Marcos 10,31

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TODOS ÚLTIMOS PARA SER TODOS PRIMEROS

31  Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros


31 Pero todos, aunque sean primeros, han de ser últimos, y esos últimos serán primeros.

En este versículo Jesús hace un resumen de todo lo anterior.  El primer miembro del dicho enuncia como principio la condición que Jesús había propuesto al rico, despojarse de todo lo que tenía. No podía entrar en la comunidad como “primero”, como rico e importante en medio de pobres. Tenía que entrar como “último”, es decir, sin rasgos de superioridad respecto a los demás. De este modo, Jesús pretende formar una comunidad de “últimos”, de gente sin relieve social ni copiosos recursos. Pero no se trata de una exigencia ascética, sino de una condición necesaria para instaurar nuevas relaciones humanas, basadas en la igualdad, que lleven a un cambio de sociedad.

Resalta así, en primer lugar, la importancia que tiene para Jesús la persona humana. No cuentan en su comunidad el rango ni la riqueza, que no garantizan la calidad del ser humano, sino la persona misma. Esta debe despojarse de todo lo que le impide crecer en el amor, factor de su desarrollo, y como, por ser expresión de la adhesión a Jesús, es indispensable la propagación de la buena noticia, la del amor universal del Padre, cada uno ha de eliminar en sí mismo todo lo que se oponga al mensaje de igualdad y solidaridad que ha de transmitir.

En segundo lugar, esto implica que la subsistencia y el progreso de la comunidad no pueden depender de la existencia de mecenas o protectores que, desde una posición de privilegio, compartan su riqueza con ella, creando así una humillante dependencia y una inevitable jerarquía. Esto dependerá de la labor común de iguales, sin estridentes diferencias de nivel, construyendo así, entre todos, una comunidad fraterna plenamente solidaria y próspera. Se ve la importancia que tiene la igualdad para Jesús. Sin ella no hay sociedad nueva, y los medios para construirla son el servicio mutuo y la solidaridad que inspira el amor.

El segundo miembro expresa el resultado de esta opción: esos “últimos” serán “primeros”. Es decir, todos estarán cercanos a Jesús por la solidaridad y el servicio de unos a otros, que los identifica con él.

En otras palabras, el hacerse último no es para quedarse en ese lugar, sino para, mediante el amor a todos, llegar a ser primero, es decir, a tener una calidad humana próxima a la de Jesús.  Y “ser primero” es algo que se ofrece a todas las personas, no a algunos en particular, pues la comunidad cristiana no puede estar compuesta por una mayoría de mediocres, sino que debe ser el grupo de personas donde todos y cada uno aspiren y tiendan a la plenitud humana.

Termina así la sección con un colofón que da remate a los episodios anteriores. No se puede pertenecer al Reino o comunidad de Jesús conservando un protagonismo o superioridad social basados en el poder y en el prestigio de la riqueza. Pero la renuncia al brillo mundano no supone resignarse a la mediocridad personal. Al contrario, esa renuncia es el primer peldaño para alcanzar una verdadera talla humana, según el modelo de Jesús.



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