no puede tener más que un origen: el demonio. Y tal es el juicio implícito en la duda.

La pregunta inicial se concreta en otra en la cual se distinguen el saber y la actividad de Jesús, los dos terrenos en que se manifiesta su superioridad. En primer lugar, se preguntan por la calidad de su saber “¿Qué clase de saber le han comunicado a éste?”. 

El término “saber” puede aplicarse tanto al plano intelectual, entendido como conocimiento y profundización de una doctrina, como al de la práctica, habilidad o maestría en la realización de cualquier actividad. En el texto se refiere ante todo a la enseñanza que tanta impresión ha causado. El tenor de la pregunta muestra que para ellos no se trata de un saber inspirado por Dios. Es un saber nuevo (“¿Qué clase de saber?”) y extraordinario comunicado a Jesús. No es el conocimiento o la ciencia que se enseña en las escuelas rabínicas -mismas que Jesús no ha frecuentado- y que ellos conocen por la predicación de los letrados. Su novedad hace sospechoso su origen.

En segundo lugar se refieren a la actividad que ha realizado. Aunque no niegan que Jesús haga acciones extraordinarias, lo que no está claro es cómo hay que calificarlas. Para ellos, no son acciones que Jesús haga por su propio poder o autoridad; suceden como si otro actuara por su medio y Él no fuera más que un mero instrumento. De hecho, la traducción literal sería “(acciones) que suceden a través de sus manos”. Se refieren, sin duda, a la liberación de endemoniados, fanáticos del sistema religioso-político, la misma acusación que fue usada por los letrados venidos de Jerusalén (3,21)

La enseñanza de Jesús en su tierra no produce el efecto que produjo en Cafarnaúm, sino el contrario. No origina desprestigio de los letrados como maestros de la institución judía, sino que es Jesús quien queda desprestigiado.

Así, el primer modo como la gente de su tierra busca neutralizar el impacto que produce en ellos la enseñanza de Jesús, es desacreditándola, poniendo en duda su origen y su ortodoxia. La opinión que Jesús les merece se refleja en el hecho de no pronunciar su nombre; lo designan siempre de manera despectiva, con un pronombre: “éste”.

Las preguntas son retóricas. Ellos ya tienen formada su opinión sobre Jesús. Tanto el tono despectivo como la duda que expresan insinúan que Jesús es instrumento de Belcebú, como afirmaron explícitamente los letrados de Jerusalén en su visita a Galilea (3,22).

En su primer contacto con Jesús, el pueblo de la sinagoga se había colocado críticamente frente al magisterio de los letrados (1,22). Ahora, en cambio, han hecho suyo el juicio de los letrados sobre Jesús y lo han relacionado con Satanás.

3a ¿No es éste el carpintero, el hijo de María? y ¿no están sus hermanas aquí con nosotros?

Continúa la búsqueda de argumentos para neutralizar la impresión causada por la enseñanza. A la extraordinaria actividad que Jesús ha venido desarrollando, los oyentes oponen en primer lugar su oficio anterior. El que ha actuado por toda Galilea como maestro y taumaturgo no es más que un vulgar carpintero.

El término incluye las funciones de artesano, carpintero, albañil, herrero. Se aplicaba especialmente al carpintero, que podía ejercer los otros oficios. El pueblo sabe que Jesús no es un rabino ni ha asistido a escuela alguna que lo haya capacitado. No es un intelectual ni tiene estudios oficiales. Para ellos, la doctrina de Dios se estudia en las escuelas rabínicas; pero éste no ha pasado por ellas. Es sólo un artesano, luego, lo que dice no ofrece garantía.

En segundo lugar, la atención se pone en la familia, en un intento de definir por ella la identidad de Jesús. Antes lo han hecho por su oficio; ahora lo hacen por sus relaciones familiares.

Jesús es “el hijo de María”. Es muy extraño que se le identifique por la relación con su madre y no con su padre, como era la costumbre. Dado que en aquella cultura el apelativo “hijo” implicaba no sólo la generación, sino también la semejanza con el padre. Este modo de designar a Jesús da a entender que lo consideraban indigno de llevar el nombre del padre, por no seguir su ejemplo ni imitar su conducta. Esto implica que ni el saber ni la actividad de Jesús se atienen a la tradición de su familia.

Además de la madre se nombran cuatro hermanos. Los nombres propios concretan la familia real de Jesús entre los allegados que fueron a echarle mano por considerarlo demente (3,21).

De los cuatro nombres, Santiago, José, Judas y Simón, dos tienen formas hebreas (Santiago y Judas) y los otros dos tienen formas helenizadas (José y Simón).

Los dos primeros (Santiago y José) vuelven a aparecer en 15,20, como hijos de una María que no se identifica con la madre de Jesús. El nombre de José, referido a María, su madre, se encuentra de nuevo en 15,47. Paralelamente Santiago aparece en 16,1. Son sus parientes cercanos y Jesús es uno como ellos. Sus hermanos tienen nombre, identidad; el nombre de Jesús ni se pronuncia. Conocen su oficio, a su madre y a sus parientes; conviven con sus hermanas. Se empeñan en definirlo por su entorno familiar y social; es uno como otro cualquiera y, por eso, el papel que ha asumido y la actividad que ha realizado son para ellos humanamente inexplicable. Puesto que han excluido una llamada divina, no queda más alternativa que atribuirle un origen diabólico.

3b Y se escandalizaban de Él.

El escándalo es la conclusión de los argumentos que han ido acumulando antes. Según éstos, el origen del saber de Jesús y el inspirador de su actividad no es Dios. Pero, por otra parte, no hay posible explicación humana de su personalidad actual.

Por eso, la actividad de Jesús provoca la indignación y la censura de los fieles a la religión e ideales judíos. Jesús se ha presentado como un maestro en oposición a los maestros reconocidos por todos, y ha reclutado un grupo de discípulos. Aunque ha sido desautorizado por los representantes de la autoridad suprema, continúa su actividad sin volver al seno de la tradición judía. Los escandaliza que Jesús se atreva a desafiar al centro de la institución religiosa, poniendo en cuestión sus doctrinas y sus sagrados ideales. Esto los lleva a concluir que, como afirmaban los letrados, es agente de Satanás, y que de éste proceden su saber y su actividad. El escándalo manifiesta que han llegado a disipar toda posible duda; hay una decidida condena.

Si se compara globalmente esta escena con la de la sinagoga de Cafarnaúm (1,21) aparecen analogías y diferencias. Como ya se ha visto, la enseñanza de Jesús causa en ambas una fuerte impresión, pero la reacción es opuesta. En el primer caso se reconoció la autoridad de Jesús como profeta, con el consiguiente descrédito de la enseñanza oficial. Incluso el poseído interrumpió a Jesús y le reprochó su oposición a la institución judía, al ser interpelado por Él, acabó renunciando a su fanática adhesión al sistema religioso.

En esta ocasión, en cambio, neutralizan el impacto de la enseñanza, poniendo en duda el origen del saber y de la actividad de Jesús y recordando su condición social y la familia a la que pertenece. Los que hablan no son simplemente judíos adictos al sistema religioso como lo eran los de Cafarnaúm; hay ahora en ellos un obstáculo especial que los hace insensibles al Espíritu de Dios. Su situación es peor que la del poseído de Cafarnaúm (1,23); éste, aunque para oponerse, se había dirigido a Jesús y había llegado a liberarse. Ahora nadie le dirige la palabra; hay una total incomunicación, hablan entre ellos mismos (vv 2-3) y no con Él; no buscan aclarar su pretendida duda, lo que indica que ya tenían una respuesta predeterminada.

En su primer encuentro con Jesús, los fieles de la sinagoga tuvieron la experiencia del Espíritu en Él, y por eso descalificaron a los letrados. Más tarde conocieron la alternativa propuesta por Jesús. Sin embargo, tras la campaña difamatoria llevada a cabo por los letrados de Jerusalén, aceptan la autoridad del centro del sistema y asumen plenamente su veredicto condenatorio, buscando incluso argumentos con que apoyarlo: es un falso profeta, un agente de Satanás. La intervención del centro ha sido decisiva; rechazan a Jesús, vuelven a someterse a los mismos que habían descalificado y niegan la verdad que han conocido antes. Acatando el juicio dado por aquellos letrados, llaman espíritu inmundo al Espíritu Santo. Como ellos insultan o blasfeman contra el Espíritu, se asocian a la mala fe que no tiene perdón (3,29).

4 Jesús les dijo: “No hay profeta despreciado, excepto en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

Por primera vez desde 5,36 reaparece el nombre de Jesús. Contrasta esta mención del nombre con la despersonalización que han hecho de Él sus oyentes (“éste”; “ése”). Marcos, afirma la personalidad de Jesús que no puede ser definida a partir de su oficio o de sus relaciones de familia.

El texto expone una doble reacción de Jesús ante el rechazo de que ha sido objeto, e intercala entre ambas, la consecuencia de éste: la primera reacción, dialéctica (v. 4), responde directamente a los dichos y actitudes de sus oyentes. La consecuencia del rechazo (v. 5) es la escasa actividad que pudo desplegar en su tierra. La segunda reacción, psicológica (v. 6a), describe los sentimientos de Jesús ante la actitud de los judíos practicantes de su tierra.

En primer lugar, cita Jesús un proverbio, sin duda alguna conocido por sus oyentes, y que Él modifica en parte[2]. Por única vez en este evangelio Jesús se autodenomina “profeta”, en correspondencia con la autoridad divina que ha mostrado y que ahora no ha sido reconocida. Responde así a las preguntas sobre el origen de su saber y de su actividad. Él habla y actúa en nombre de Dios que le ha encargado comunicar un mensaje suyo (1,14). Al usar el término “profeta” y no el de “maestro”, muestra que el contenido de su enseñanza no depende de saber humano, sino que procede de Dios mismo, mediante una llamada personal y en vista de una misión concreta y singular. Deberían haber reconocido su autoridad como al principio en Cafarnaúm.

Como en anteriores ocasiones de la historia de Israel, el pueblo desprecia o deshonra al enviado de Dios. Se alude al caso de Jeremías[3]. El desprecio que ha sufrido significa un rechazo general por parte de los judíos fieles a la institución religiosa, pues proviene de todos los círculos practicantes que existen en su tierra. Jesús los nombra, ampliando el proverbio, en orden inverso al seguido por sus oyentes en su última pregunta. Empieza por el más general, su tierra/Galilea (“aquí con nosotros”), y va estrechando el ámbito, primero a sus parientes (“hermanos, hermanas) y, finalmente, a los más íntimos.

5 No le fue posible de ningún modo actuar allí con fuerza; sólo curó a unos pocos postrados, aplicándoles las manos.

El desprecio deja a Jesús desarmado. Antes ha podido liberar a muchos poseídos por espíritus inmundos o demonios, expresiones simbólicas que en territorio judío significan la adhesión fanática a la doctrina oficial y a su ideología de odio y violencia. Ahora le resulta imposible. Cuando los hombres se muestran hostiles a su persona y a su obra, Jesús nada puede. La negativa del hombre bloquea la eficacia del amor de Dios.

El término griego “arrostos” (“postrados”) designa un estado de falta de fuerza o vigor físico o psíquico, incluso de enfermedad grave[4]. Nadie ayuda a Jesús en su labor. En esta ocasión no hay ni siquiera intermediarios que le lleven a los dolientes (1,32)

Jesús cura a unos pocos, pero sin ofrecer una salvación definitiva. Vuelve a actuar como lo hizo en Cafarnaúm antes de proponer su alternativa (1,34). No se dice que haya salido de la sinagoga. Las curaciones se realizan, por tanto, en su ámbito, en sentido claramente figurado, significando que a los que cura, están ligados a la institución religiosa y oprimidos por ella. Ésa es la razón de que no los salve. El reducido número contrasta con los muchos o con la mayoría de los miembros de la sinagoga. Este contraste y el hecho de que Jesús pueda curarlos, insinúa que se trata de los que no comparten el fanatismo de los demás, pero no tienen energía para oponerse al sistema y sufren la opresión ideológica o la marginación.

La curación se realiza mediante el contacto físico (5,23), sin ningún tipo de rito ni usando medicina alguna. Esta es la primera vez que Jesús aplica las manos. La mayoría de los presentes en la sinagoga decían que sus acciones extraordinarias sucedían a través de sus manos, como instrumento de otro. Jesús, por el contrario, actúa por propia iniciativa, con gesto voluntario. Jesús no es un mago, sino un profeta. No actúa como instrumento de otro, sino usando su libertad. Sus manos, sospechosas para la gente de la sinagoga, comunican vida.

6a Y estaba sorprendido de su falta de fe.

La reacción de Jesús no es de cólera, sino de sorpresa ante el rechazo. Es la primera vez que gente común manifiesta incredulidad, hasta ahora actitud propia de los dirigentes religiosos. Los oprimidos rechazan la libertad. No esperaba tal identificación del pueblo de la sinagoga con los dirigentes, ni tal cerrazón al mensaje de Dios. En la escena no aparece ningún letrado o jefe espiritual, ni siquiera por alusión. Los fieles de la sinagoga no necesitan su enseñanza o su apoyo; son uno con ellos. Por contraste con 1,22, ahora los que escuchan a Jesús representan ellos mismos al sistema.

La sorpresa de Jesús nace de que sus oyentes, después de haber conocido la salvación, la rechacen; de que renuncien a la libertad y vuelvan a la opresión; de que reaccionen tan negativamente ante una enseñanza que antes les había dado la experiencia del Espíritu en Él.

Hay que notar la escasez de movimiento en esta perícopa. No se dice que Jesús entre en la sinagoga o que salga de ella. Tampoco el pueblo entra o sale de ella; está en ella. La sinagoga aparece como un local cerrado, sin comunicación con el exterior. Es el lugar de la incredulidad y del escándalo, impenetrable para el Espíritu de Dios. La Ley (v. 2día de precepto”) es aliada suya, obliga a estar en ella y a escuchar su doctrina.

Las determinaciones locales “aquí” y “allí” parecen indicar este lugar fatídico, inexpugnable e inmóvil, que representa el anquilosamiento del sistema religioso que rechaza a Jesús. La incredulidad se opone a la adhesión/fe que obtiene la liberación del pecado (2,5), que ha procurado la salvación de la mujer con flujos (5,34) y que ha dado vida a la hija de Jairo (5,36). La falta de fe ha puesto de manifiesto la cobardía de los discípulos en el episodio de la tempestad (4,40). El mensaje sembrado en las sinagogas de Galilea ha caído junto al camino, en tierra dura, y el diablo -el poder del sistema- lo ha arrebatado (4,15). Los adictos al sistema religioso no sienten necesidad de una enseñanza nueva (1,27), les basta con la de los letrados; no aceptan profetas portadores de nuevos mensajes divinos.

Este último episodio en una sinagoga muestra hasta su extremo los efectos que el sistema religioso judío, dominado por el legalismo fariseo, provoca en el ser humano. En episodios anteriores se han descrito esos efectos: el fanatismo violento (1,23), la supresión de toda libertad de acción, iniciativa y creatividad (3,1-7) y la infantilización y dependencia que lleva al pueblo a la muerte (5,21-6,1). Ahora se contemplan en su máxima expresión: los fieles de la sinagoga están acostumbrados a no pensar por sí mismos que son incapaces de afirmar con seguridad si algo es blanco o negro; no se fían de ellos mismos ni de su propia experiencia, tienen que esperar a que sus dirigentes den un juicio para atenerse a él, dispuestos además a cambiar de opinión si los dirigentes se lo imponen. La institución ha anulado su personalidad e impedido su desarrollo humano. Y ahora que el sistema ha decidido que el Espíritu de Dios que actúa en Jesús es un espíritu inmundo, se asocian sin vacilar al insulto contra el Espíritu Santo.

6b Entonces fue dando una vuelta por las aldeas de alrededor, enseñando.

Tras su fracaso con los incondicionales de la institución, Jesús no desiste de su actividad de enseñanza, pero elige un nuevo campo de acción: las aldeas de alrededor. El plural “aldeas” indica en Marcos, comunidades judías que viven al margen de la institución religiosa, sentido confirmado por el adverbio “alrededor”. Los habitantes de estas aldeas son los que se mantienen en la periferia del judaísmo oficial, los marginales y marginados por el sistema. Jesús, con su enseñanza, amplía su horizonte para darles posibilidad de opción; les muestra que el mensaje del Reino rectifica, por una parte y hace culminar por otra, la herencia que habían recibido.

No puede ser mayor el contraste entre la sinagoga de su tierra y las aldeas. En éstas, Jesús no encuentra rechazo y puede enseñar sin encontrar prejuicios y ni oposición. No se habla de día de precepto ni de sinagogas, pues se trata de judíos no practicantes. Jesús no necesita actuar allí con fuerza (expulsar demonios) ni curar gente postrada, lo que indica que no hay fanáticos del sistema ni minorías que sufran la opresión ideológica. Se ha cerrado una puerta a Jesús y a su mensaje, la de la institución religiosa judía, que se impone y somete a sus adeptos. Jesús no volverá a entrar en una sinagoga. Dentro de Israel, la esperanza del Reino se abre fuera del ámbito de la religión oficial, en las aldeas alejadas de su ideología y de su praxis.




[1] Sentir temor o echarse atrás ante algo.

[2] En alguno de los papiros aparece la antigua formulación griega de este proverbio en la siguiente forma: “Ningún profeta es respetado en su lugar de origen y ningún médico hace curaciones entre sus conocidos”

[3]No profetices en nombre del Señor si no quieres morir a manos nuestras” Jer. 11,21; “También tus hermanos y la casa de tu padre te han desechado” Jer. 9,3.  También hay relación con un dicho del Profeta Isaías sobre el Siervo de Yahvé: “Despreciado y desestimado…” Is. 53,3

[4] 2 Sam. 12,15



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