CONDUCTA DE LOS LETRADOS
41 Se sentó enfrente de la Sala del Tesoro y observaba cómo la multitud echaba monedas en el tesoro; muchos ricos echaban en cantidad.
42 Llegó una viuda pobre y echó dos leptos, esto es, un cuadrante.
43 Convocando a sus discípulos y les dijo: Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que ninguno de los que echan en el tesoro.
44 Porque todos han echado de lo que les sobra; ella, en cambio, de su penuria, ha echado todo lo que tenía; todos sus medios de vida.
41a Se sentó enfrente de la Sala de Tesoro…
Una vez terminada la controversia con los dirigentes (11,27b y 12,27), denunciada la incoherencia de la doctrina de los letrados sobre el Mesías (12,35-37) y la hipocresía de ciertos letrados (12,38-40), Jesús se sienta frente a la Sala del Tesoro, punto neurálgico del templo explotador.
La mención del tesoro pone en evidencia la dimensión económica del templo, con la que Jesús se había enfrentado expulsando a los mercaderes y compradores (11,15) y denunciándolo como una cueva de bandidos (11,17). Por tanto, como en los otros dos casos en que aparece (11,2 y 13,3), la preposición “enfrente de” tiene sentido hostil, por lo que la posición que adopta Jesús (“se sentó”) lo presenta como antagonista permanente del tesoro, lugar que almacena la explotación y el robo hecho al pueblo por los dirigentes.
41b y observaba cómo la multitud echaba monedas en el tesoro; muchos ricos echaban en cantidad.
Sentado frente a la Sala del Tesoro, Jesús observa el comportamiento de la multitud y, dentro de ella, de muchos ricos.
La multitud, objeto de la atención de Jesús, está compuesta por aquellos que se han asombrado de su enseñanza (11,18) y que por eso inspiraba temor a los jefes del templo (11,32; 12,12); son los que escuchaban con gusto la impugnación de Jesús a la doctrina de los letrados sobre el Mesías (12,37b). Ahora va a revelarse su disposición profunda.
La gente, aunque había quedado impresionada por la enseñanza de Jesús en la que denunciaba la explotación que se realiza en el templo (11,17-18), y a pesar de ser víctima de ella, sigue apoyándolo económicamente con sus donativos voluntarios (“echaba monedas”); cada uno echa lo que quiere. El halo religioso de que la institución se rodea tiene más fuerza que la denuncia de Jesús. Un grupo numeroso, los ricos, contribuyen al templo con grandes sumas de dinero (“echaban en cantidad”); su generosidad pone de manifiesto que sostienen con gusto la institución religiosa que no les echa en cara su riqueza.
Es de notar que Jesús no se detiene a presenciar en el templo los sacrificios que en él se ofrecen a Dios, ni tampoco a contemplar cómo el pueblo reza. En cambio, sí observa cómo la gente echa dinero en el tesoro. El templo es, en lo esencial, un lucrativo negocio, que explota al pueblo con el tráfico de lo sagrado, y éste es el escándalo que pone de relieve Jesús.
42 Llegó una viuda pobre y echó dos leptos, esto es, un cuadrante.
A la gente y a los ricos se contrapone la figura de una mujer sin relieve social, caracterizada como un miembro débil e indefenso de la sociedad (12,40) y carente de recursos económicos Esta mujer no ha ido mezclada con la multitud del templo, llega ahora para ofrecer su donativo. No ha escuchado, por tanto, la enseñanza de Jesús en el recinto sacro. Su oferta es insignificante (dos leptos). Más que su contribución, Jesús va a poner de relieve su amor incondicional a Dios y su total confianza en Él.
Para subrayar el poquísimo valor monetario del donativo de la viuda, el evangelista da una equivalencia aproximada del mismo en moneda romana (“esto es, un cuadrante”), que circulaba por todo el imperio.
43 Les aseguro que esa viuda pobre ha echado más que ninguno de los que echan en el tesoro.
Jesús convoca a sus discípulos, que aparecen por primera vez en el templo. El evangelista no ha señalado su llegada, a él, ni ha mencionado su presencia en los encuentros de Jesús con los dirigentes. Más tarde, tampoco indicará su salida del templo. Son datos que apuntan a un sentido figurado de esta presencia inesperada que no depende de que Jesús haya entrado en el templo, ni será seguida de una salida con él. Con estos datos, al autor del evangelio sugiere el hecho de que “estén en el templo”, sin que hayan entrado ni, después, salido de él, significa que “están con el templo”, es decir, a favor de él.
Se entiende así el sentido de la convocación de Jesús. Los discípulos, por su adhesión al templo, están lejos de Jesús y éste los llama junto a sí para que se adhieran a Él. Quiere hacerles ver, con el caso de la viuda, que lo verdaderamente valioso no es ese templo espléndido ni lo que se realiza en él, sino la actitud con la que uno se relaciona con Dios.
Jesús se dirige sólo a sus discípulos, no ya a la multitud. La fórmula “Les aseguro” subraya la importancia de lo que va a decirles, aunque la forma como el evangelio introduce las palabras de Jesús, con el uso en griego del “dijo” en vez del presente histórico “les dice”, hace ver que esta declaración les concierne sólo a ellos; el ejemplo de la viuda no tiene interés para la comunidad futura, alejada del ámbito del judaísmo y de sus instituciones. Jesús les interpreta los hechos, comparando el comportamiento de la multitud, en la que se incluyen muchos ricos, con el de la viuda. Enuncia una paradoja (“esa viuda ha echado más…”): lo que monetariamente tiene menos valor, es lo más valioso; lo poco de la viuda vale más que todo lo de los otros. La paradoja cambia el plano de lectura del dicho, descubriendo un nuevo sentido, que, frente a las apariencias, revela una realidad más profunda. Va a explicarlo a continuación.
44 Porque todos han echado de lo que les sobra; ella, en cambio, de su penuria, ha echado todo lo que tenía; todos sus medios de vida.
Jesús basa su paradoja en un cambio de oposición: en vez de la existente entre “echar mucho” y “echar poco”, que están en el plano de la cantidad, Él establece otra entre “echar de lo que les sobra” y “echar de lo imprescindible”, pasando así del plano material o económico al existencial o moral.
No se trata de cuantificar quién ha dado monetariamente más, sino de valorar la calidad de lo que se ofrece. Todos echan de lo superfluo, de lo que no afecta sustancialmente sus vidas. La viuda, en cambio, que apenas tiene nada (“de su penuria”), lo ofrece todo, no sólo su dinero, que es insignificante (“dos monedillas”), sino su vida misma (“todos sus medios de vida”). De este modo, los donativos del templo pasan a ser figura de la entrega de las personas a Dios.
Aparece así la diferencia entre los donativos de la multitud y el de la viuda. Dar de lo superfluo significa no entregar a Dios lo esencial, expresado antes en el mandamiento principal: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (12,30). Dar lo imprescindible, como hace la vida, indica lo contrario. Esta mujer ofrece a Dios su propio vivir, es decir, su persona misma. Ella sí cumple el mandamiento; se entrega enteramente a Dios y se pone en sus manos.
En otras palabras, para la multitud, Dios no es el valor fundamental, no es el centro de su existencia, puesto que le dan lo accesorio. En cambio, con su óbolo, la viuda hace de Dios el valor supremo, por encima de su propia persona, y, al poner su vida en manos de Dios, pues no tiene más medios de subsistencia que los que le ofrece, se entrega ella misma a Él. La donación de todo lo que tiene es un riesgo, pero ella se fía de Dios. La insistencia de Jesús en la totalidad de la entrega de la mujer (“todo lo que tenía, todos sus medios de vida”), hace ver que ésta cumple plenamente el mandamiento antes citado (12,30). La viuda manifiesta el amor sin reservas a Dios expresado, figuradamente en el total desprendimiento de todo lo que posee.
La unicidad de la viuda se contrapone a los muchos ricos y a la multitud en general. Ella representa el verdadero Israel, fiel a Dios, antítesis de los dirigentes, infieles a Dios, por su afán de poder y de dominio. Es figura del pueblo que realmente cree que allí está Dios, aunque se engaña, porque allí sólo importa el dinero. Le han quitado a su Dios, porque el templo, que debía haber sido la casa del Señor, es una cueva de bandidos (11,17). Por otra parte, la viuda es el exponente de hasta dónde llega la explotación a que el templo somete a los fieles. La institución religiosa no tiene escrúpulo en arrebatar a los más débiles incluso la vida. Jesús no exhorta a los discípulos a seguir el ejemplo de la viuda: ésta es el prototipo del Israel fiel, no del seguidor de Jesús. Pero quiere que rectifiquen sus criterios, dándose cuenta de dónde está el Israel que vale a los ojos de Dios, y hasta dónde llega la maldad del sistema. Lo mejor de Israel está en el corazón de la viuda y no en el esplendor del templo ni en la riqueza de sus tesoros.
Al final, el evangelista no señala ninguna reacción de los discípulos a las palabras de Jesús, dando a entender con ello que no las comprenden o no las aceptan.