Marcos 13,3-4

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PREGUNTA DE LOS DISCÍPULOS

3 Mientras estaba sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del templo, le preguntó aparte Pedro, con Santiago, Juan y Andrés:

4 Dinos cuándo van a ocurrir estas cosas y cuál va a ser la señal, cuando esto esté tocando a su fin.


3a Mientras estaba sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del templo…

La partícula inicial “y” no traducida, establece un vínculo con la escena anterior. Por otra parte, cambia el lugar donde está Jesús (13,1: “mientras se alejaba del templo”; 13,3: “en el Monte de los Olivos), lo que supone un intervalo de tiempo entre ambas escenas.

Se menciona en primer lugar la posición de Jesús (“sentado), que en este evangelio, no indica la posición propia del Maestro, sino que denota solamente la permanencia de una situación. Aparte 4,1 (“sentado en medio del mar”), el verbo se ha encontrado, referido de algún modo a Jesús, en la cita del Sal 110,1 (12,36), predicción atribuida a David y aplicada al Mesías (implícitamente a Jesús), donde se vaticina su entronización en la condición divina (“Siéntate a mi derecha”) connotando su permanencia en ella. Lo mismo en 14,62 (“el Hijo del hombre”) y, por extensión, en 16,5 (“el joven en el sepulcro”).

La relación entre estos textos insinúa que, en este pasaje, “estar sentado” alude a la exaltación de Jesús ya efectuada, lo que situaría la escena y el discurso que sigue en un tiempo posterior a su muerte.

Esta probabilidad se hace certeza al considerar el significado de la localización “en el monte, que en este evangelio denota la esfera divina en contacto con la historia humana (cf. 3,13; 9,2), aunque la precisión “de los Olivos restringe el contacto a la historia de Israel. Este significado del monte crea un paralelo entre este pasaje y los de 12,36 y 14,62 antes citados. En ellos, el Mesías/el Hijo del Hombre, aparecía sentado en la esfera divina (“a la derecha de Dios”), desde donde se ejercía una actividad que toca la esfera humana (“poner a sus enemigos bajo sus pies”) o bien tenía lugar una manifestación perceptible de ella (14,62: “veréis… llegar”). Paralelamente ahora aparece Jesús “sentado” en el monte, desde donde su palabra alcanza la esfera humana. Por lo demás, los tres pasajes se encuentran en contexto judío (12,36: letrados; 14,62: sanedritas; 13,3: precisión “de los Olivos”).

En el mismo sentido, como se ha visto en el comentario a 11,1, el Monte de los Olivos señala en este evangelio la meta última de Jesús más allá de su muerte en Jerusalén. Marcos hace pues, del “estar sentado en el monte” una figura del estado de Jesús exaltado, que en términos del Antiguo Testamento se expresa como “estar sentado a la derecha de Dios”. Denota, pues, el estado glorioso definitivo de Jesús después de su pasión y muerte (11,1; 14,25). Por otra parte, el estado de exaltación que se atribuye a Jesús explica que ni la muerte ni la resurrección -hechos del pasado- se mencionen en todo el discurso.

Jesús sigue enfrentado con el templo explotador e infiel a su misión (“enfrente del templo”, 11,2; 12,41; Zac 14,4). Este enfrentamiento, que se manifestó durante su vida terrena (12,41: continúa en su vida gloriosa. Jesús y el templo son irreconciliables. Cada uno encarna un programa. En el caso de Jesús, el programa liberador de Dios; en el del templo, el de aquellos que frustran el designio divino.

El monte y el templo establecen cada uno un eje tierra-cielo, un punto de encuentro del plano humano con el divino. En el caso del templo, no es más que apariencia, pues su realidad es ser una “cueva de bandidos” (11,17). Su pretensión es falsa y engañosa. En el caso del monte, donde está Jesús glorificado, el punto de encuentro es verdadero, pues su realidad es la presencia divina en contacto con la historia de Israel.

La oposición entre Jesús en el monte de los Olivos y el templo muestra que las instituciones judías han caducado. El contacto de Dios con la nación judía sólo puede hacerse fuera de ellas.

El simbolismo atribuido por el evangelista al Monte de los Olivos puede tener su origen en el texto de Zac 14,4, único lugar del Antiguo Testamento donde se menciona este monte. La proximidad de los textos de Marcos, y Zac. queda patente por la mención del monte y por el uso de la partícula “enfrente”. Pero el autor del evangelio modifica el sentido del texto profético. En Zacarías, Yahvé se presenta en el monte en actitud hostil hacia Jerusalén. En el evangelio Jesús toma el puesto de Yahvé, pero no está de pie, como Él, dispuesto a la batalla; el destino de la ciudad y de la nación ha quedado decidido con la muerte de Jesús. Su ruina es segura.

Otro texto que puede ponerse en relación con este pasaje es el de Ez 11,23: “La gloria del Señor se elevó de en medio de la ciudad y se detuvo en el monte que está enfrente de la ciudad”. Donde en la profecía se manifiesta “la gloria” (presencia activa de Dios perceptible por los hombres), en el evangelio se encuentra la persona de Jesús exaltado.

La actitud expectante de Jesús puede relacionarse con el dicho de 12,9: “El Señor de la viña irá a acabar con aquellos labradores”. El agente de la destrucción no es el Hijo rechazado y muerto (12,7), sino el dueño/Padre. Paralelamente, en 12,36, la cita del sal 110,1 vaticina que es Yahvé quien va someter a los enemigos del Mesías, anunciando también la consecuencia del rechazo de Jesús por parte de las autoridades de Israel. Se confirma que “estar sentado en el monte” es una figura equivalente a “estar sentado a la derecha de Dios” que va a actuar en la historia (12,36).

La mención del Monte de los Olivos anuncia así el desenlace de la confrontación entre Dios y el judaísmo. “El día de Yahvé” significará la destrucción del templo, de la ciudad y de la nación. Con esto, el autor ofrece una interpretación teológica del desastre en 13,2.

3b le preguntó aparte Pedro, con Santiago, Juan y Andrés.

Llama la atención en este enunciado que la forma verbal sea singular (preguntó) y el sujeto plural. Así se atribuye la acción a todos y cada uno, indicando simultaneidad y unanimidad en la acción. Pero  no en un plano de paridad. La unanimidad es efecto de la conformación a un agente principal o sujeto primario, Pedro. Él es quien arrastra a los otros (1,36; 8,28; 9,5: 10,28; 14,29) a preguntar a Jesús. Aparece como líder del grupo, aceptado y secundado por los demás.

El texto no indica el lugar donde se encuentran los discípulos; sólo de Jesús se afirma que está en el monte. Tampoco se dice que Jesús los llame o que se acerquen a Él para preguntarle. Existe una comunicación sin que se hayan precisado las condiciones de cercanía que la permiten.

Es decir, el grupo tiene acceso a Jesús y se dirige a Él sin estar físicamente a su lado. Esto confirma la conclusión expuesta antes: la escena muestra la presencia (no material) de Jesús glorioso entre los suyos, que aún no participan de su condición. Por oposición a la escena precedente, que el texto situaba en la vida terrestre de Jesús, ésta tiene lugar en la comunidad postpascual de discípulos, seguidores procedentes del Judaísmo. No es una manifestación pública; sólo lo reconocen y tienen acceso a Él aquellos que le han dado su adhesión y han experimentado su resurrección.

Por otro lado, el término “aparte señala en este evangelio, las ocasiones en que Jesús explica al grupo de discípulos algún punto que ellos, por su apego a la ideología del judaísmo, no han entendido. Se encuentra siempre asociado a la incomprensión de todo o parte del grupo (4,34; 6,31.32; 7,33; 9,2.28). Este dato ha de tenerse en cuenta para interpretar la pregunta que sigue.

El sujeto múltiple de la pregunta está representado por cuatro nombres: Pedro, Santiago, Juan y Andrés. El orden en que los nombres se citan conecta este pasaje con la lista de los Doce, en la que se distinguían tres subgrupos; el primero constituido por Pedro, Santiago y Juan, los que recibieron un sobrenombre de Jesús (3,16s; 5,37; 9,2). El segundo subgrupo (ocho nombres) estaba encabezado por Andrés (3,18) e integrado por los que nunca actúan individualmente en el evangelio ni pronuncian palabra. En vez de mencionarlos a todos por sus nombres, Marcos abrevia, poniendo a Andrés como su representante. Los que preguntan a Jesús son, por tanto, los Once, una vez excluido Judas Iscariote, que formaba el tercer subgrupo. Los cuatro nombrados representan, por tanto, al entero grupo postpascual de discípulos, al que ya, naturalmente, no pertenece Judas.

La pregunta va a formular, pues, un problema que preocupa al grupo y que va a encontrar respuesta en un mensaje profético/inspirado. Pero el liderazgo de Pedro y la expresión “aparte son indicios de que la cuestión que van a plantear no está en la línea del programa de Jesús.

4 Dinos cuándo van a ocurrir esas cosas y cuál va a ser la señal, cuando esto esté tocando todo a su fin.

Empiezan con una frase imperativa (dinos) sin usar fórmula alguna de cortesía ni darle el tratamiento de “Maestro”. Hablan como si tuvieran derecho a obtener una respuesta. La ausencia del tratamiento “Maestro” deja en la sombra su condición de discípulos y de hecho, no piden enseñanza, solamente expresan una exigencia. Este comportamiento delata urgencia y deseo vehemente de obtener determinada información para el resto; creen que no necesitan aprender de Jesús.

El primer miembro de la pregunta acerca del momento (¿cuándo?) en que va a tener lugar la destrucción del templo predicha por Jesús. Al utilizar la forma plural (“esas cosas), interpreta el suceso como un hecho complejo, es decir, como una serie de acontecimientos que habrían de culminar en la destrucción anunciada.

El grupo pide esa información para ellos mismos; no incluye entre los destinatarios a los demás seguidores. La destrucción del templo, que afecta directamente a la nación judía, preocupa singularmente a los seguidores que proceden del judaísmo.

El tiempo transcurrido entre la predicción de Jesús, hecha en su vida mortal (13,2), y la escena presente muestra que aquella predicción ha permanecido grabada en la memoria de los discípulos. La pregunta aparece así como expresión del recuerdo de ella, permanente en el grupo. Sin embargo, el sentido de urgencia que imprimen a su pregunta hace pensar que Marcos alude en la escena a una circunstancia histórica particular que provoca ir a Jesús para recibir mayor información.

El tenor de la frase “dinos cuándo van a ocurrir esas cosas, muestra que los discípulos creen conocer todas las circunstancias del acontecimiento predicho por Jesús y la línea de acción que han de seguir cuando vaya a tener lugar. El anuncio de la destrucción ha sido aceptado sin la menor muestra de extrañeza; de ahí el ámbito restringido de la pregunta: sólo interesa, y en alto grado, saber el cuándo del suceso. El segundo miembro de la pregunta introduce un elemento nuevo, inexistente en la predicción de Jesús y contradictorio con ella. En efecto, los discípulos dan por supuesta la futura percepción de una determinada “señal”.

El término “señal” ha aparecido en 8,11, cuando los fariseos tentaron a Jesús exigiéndole “una señal procedente del cielo”. La escena tuvo lugar después del segundo episodio de los panes, en el que éstos se repartieron a los paganos (8,1-10), anunciando un éxodo liberador para éstos, en paralelo con el que Jesús había anunciado a favor de Israel (6,35-46). Los fariseos, ardientes defensores del privilegio exclusivo de Israel, exigían una señal que asegurase la liberación de éste y su victoria sobre los paganos. Querían que Jesús asumiera el papel de nuevo Moisés, que con una señal de poder librase a Israel del dominio pagano y estableciera su supremacía sobre las demás naciones. La rotunda negativa de Jesús significó que no aceptaba tal papel ni habría tal victoria de la nación judía. Conforme al carácter universal del reinado de Dios, la liberación debe extenderse a toda la humanidad.

Paralelamente, la “señal” por la que preguntan los discípulos significa una intervención divina liberadora (Dn 9,24; 12,1-7) por medio del Mesías a favor de Israel, señal que se manifestaría en el último momento antes que el desastre llegue a su término (cuando esto esté tocando todo a su fin”). Al suponer la existencia de esta señal, la pregunta de los discípulos niega el desastre total predicho por Jesús. Se descubre así que el segundo miembro de la pregunta completa el sentido del primero. La destrucción será prenda de restauración. La expectación de la señal muestra que los discípulos no ha asimilado los dichos ni comprendido el significado de las acciones de Jesús. La higuera seca de raíz (11,12-21), el texto de Jeremías: (11,17), la parábola de los viñadores (12,1-9) y, finalmente, la predicción de 13,2. De hecho, no han roto con la ideología del judaísmo; aun después de la resurrección conservan su ideal de gloria nacional y están dispuestos a la acción para conseguir ese objetivo.



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