LA HIGUERA SIN FRUTO
12 Al día siguiente, cuando salieron alejándose de Betania, sintió hambre.
13 Viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si acaso encontraba algo en ella; pero al acercarse a ella, no encontró nada más que hojas, porque el tiempo no había sido de higos.
14 Reaccionó diciéndole: Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti.
Sus discípulos lo estaban oyendo.
15a Y llegaron a Jerusalén.
12Al día siguiente, cuando salieron alejándose de Betania, sintió hambre.
Ha pasado una noche desde que Jesús lo inspecciona todo en el templo y había ido a dormir a Betania con los Doce (11,11). Ahora sale con ellos (salieron) y todos se alejan de Betania[1]. Jesús no hace de Betania su refugio habitual para evitar los peligros de Jerusalén. De hecho, ni cuando deje de nuevo la capital (11,19) ni al final de su actividad en el templo (13,1) Betania volverá a ser nombrada.
Betania ha sido, junto con Betfagé, concreción de la aldea, es decir, del pueblo dominado por la institución judía y que hace suya su ideología. Al ir con el grupo a pasar la noche en Betania, Jesús ha señalado su solidaridad con el pueblo oprimido (11,11); ahora, el alejamiento de Betania expresa su distancia, y la que deberían tener también sus discípulos, respecto a las expectativas de ese pueblo que, adoctrinado por sus dirigentes, tiene puesta sus esperanzas de salvación en un Mesías revestido de fuerza y de poder.
Aunque el grupo va junto y las circunstancias son las mismas, sólo siente hambre Jesús. La otra vez que ha aparecido el verbo tener/sentir hambre se aplicaba a David y a los que estaban con él. Se trataba allí de hambre física. Ahora, el hecho de que sea sólo Jesús el que la siente, y de forma tan repentina, la coloca en un plano figurado[2]. El hambre es metáfora de un deseo ardiente; su significado se irá aclarando a medida que avance la narración.
13 Viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si acaso encontraba algo en ella; pero al acercarse a ella, no encontró nada más que hojas, porque el tiempo no había sido de higos.
Jesús ve de lejos una Higuera que ella ha echado las hojas[3], su apariencia es prometedora. Se acerca está ella con la esperanza de encontrar algo más que follaje, pero no encuentra nada más, porque el tiempo no había sido de higos. ¿qué sentido encierra este episodio aparentemente trivial y anecdótico? Para responder esta pregunta hay que tener en cuenta el trasfondo veterotestamentario de este texto de Marcos.
En primer lugar, en Dt 8,7-10 las higueras, junto con las viñas, son uno de los signos de la tierra buena que Dios ha dado a Israel (Hab 3,17). De ahí que, en los profetas, se utilice la imagen de los frutos de la higuera, unidos con frecuencia a los de la vid, como símbolo de los israelitas. Así en Os 9,10 se lee: “cómo uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a sus padres”. En una visión, Jr 24,1 contempla lo siguiente: “el Señor me mostró dos cestas de higos. Una tenía higos exquisitos, es decir brevas; otra tenía higos muy pasados que no se podían comer”. Los primeros son figura de los desterrados fieles a Dios; los otros, del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que queda en Palestina o reside en Egipto.
En correspondencia con este simbolismo, como sucede también con la vid, la falta de frutos de la higuera o los higos malos son en los profetas imagen de la infidelidad de Israel a la Alianza. Puede citarse, en primer lugar, Jr 8,13, donde el profeta, después de constatar la corrupción de Jerusalén (8,5-7), que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado: “si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera”. El texto en cuestión pone en paralelo la vid y la higuera. De una y otra esperaba el Señor fruto y no lo ha encontrado. Como lo expresan los vv. 5-10, el Señor se lamenta de la corrupción de la sociedad judía, en la que hasta los que ostentan los cargos más importantes, sacerdotes y jueces, han prevaricado por deseo de medrar[4].
El texto completo de este pasaje profético ilumina el sentido de la falta de fruto (Jr 8,4-13): “Diles: así dice el Señor: ¿no se levanta el que cayó? ¿no vuelve el que se fue entonces?, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostado irrevocablemente. Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dicen la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: ¿qué he hecho? Todos vuelven a sus extravíos. Mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué dicen: Somos sabios, tenemos la Ley del Señor?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… porque del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude…”
Más adelante, Jr 29,17, refieriéndose a la infidelidad del rey y del pueblo, dirá: “los trataré como a los higos podridos que no se pueden comer de malos”.
Semejante a este texto es el lamento de Miq 7,1: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que han desaparecido de Israel los hombres leales y honrados y todos cometen malas acciones (vv 2-3).
Con estos precedentes, se desvela el sentido del texto de Marcos. La higuera es en el figura del Israel institucional, que tiene su centro y su máxima expresión en el templo de Jerusalén. El hambre repentina de Jesús expresa su vivo deseo de encontrar dentro de Israel el fruto que este pueblo estaba destinado a dar; sólo él podría saciar su hambre. En concreto el fruto que Dios, y lo mismo Jesús esperaba de Israel, era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la ley: el amor a Dios como absoluto y el amor al prójimo como a sí mismo (12,1-2). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (Mc.12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido.
En clara alusión al esplendor del templo, el evangelista señala que de lejos la apariencia de la higuera/institución es hermosa y prometedora (una higuera que tenía hojas[5]). La expresión, de lejos, podría aludir al impacto que la magnificencia del templo causaba entre los paganos, o bien, a la distancia ideológica existente entre Jesús y el sistema religioso judío, centrado en el templo.
Jesús se acerca hasta la higuera que representa la institución, para ver si ha producido algo positivo (fue a ver si acaso encontraba algo en ella). Su relación anterior con los grupos más influyentes del judaísmo de la época (letrados y fariseos: 2,6 ; 3,1-6.22-30; 7,1-13; 8,11-13) y sobre todo, su constatación, al llegar a Jerusalén, de la realidad del templo (11,11), no le hacen abrigar muchas esperanzas (si acaso). Sin embargo no se resigna a dar todo por perdido, espera encontrar en la higuera/institución algún fruto, por pequeño que sea; desearía ardientemente, simbolizado por el hambre que siente, que la historia de Israel, la antigua Alianza, no hubiera sido del todo inútil. Nueva señal del amor de Jesús por su pueblo. Pero se lleva una decepción: no hay ningún fruto; sólo hojas (no encontró nada más que hojas). De hecho, el aspecto de la higuera desde lejos y su realidad de cerca son contradictorios: la apariencia es engañosa y oculta la esterilidad. Es un esplendor sin fruto. Jesús deseaba encontrar algo, pero no hay nada[6].
Marcos ofrece la razón de la esterilidad de la higuera/Institución diciendo: porque el tiempo no había sido de higos. El Israel institucional encarnado en el templo, no ha dado fruto mientras ha podido darlo. El tiempo de dar fruto era el anterior a la llegada del Mesías y al advenimiento del reinado de Dios, pero ha sido estéril. Ahora ya no habrá más ocasión. La fase preparatoria a la época mesiánica, el tiempo de la antigua alianza, ha terminado se ha cumplido el plazo (1,15) sin haber producido nada provechoso. La falta de fruto es, por alusión a los textos proféticos antes citado, señal de la infidelidad de Israel a la tarea asignada por Dios.
Con otras palabras, el episodio de la higuera muestra precisamente que el tiempo de preparación a la llegada del Mesías y, con él, del reinado de Dios, es decir, el tiempo de la antigua alianza, ha sido infructuoso; el pueblo de Israel no ha producido los frutos que de él se esperaban. La función del judaísmo institucional, centrado en el templo, había sido la de preparar a ese pueblo para el reinado de Dios, pero no la ha cumplido. Jesús, el Mesías, después de la falta de reacción de Jerusalén ante su llegada y de hacerse cargo de la realidad del templo (11,11), se acerca a la higuera/institución con pocas esperanzas, aunque con el vivo deseo (siente hambre) de encontrar algo bueno en ella. Pero se ve frustrado: bajo el esplendor y grandeza externa (hojas) la higuera/institución, no ha producido nada.
La afirmación: El tiempo no había sido de higos, se refiere por tanto, a la duración de la antigua alianza. Expresa la infidelidad continua del pueblo de Israel a lo largo de ella, explicitada más adelante en la parábola de la viña (12,1-9)
14 Reaccionó diciéndole: Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Sus discípulos lo estaban oyendo.
Jesús reacciona dirigiéndose a la higuera con dureza. La forma de hablarle a ella (diciéndole), como si se tratara de una persona y no de un árbol, muestra claramente el sentido figurado del episodio. Sus palabras son categóricas, expresadas con una doble negación (nunca… nadie…) y una doble mención del futuro (nunca jamás). No le lanza a la higuera una maldición que tenga como efecto la muerte o algún mal. Jesús no expresa odio, ni sus palabras son de castigo. De hecho, no le dice: “no produzcas fruto”, ni tampoco anuncia a los hombres que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Simplemente le dice nunca jamás coma ya nadie fruto de ti. Sus palabras no son una maldición ni una imprecación, sino la expresión de un deseo vehemente, el que, a partir de ahora, nadie se alimente de lo que esa higuera produzca. Jesús desea que ningún ser humano recurra, para su alimento/vida a la higuera/institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo, que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella, que pierda toda relevancia social y termine así su papel histórico. Se ha acabado el plazo y no hay vuelta atrás. En el futuro, ésta institución no debe significar nada para la humanidad.
Es importante notar la progresión en las frases “a ver si encontraba algo”; “no encontró nada”; “nadie coma fruto de ti”. Como ha ocurrido en el pasado, lo que de ahora en adelante la higuera/institución produzca no será un fruto bueno, sino dañino para los seres humanos. Jesús no la condena morir, pero espera y desea que, a partir de ahora, haya una ruptura de todos los hombres con la institución judía y lo que ella representa.
Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los hombres, siguiendo el deseo de éste, renuncian a buscar alimento/vida en la higuera, es decir si dejan de profesar la ideología que la institución judía propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras depende de la opción libre de los seres humanos.
El juicio tan tajante de Jesús sobre el Israel institucional, centrado y encarnado en el templo, y que lo presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que el templo/institución ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia el exterior, ha traicionado su misión universal (11,17a) ser casa de oración para todos los pueblos, encerrándose en el particularismo. Y, con relación al pueblo mismo, se ha convertido en un instrumento de explotación de este (11,17b) cueva del bandidos. Con ello siendo el Israel institucional el único representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Este es el juicio del Mesías sobre las instituciones/Israel y, en él, se constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.
Al señalar que los discípulos lo estaban oyendo, prepara Marcos las escenas siguientes. La falta de reacción de los mismos puede ser indicio, como aparecerá más tarde (11,21) de qué no han comprendido el verdadero alcance de las palabras de Jesús.
15a Y llegaron a Jerusalén.
Es la segunda vez que Jesus va a la capital. El día anterior, había dado una ojeada a todo, se había hecho cargo de la realidad del templo (11,11). La Higuera sin fruto simboliza lo que Jesús ha visto en el templo de la tarde anterior: grandeza vacía.
[1] En este caso, el verbo SALIERON denota no sólo punto de partida sino también distanciamiento
[2]El relato no quiere narrar un intento de saciar el hambre física, sino que adquiere un significado más profundo, en consonancia con el simbolismo de la higuera y de sus frutos. La insólita observación sobre el hambre es tan extraña a la situación que debe ser tomada en consideración una interpretación simbólica.
[3] Tener hojas remite a la primavera, la estación en la que la Higuera se expande y se vuelve frondosa. Un autor dice sobre las higueras de Palestina: “Pierden las hojas en otoño noviembre y de salen en primavera a finales de marzo. Los primeros frutos aparecen en marzo en las ramas antiguas y están maduros a partir del final de mayo. Pero la mayor parte de la cosecha viene dada por los segundos higos que son las brevas, que se desarrollan sobre las ramas nuevas y maduran desde la mitad de agosto hasta bien entrado octubre”. Que la higuera tenga hojas, y la esperanza de Jesús de encontrar en ella algo que comer descarta el tiempo de la Dedicación en el mes de diciembre. El no ser la estación de los higos descarta también la fiesta de las Chozas que se realiza en septiembre y octubre. El tiempo de Pascua corresponde a todas estas calificaciones y encaja con la cronología de Mc 11,16.
[4] Mejorar en posición económica o social. Crecer o desarrollarse.
[5] Las hojas de la higuera, es decir el esplendor externo del templo, tienen su correspondencia en Mc 13,1.
[6] A Marcos no le interesa la exactitud botánica. Algunos autores explican la imposibilidad de encontrar higos en este tiempo del año, que supone que es cercano a la Pascua. Sería completamente inverosímil, según los padres orientales, que Jesús hubiese buscado de verdad higos. Luego hay que concluir que Jesús realiza una acción simbólica. los peligros de la noche.